Dara: La MÚsica Del Demonio

▣ Episodio 21

▣ DE TOMÁS

“Hay algo dentro de ti más grande que tú mismo. Y si se lo pides, te dará fuerza.” — Epígrafe del guion que me dio Esteban.

Era tarde en la noche. Estaba sentado en la cocina leyendo el guion. De vez en cuando, mordisqueaba un trozo de mi queso favorito, "Oude Rotterdam". Todos en casa ya estaban dormidos.

«INT. CAFETERÍA — DÍA

Tomás está sentado junto a la máquina de café, leyendo un libro. No hay nadie más en la cafetería. Suena música suave. Suenan las campanillas de la puerta y entra ROBERTO (40). Un hombre en traje, de aspecto amenazador. Tomás se pone de pie de inmediato e intenta mostrarse amable, aunque en realidad está desconcertado. Roberto mira fugazmente a su alrededor y luego se acerca al mostrador de madera.

TOMÁS
¡Buenos días! ¿Qué desea?

ROBERTO
¿Eres Tomás, el dueño de esta cafetería?

TOMÁS
Sí.

ROBERTO
Vengo de parte del señor Ledger. ¿Te acuerdas de él?

TOMÁS
(asustado)
Por supuesto.

ROBERTO
Ahora esta cafetería le pertenece. Hoy vendrá nuestro abogado y firmarás los papeles. ¿Entendido?

TOMÁS
Pero... ¿por qué? Yo...

ROBERTO

(se inclina hacia él y muestra los dientes)

Tú sabes perfectamente "por qué". Y no quiero oír más excusas.

(se reclina hacia atrás)

Tal vez el señor Ledger te permita seguir trabajando aquí. Al menos por un tiempo.

TOMÁS
(murmura)
No puedes... Maldita sea, no puedes...

Se nota que está completamente en shock.

ROBERTO
(enfurecido)
¿Qué dijiste?

De repente, salta sobre el mostrador de madera y comienza a golpear a Tomás. Este ni siquiera se defiende, simplemente se abandona a su destino. Tras unos cuantos golpes, su rostro se convierte en un saco de boxeo ensangrentado.

ROBERTO
No te rompo las manos solo porque las necesitas para firmar los papeles, imbécil.

La sangre salpica la brillante superficie de la máquina de café, y de repente Tomás empieza a reírse. Roberto se pone de pie.

TOMÁS
¿Quieres un americano con leche?

Roberto mira con asco y desconcierto a su oponente caído.

ROBERTO
¿Pero qué demonios dices?

Tomás, tumbado en el suelo, se incorpora sobre los codos. Su rostro termina hecho un desastre ensangrentado, como un saco de boxeo.

TOMÁS
¿Por qué no? Quiero prepararte un americano con leche. ¿No te gusta la leche?

Tomás hace un gesto burlón con los labios, como si sorbiera algo.

ROBERTO
(escupe)
Arréglate la cara.

Roberto sale de la cafetería, mientras Tomás se ríe de forma extraña y se levanta con dificultad del suelo».

Cuando empecé a leer el guion, pensé que me iba a dar sueño. Pero no lo hizo... Me enfureció. Y con cada página, todo se volvía más perturbador.

«Te despiertas en una casa llena de carne humana. 'Carne', porque ya es difícil reconocer en ella a las personas. Los cadáveres están cortados y esparcidos sin orden: las piernas amontonadas sobre la mesa, las entrañas sobre la cama y los intestinos desenrollados por el pasillo. Al principio, crees que estás solo en la casa, pero de repente, de la esquina, aparece un carnicero gigantesco. Es un hombre calvo con un delantal cubierto de sangre de pies a cabeza. Su mirada sombría y vacía cae sobre ti. En un segundo, tu corazón se acelera a 150 latidos por minuto. Sabes que no tienes ninguna posibilidad de resistirte. Pero en ese momento, el carnicero aparta la vista y sigue caminando.

Al rodearte, examina los órganos en las mesas, toma uno en su mano y se lo lleva. Exhalas lentamente y comienzas a buscar una salida de la casa. Pero no hay ninguna. En otras habitaciones, solo hay más restos humanos. Algunos huesos ya han sido roídos. En la casa, aparecen otros carniceros en tu camino: todos muy parecidos, con la misma mirada fija sobre ti.

Hasta que, de pronto, uno de ellos levanta un dedo y te señala… Y entonces entiendes que te han reconocido».

Sí, era el mismo guion. Empecé a sentirme inquieto y a mirar cada vez más a menudo hacia los rincones oscuros de la habitación. El personaje principal, Tomás, se transformaba involuntariamente en un monstruo. Y aunque aún no había hecho nada malo, sabía que esto no terminaría bien. Todas esas visiones suyas, con cadáveres en masa, carniceros y el hecho de que poco a poco le quitaban todas las condiciones para una vida normal. Los problemas caían sobre él como una avalancha, lo cual, aunque paradójico, tenía perfecto sentido para mí.

Bueno, antes había interpretado personajes a los que la vida había golpeado con dureza. Pero asesinos... Y mucho menos asesinos psicóticos, nunca. Y cuando pensaba en lo que haría si me encontrara en una situación difícil en la vida, comprendía... que simplemente no llegaría a estar en esa situación. Las personas atraen sus circunstancias, sus destinos, sus historias.




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