Narran las historias que mucho más allá de las murallas de hielo y los tronos de piedra, más allá del bosque de Anteros y los rayos de Eythora, se encontraba el antiguo continente de Velour, aquel en donde reinaban las casas más poderosas y ricas nunca antes vistas por el mundo.
El continente de Velour era conocido por tener cuatro enormes montañas. Según las malas lenguas, antiguos reyes de grandes reinos pelearon por el continente durante 30 años, hasta que los dioses intervinieron y decidieron dividir el continente, dando a cada reino una montaña, las cuales más tarde fueron conocidas como la montaña Iorwerth, donde regía la casa Lormon, la montaña Kalon, donde regía la casa Morell, la montaña Tarrent, donde regía la casa Wigan y la montaña Redvers, donde regía la casa Helder. 300 años después las casas mantenían una inquebrantable enemistad, cuyas razones ya han sido olvidadas en el tiempo.
Las cuatro montañas a pesar de tener un reino estable y de su considerable distancia, estaban conectadas debido a las ciudades fronterizas, en donde los integrantes de las grandes casas se mostraban sus espadas constantemente, los ciudadanos empezaron a mostrar su molestia hacia estos disturbios públicos, y las quejas no se hicieron de esperar. Los ciudadanos les exigieron a las casas un tratado de paz, a pesar del descontento que generaron sus exigencias, las cuatro casas cedieron. Los dirigentes de las grandes casas decidieron reunirse para establecer las pautas del tratado. Días más tarde las cuatro casas se reunieron para celebrar un gran banquete, donde todos los integrantes de las cuatro casas asistirían. La orgullosa casa Morell no se mostró contenta ante esto, y como último golpe contra su casa enemiga, la casa Lormon propuso la idea de que todos los años se celebrará este banquete para recordar el día que las grandes casas se volvieron aliadas. Ignorando la negación de la casa Morell, las demás casas firmaron el tratado de paz y acordaron verse el próximo año para celebrar este gran acontecimiento.
-¿Brielle? – una melodiosa voz inundó los canales auditivos de la joven, causando que cerrará de manera repentina el libro que sostenía entre sus manos.
-Madre. – la joven se acercó a la hermosa mujer de cabellos de oro que se adentraba en sus aposentos, sosteniendo en sus delicadas manos una pequeña caja de terciopelo de color azul.
-Ha llegado un regalo del joven Emris de Paris. – anunció su madre con emoción.
La joven rodó los ojos en una clara muestra de molestia hacia los constantes cortejos que recibía de los jóvenes solteros de las acomodadas familias de Iorwerth. Había dejado más que clara su posición hacia el matrimonio, pero sus padres habían mostrado su descontento hacia la decisión de la joven.
-Arrójalo en la hoguera junto a los demás. – expresó la joven regresando a la posición anterior sobre el alfeizar de la ventana, y retomando la lectura que su madre había interrumpido unos minutos atrás.
La mujer tomó asiento junto a la joven, cerró el libro y lo dejó a un lado, sus manos envolvieron las de su hija y observándola con un brillo maternal, le dijo.
-Querida hija, sé que estás molesta, pero no es propio de una jovencita tener estas actitudes. – la mujer suspiró con pesar. – Tu padre y yo en algún momento tendremos que partir de este mundo, deseamos verte feliz, porque no hay un dolor tan grande como el caminar solo por el sendero de la vida.
A pesar de las delicadas palabras de su madre, Brielle seguía sin entender por qué debía de contraer matrimonio para ser feliz. Ella no podía entender el mundo en el que vivía y sentía que nadie podría entenderla a ella, ellos nunca entenderían que no deseaba compartir su vida con alguien a quien no amaba. No deseaba una vida como la de sus padres y muchos otros integrantes de la casa Lormon.
-Prefiero caminar sola, antes de ser acompañada por alguien a quien no amo. – las duras palabras de Brielle decepcionaron a su madre.
La mujer dejó escapar un leve suspiro mientras observaba las esmeraldas de su hija ser abrazadas por la determinación. La mujer entendió que Brielle no cambiaría de opinión, entendió que su hija no deseaba vivir una vida miserable como la suya. A pesar de los años Brielle nunca entendió por qué su madre aceptó casarse con su padre. En su matrimonio no existía el amor, ni el respeto y estaba segura de que su unión no solo era por conveniencia.
-El mundo es un lugar cruel, espero que estes lista para enfrentarte a él. – la mujer abandonó la habitación con la mirada gacha y una tormenta de emociones y recuerdos que creía ya olvidados.
Brielle, observó por varios minutos el cuadro que se encontraba encima de la chimenea, soltó un suspiro y con nostalgia recordó los mejores momentos de su niñez. En la montaña Iorwerth, existe un cierto tiempo para contraer matrimonio y lamentablemente el suyo ya se estaba terminando, aunque no sea su deseo casarse a diferencia de sus otras hermanas, Brielle aun pensaba que existía alguien perfecto para ella y estaba dispuesta a esperar por él, aunque ya creía haberlo encontrado.