Cuando abro los ojos no logro distinguir si esto es real o estoy en uno de mis sueños. Estoy atada a una silla, las manos en el apoya brazos y los pies en las patas; estoy en una habitación sin ventanas y con unos pocos muebles tapados con sábanas.
Lo que no me esperaba para nada era encontrarme con la mirada fija de James, que se encontraba al lado de la puerta.
- ¿James? ¿Qué...? –intenté moverme para soltarme pero era inútil. Lo miré suplicándole que me ayudara. - ¿Por qué haces esto?
- Lo siento Lucy... –por un segundo creí ver arrepentimiento en sus ojos, que luego cubrió rápidamente, ocultando sus sentimientos. – Pero mi familia y su seguridad es lo único que me importa. Santiago...
El ruido de la puerta abriéndose calló inmediatamente a James, volviendo a su postura dura. La última persona que quería ver y la razón de mis pesadillas entró por la puerta. Marcos se encontraba igual que la última vez que lo había visto, solo que con el pelo un poco más largo.
- Veo que ya te has despertado, genial –dijo con una sonrisa.
- ¡Púdrete, imbécil!
- Oh, yo no diría eso si fuera tú, Lu... ¿Es que no quieres hablar conmigo?
- No, yo solo quiero que me dejes en paz. ¿Qué quieres? ¿Qué hago aquí? –le pregunté mirándolo con todo el asco que me generaba.
- Una lástima... Y yo que venía a darte la última pieza que le falta a tu rompecabezas...
- ¿Qué? ¿A qué te refieres?
- Hablo de la verdad Lucy –dijo riendo. - ¿Nunca te preguntaste por qué hago todo esto?
- Porque estás mal de la cabeza –le sostuve la mirada, desafiándolo.
- Tal vez, pero también hay otra razón...
- Ya sé que tenías deudas y mi padre se negó a ayudarte, lo que no entiendo es que tengo que ver yo en todo eso.
- Oh pero ahí es dónde te equivocas –dijo señalándome con el dedo. – Yo no le pedí ayuda a tu padre, fui yo el que lo ayudó a él.
- ¿Qué? Eso no tiene sentido, él nunca me dijo que tuviéramos problemas económicos.
- Por supuesto que no te lo dijo. Sus problemas empezaron luego de que murió tu madre... Tú sólo creías que trabajaba demasiado pero la verdad es que se volvió adicto al juego y a las apuestas. Se metió con la gente equivocada y llegó a un punto en el que sus deudas lo superaron. Ahí fue cuando me pidió ayuda... Yo acepté encantado, no por él, claro... Sino para poder acercarme a ti, tu padre no se opondría entre nosotros después de haberle salvado el pellejo. –hizo una pausa mientras caminaba de un lado al otro por la habitación. – Pero como todos saben, nada es gratis en esta vida... El acuerdo que tenía con tu padre es que me devolvería el dinero, pero cuando tuvo la oportunidad de hacerlo decidió engañarme para no pagarme. No fue muy inteligente de su parte porque tarde o temprano iba a enterarme.
- Okay... –estaba tratando de entender todo lo que me decía pero no podía creer que mi padre nos hubiera puesto en peligro de esa forma. – Entonces por eso entraste a robar esa noche, pero lo que me hiciste no tiene excusa ni se relaciona con tus problemas con mi padre.
- Lucy, éramos una pareja... Sólo estaba reclamando lo que era mío –dijo acercándose y acariciándome la mejilla, el pánico se estaba apoderando de mi nuevamente. – Además sabría que a tu padre le dolería más que el dinero y debía enseñarle una lección.
Estaba tratando de alejarme de él, pero estaba atada y no tenía forma de defenderme. Probé seguir hablándole a ver si así lograba que se aleje.
- Aún no me dices qué hago aquí ahora...
- Bueno, digamos que no soy una persona conformista y lo que había en la caja fuerte no era ni de cerca la cantidad que tu padre me debía. Pero también... –dijo pegando su nariz a mi cuello, oliéndolo. Con una de sus manos empezó a recorrer el escote de mi remera– Extrañaba tu olor, tu piel, tus besos... –con cada palabra se iba acercando más, muy cerca de mis labios y no había nada que yo pudiera hacer. Podía sentir las lágrimas de desesperación acumulándose en mis ojos, pero no volvería a permitir que me tocara sin luchar. Ya estaba preparada para morderlo en cuanto me besara, pero apenas llegó a rozar sus labios con los míos cuando James se aclaró la garganta, interrumpiéndolo.
- Disculpe, señor... –dijo James un poco incómodo. Cruzamos la mirada por medio segundo antes de que se dirigiera nuevamente a Marcos. – Pero creo que es tiempo de hacer la llamada.
- Tienes razón, vamos –le dijo pero antes de irse me dejó un beso en la mejilla y me susurró al oído: - Luego continuamos... No me olvido de ti, preciosa.
Podría haber vomitado en su cara si seguía oliendo su olor tan cerca de mí por otro segundo. Lo vi caminar hacia la puerta mientras intentaba enviarle a James una mirada de gratitud por al menos esta vez haberlo parado a tiempo, por haberme ayudado a pesar de ser cómplice de mi secuestro.
Salieron por la puerta y antes de cerrarla escuché en un tono de voz muy bajo que Marcos le daba una advertencia a James:
- Vuelve a interrumpirme en un momento así y te arrepentirás.