Dante

11. El sol deslumbra al asesino

—¡Barb! —gritó Olivia Rees desde su portal, provocando que me detuviera al instante.

Llevaba todo el camino de vuelta a mi casa con los puños apretados, maldiciéndome a mí misma por lo estúpida que había sido al intentar ir a hablar con Dante Della Rovere y no haberlo delatado ante el sheriff cuando todavía estaba a tiempo.

Ni siquiera yo entendía por qué lo había hecho.

—Hola, Olivia —la saludé, levantando una mano en su dirección, sin intentar fingir una sonrisa. Ella tampoco lo hizo.

Lanzó la colilla que descansaba sobre sus labios al suelo y la pisó con la punta de sus botas acordonadas, antes de soltar el humo que el tabaco había formado en su boca.

—Está muerta —dijo, tan seria que casi parecía enfadada, ni siquiera triste.

Apreté los labios y asentí con la cabeza.

Yo la había visto, cubierta de sangre, degollada, con los ojos sin vida y el cuerpo inerte, como el de una muñeca, desnuda y en su peor versión.

Recordé repentinamente la imagen del alcalde lloriquear apoyado en uno de los robles que rodeaban el mausoleo mientras los forenses cargaban con su hija, metida en una bolsa negra, siendo el único familiar al que le habían permitido llegar hasta allí, y el que más estaba sufriendo entre todos los presentes.

—Lo siento —pronuncié, colocándome un mechón detrás de la oreja.

Ella se levantó, apoyando las manos en sus rodillas, y asintió con la cabeza.

—Eso no es verdad, pero, de todas formas, gracias. Debe de haber sido duro ver un cadáver. Gavin todavía está en shock —siseó, andando hacia mí.

Me encogí de hombros y metí ambas manos en los bolsillos de mi cálido abrigo gris.

—Ha sido... Inspirador —logré decir, pues era la pura verdad.

Hicé una mueca cuando Olivia se detuvó bajo la acera que subía a mi portal. Tenía las ojeras negras debido a las lágrimas, y su nariz estaba roja, y no precisamente por culpa del frío.

Siempre había sido una chica guapa, de rasgos finos, piel pálida y cabellos anaranjados, aunque estaba claro que en aquel momento era todo lo contrario.

Había llegado a pensar que era fría y calculadora, una chica inteligente y poco sentimental, a quien poco le importaba el mundo que le rodeaba. Sin embargo, las lágrimas que todavía brotaban de sus ojos me habían dejado claro que mis impresiones no habían sido menos que falsas.

Su mejor amiga había muerto de una manera horrible, y no era la primera vez que ella vivía aquella sensación. La muerte de su hermano Loyd también había dejado huella en ella, quisiera mostrarlo o no.

—He visto cómo la metían en la bolsa. Violet se ha desmayado. Yo no.

Me mordí el labio inferior. ¿Qué se suponía que tenía que decir? Nunca había estado en aquella situación, porque nunca había visto a un muerto tan de cerca.

—¿Tienen alguna pista sobre quién es el asesino? —pregunté con interés, intentando cambiar de tema. Hablar de Mandi no iba a hacer sentir a Oli mejor.

Mi vecina bajó la cabeza para mirarse la punta de los pies.

Me sentía tan incómoda en aquel momento. Tal vez ya supieran que Dante había estado allí y que yo había mentido. ¿Y todo para qué? Él ni siquiera parecía afectado por haberle acusado de asesino, aunque tal vez era porque no lo era. Valentino había sido el que se había presentado cubierto de sangre.

—Nadie sabe nada, aunque, al estar dentro del mausoleo... —murmuró, antes de que un grito la interrumpiera.

Ambas nos giramos hacia el inicio de la calle, donde Violet, corriendo a toda velocidad, se acercaba peligrosamente hacia nosotras, con el brazo en alto, mostrando un objeto que reflejaba la luz del sol en varias direcciones y con un gesto terriblemente asustado.

—¡Vi! —gritó su amiga, frunciendo el ceño.

La chica de cabellos castaños y ondulados se detuvo cuando le quedaban tan sólo unos pasos para alcanzarnos, y se dobló sobre sí misma para colocar ambas manos sobre sus muslos y recuperar el aire con dificultad.

—¿Estás bien? —pregunté, observándola confusa. Parecía que iba a morir intentando respirar profundamente.

Ella levantó un dedo para que me callara y yo alcé las cejas, esperando a que empezara a hablar.

Olivia se acercó a ella y la hizo levantar para darle un abrazo, a lo que la otra respondió con un largo suspiro.

Observé su mano, intentando identificar el objeto que llevaba en ella, que seguía brillando y deslumbrando por los reflejos del sol.

Se separó de Olivia apartándola con cierta repulsión, como si le desagradara el contacto con su amiga, y luego me miró, alzando la barbilla.

Me crucé de brazos, esperando a que se dirigiera a mí, aunque se mantuvo callada, quieta, sin dejarme demasiado claro por qué.

—¿Qué pasa, Vi? —preguntó Olivia, escondiendo sus manos en los bolsillos de su cazadora y echando vaho por la boca debido al frío matutino de Aurumham.

Violet suspiró, para nada parecida a la chica que corría ilusionada hacia nosotras minutos atrás.

—¿Qué hace ella aquí? —preguntó cómo si yo no pudiera responder.

Chasqueé la lengua, adelantándome a la pelirroja.

—Pues mira, volvía a mi casa, pero veo que no puedo hacer ni eso ahora —vacilé, frunciendo el ceño.

—Tú has visto a Mandi morir— escupió, mirándome de arriba abajo.

La niña dulce que siempre había aparentando ser Violet Birdwhistle era en realidad una víbora. Y no me sorprendía, en absoluto.

Olivia agarró de un brazo a su amiga y la obligó a que la mirase.

—Ella no tiene la culpa de que esa imbécil le siguiera al bosque —gruñó.

—¿Imbécil? ¿Acabas de llamar imbécil a nuestra mejor amiga muerta? —preguntó Violet en voz baja, casi sin que pudiera oírla.

Me mordí el labio inferior. No me apetecía entrometerme en la discusión de lo que quedaba del grupo de Mandi Cooper, pues nunca había tenido nada que ver con ellas.

El único vínculo real que me ataba a ellas en aquel momento era el hecho de que yo tal vez supiera quién había matado a la hija del alcalde, aunque no estaba dispuesta a decirlo, al menos, en voz alta.




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