Me desperté con un horrible dolor de cabeza, era la primera vez que tomaba tanto y por lo tanto la primera vez que tenía resaca. Recordaba muy pocas cosas de la noche anterior. La buena noticia era que estaba en mi cama y en mi cuarto, aunque apenas si recuerdo cómo llegue aquí... La imagen de Santiago defendiéndome y luego acariciándome la cara en el auto viene a mi mente.
Tomé una ducha en un intento de despertarme, y mientras terminaba mi desayuno le envié un mensaje a Nick.
Lu: Buenass, sigues durmiendo?? Yo tengo una resaca de muerte :p ¿Qué pasó anoche exactamente? Tengo todo un poco borroso.
Nick: Buenos días para ti también, bella durmiente. Eso debería preguntarte yo a ti... En un momento estábamos bailando y al siguiente desapareciste. Te buscamos pero me dijeron que te habías ido con el nuevo.
Lu: ¿O sea que hice un papelón borracha delante de Santiago? Genial. Lo único que recuerdo es que mientras bailaba un chico quiso sobrepasarse conmigo y él vino a ayudarme a que me dejara en paz.
Lu: ¿Ustedes cómo volvieron a casa? Te recuerdo bastante borracho a ti también.
Nick: Sí... Compartimos un taxi con las chicas, no te preocupes. Luego tendré que ir a buscar mi auto L
Lu: Bueno, te dejo seguir con tu día... Yo saldré a correr un rato. Adioos!
Al salir del chat de Nick, un mensaje me llamó la atención. Era de número desconocido y la hora marcaba que me había llegado ayer mientras estaba en la fiesta, pero no lo recordaba.
"Sé que notas mi presencia. Te veo... aunque tú no puedas verme."
¿Eso significaba que me estaban vigilando en la fiesta? Ya me estaban asustando estos mensajes anónimos y no sabía qué hacer. Sería inútil ir a la policía sin una amenaza concreta, y mi padre probablemente me creería una tonta.
Intente llamar al mismo número del mensaje, para saber al menos si mis sospechas eran ciertas... Si fuera la voz de Marcos la que me encontrara al otro lado de la línea la reconocería. Pero no me atendió nadie, obvio.
Ya llevaba una hora corriendo, era algo que me encantaba porque me relajaba y distraía. Iba con los auriculares puestos, la música a todo volumen y me olvidaba de todo, solo me preocupaba en correr.
Luego de un rato me detuve a tomar aire, no tenía idea de que tan lejos estaba. Había llegado a un parque bastante grande, se veía muy bonito en este día soleado. En el centro había una fuente de agua, en la parte de los juegos habían niños correteando y también jóvenes debajo de los árboles hablando animadamente, parecía una fotografía.
Tomé mi celular y me fijé mi ubicación. Había corrido varios kilómetros sin darme cuenta, así que me fijé cómo volver a casa y empecé a correr otra vez.
Al llegar a casa me detuve, y mientras buscaba las llaves para abrir la puerta escuche un pequeño quejido que provenía de una caja de cartón en el suelo, al lado del tacho de basura. Me tensé por un segundo, con miedo pero al acercarme y escuchar mejor, supe que se trataba de un cachorrito llorando.
Abrí la caja y me encontré con un hermoso cachorrito blanco con manchitas marrones que lloraba buscando a su madre seguramente. Era muy chiquito, me entraba en la palma de la mano. No podía creer que lo hayan abandonado de esa forma, en un tacho de basura. Se me rompía el corazón... No podía dejarlo así, estaba completamente indefenso.
Lo agarré y entré a la casa. Fui a la cocina y me encontré con Gabriela.
- Lucy, ¿cómo te ha ido en el paseo? –cuando se dio vuelta y vio lo que tenía en mis manos llevó las suyas a su boca. - Oh por Dios, ¿de dónde has sacado ese bebé? Es precioso.
- Lo abandonaron, estaba en la vereda en una caja. Quería darle un poco de leche... Es muy cachorro aún y me preocupa que no tenga a su madre para amamantarlo.
Gabriela me acercó un tazón con leche y el pequeño la tomó gustoso. Desde que lo había agarrado no había vuelto a llorar, era muy suave y me encantaba acariciarlo, daba como un sentimiento de paz.
- ¿Qué vas a hacer con él? –me preguntó ella, que también lo miraba embobada. – No sé si tu padre aceptará que lo tengamos aquí...
- Yo hablaré con él, es muy pequeño no puedo abandonarlo. Además sería genial tener a un perrito con nosotros, no parece que vaya a hacerse muy grande.
- ¿Has pensado un nombre?
- Pues... Estaba pensando en llamarlo Theo. Sí, tiene cara de Theo.
Tras una larga charla con mi padre en la que me hizo prometer que me haría cargo de toda la responsabilidad que implicaba tener un perro, me permitió quedármelo ya que creía que me haría bien tener una pequeña compañía mientras él estaba todo el día fuera trabajando. Yo no podía ser más feliz, desde que lo vi me había enamorado. Iba a cuidarlo como a mi bebé.
Por la tarde decidí llevar a Theo al veterinario. El médico me dio unos consejos sobre cómo cuidarlo en estos primeros meses de su vida, cuándo empezar a darle comida de perros y también le dio una vacuna.
Creo que nunca me había sentido tan a gusto y tan en paz como cuando Theo se quedó dormido en mi pecho, es una sensación hermosa.
Ya había tenido varias citas con el psicólogo y, a pesar de lo que creía, las cosas estaban mucho mejor. Incluso yo estaba más tranquila y ya no tenía pesadillas todas las noches. Estaba bueno tener a alguien externo con quien hablar y descargarse; claro que no era algo que fuera a superar tan pronto, pero al menos ahora sabía que iba a poder salir a delante. Su consejo de escribir mis sueños y pensamientos en un cuaderno había sido de gran ayuda este último tiempo. Él nunca me había pedido de leerlo y yo lo prefería así, me sentía más segura escribiendo para mí, como si hablara conmigo misma.
Esta vez, antes de irme, decidí preguntarle acerca de Santiago:
- Mateo, ¿puedo hacerte una pregunta? No es nada importante, solo curiosidad.