Daniela Embarazada De Un Famoso [corrigiendo]

8. Con Los Míos.

Saqué mi maleta del maletero del coche que alquilé en el aeropuerto, observando luego mi hogar.

 

— Mi niña. — Escuché a mi abuela Lucía, que se acercó contenta de verme. 

 

— Hola, abuela. — Dije cerrando el maletero del coche y recibiendo un abrazo suyo. 

 

— ¿Cariño? — Se sorprendió al darse cuenta de mi estado y me soltó mirándome. 

 

— Sí, estoy embarazada. — Le conté siendo sincera, era evidente mi estado y no podía mentir. — Lo siento, abuela. 

 

— No tienes que disculparte por estar embarazada. — Agradecí lo comprensiva que se mostró conmigo y la vi mirar hacia el coche. — Pero dime, ¿Has venido sola? 

 

— Sí. — Le dije y me sonrió. 

 

— Vaya, ya estás aquí. — Escuché la voz terca de Carla. 

 

— Yo también me alegro de verte. — Le hice saber y mi abuela se apresuró a acercarse a mi hermana Carla. 

 

— No seas grosera con tu hermana. — Le regañó la abuela y Carla se me acercó. 

 

— Llevaré la maleta dentro. — Dijo agarrando mi maleta y se me quedó después mirando. — Metiste la pata. — Sonrió y le pegué un tortazo en el brazo. 

 

— Tú no decides si he metido la pata. — Le contesté. — Entra la maleta. 

 

— Eres una tonta. — Gruñó caminando para la casa. — Seguro que Hian te ha echado del trabajo. 

 

— No le hagas caso. — Dije caminando hasta mi abuela y juntas fuimos hacia la puerta de casa. — Quería descansar en casa. 

 

— Y haces bien, mi niña. — Me habló mi abuela agarrándose a mi brazo. Sonreí, recordando entonces que debía llamar a Calvin para que estuviera tranquilo. 

 

— ¿Y Glenn? — Pregunté por mi hermano pequeño. 

 

— El chico se encuentra en casa de tus tíos. — Me informó mi abuela. — Ahora mismo lo llamo para que venga corriendo. 

 

— Sí, hazlo, os tengo que contar con quien tendré un hijo. — Respondí con una apenada sonrisa y mi abuela nos detuvo en el porche, agarrando mis manos. 

 

— Nadie te tiene que decir nada, eres libre, cariño. 

 

— No tanto. — Respondí mirando dentro de casa, Carla estaba abriendo mi maleta. 

 

— Ellos no son responsabilidad tuya. — Habló mi abuela seria. 

 

— Ojalá no lo fueran. — Contesté mirándola y mi abuela me sonrió con pena. 

 

— Mi niña. 

 

— Me has traído lo que te pedí. — Escuché a Carla que se acercó con un paquete abierto, en sus manos tenía un ordenador portátil de color púrpura. 

Calvin me ayudó a escoger el ordenador, ya que yo no entendía de marcas. 

 

— Ya que te ha gustado el regalo, tráeme del coche lo que queda de mi equipaje. — Le dije lanzándole las llaves del coche. Carla las agarró pegando a su pecho el ordenador portátil. 

 

— Mandona. — Masculló entrando en casa y mi abuela sonrió. 

 

— Niña terca. — Suspiró la abuela que me ofreció después. — ¿Unas galletas de las que tanto te gustan?

 

— Gracias, abuela. — Agradecí, pensando que debía contarle que tenía que llevar una alimentación apropiada por el embarazo, rica en hierro. 

 

 

Glenn me abrazó contento, estaba más grande que la última vez que lo vi. 

 

— Te echaba de menos. — Me confesó cuando nos sentamos en el sofá de la sala y agarré sus manos cariñosamente. 

 

— Y yo a ti. Ya eres todo un hombre. — Le respondí con una sonrisa. 

 

— ¿Qué esperas? Tengo diez años. — Me contestó con una sonrisa más grande que la mía y subiéndose las gafas. 

 

— Tanto amor me da náuseas. — Aportó Carla su granito de arena mientras estaba con el ordenador portátil. 

Me quedé mirándola queriendo darle una buena paliza, pero respiré profundamente. 

 

— ¿Y tú qué? El dinero. — Le ladró Glenn furioso, mirándome luego. — Es tonta la niña. 

 

— ¡Oyee! No me insultes. — Lloriqueó Carla, pero eso sí, sin dejar de mirar el estúpido aparato. 

 

— A ti también te he traído algo. — Me dediqué a Glenn y Carla gruñó. 

 

— No pases de mí. 

 

— Cállate. — Le ordené mirándola y Carla suspiró molesta. — Te gustará lo que te he traído. — Me dirigí entonces a Glenn y me levanté. 

 

— ¿Libros? — Preguntó Glenn. Me acerqué hasta la maleta abierta, ni siquiera se dignó a cerrarla, y me agaché mirando el regalo de Glenn. 

 

— Libros siempre pillas. — Respondí, cogiendo su regalo y extendiéndoselo. — Para ti. 

 

— ¿Cuándo nos dirás quien es el padre? — Intervino Carla que se acercó a nosotros. 

Glenn se nos quedó mirando, dirigiendo al final su mirada únicamente a mí. 

 

— ¿Tendrás un bebé? — Me preguntó Glenn y le asentí levantándome. 

 

— Sí, Glenn. — Contesté y me agarré las manos. 

 

— ¿Acaso no te has dado cuenta? — Suspiró Carla mirando a Glenn con mala cara. 

Esta Carla me daba dolor de cabeza, era una desubicada. 

 

 

— ¿No es Hian el padre del hijo que esperas? — Me preguntó Carla poniendo mala cara. 

 

— Calla niña. — La regañó la abuela. 

 

— Hian es mi jefe. — Les dije sin más, aunque me habría gustado que él hubiera sido el padre de la criatura. No era que me disgustara que Calvin lo fuese. 

 

— ¿Y quién es el padre? — Me preguntó mi hermano Glenn, colocándose las gafas y pareciéndome esto ya un juego. “¿Quién es el padre?”.

 

— Se llama Calvin Áñez y él está deseando conoceros. — Conté y Glenn sonrió. 

 

— ¿Calvin Áñez? — Preguntó ilusionado. 

 

— Yo prefiero a Hian. — Masculló Carla, como si se tratara de elegir por elegir. 

 

— A mí me encanta Calvin. — Habló Glenn y sonreí impresionada por la actitud de ambos. — Se dice que hará una super película, El caballero Oscuro. 



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En el texto hay: familia, romance, amor

Editado: 06.06.2021

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