▣ Episodio 44

▣ DE TOMÁS ▣

El ensayo se vino abajo. No podía concentrarme. Señora Anna, una mujer muy reservada que interpretaba el papel de mi madre, empezó a ponerse nerviosa.

— Tomás, terminemos por hoy, — finalmente dijo.

Acepté en silencio y salí del estudio rápidamente. La mirada obsesiva de Dara… eso era lo único que nublaba mi mente. Y sus palabras… Su voz en mi memoria se volvía cada vez más áspera. Voz de hombre. Voz de bestia. Repitiendo: “Tomás, pronto llegará tu turno. Estás tan cerca”.

Ni siquiera recuerdo cómo llegué a casa y, por alguna razón, me acosté a dormir. Dicen que en cualquier situación incomprensible, lo mejor es dormir. Pero no funcionó.

— Tomás, ¿te sientes mal? — escuché la voz de Elena junto a mí.

Abrí ligeramente los ojos. Estaba de pie junto a mi sofá.

— No. Solo estoy cansado. Quiero dormir un poco.

— Bueno, está bien.

Salió de la habitación y yo me giré con irritación. ¿No está claro que cuando alguien duerme, quiere dormir? ¿Por qué despertarlo? Se puede obligar a hacer muchas cosas, pero dormir por la fuerza no es una de ellas.

— ¿Papá, estás dormido?

Sacudido de mi letargo, me di la vuelta bruscamente. Frente a mí estaba Gabriel.

— ¿¡No es obvio!? ¡Déjame en paz! — le solté un grito y, en el mismo instante, me di cuenta de lo estúpido que había sido.

Por un segundo, vi miedo y dolor en el rostro de mi hijo. Al siguiente, Elena apareció en la puerta y lo tomó de la mano.

— Vamos, Gabo. Papá quiere descansar.

Lo sacó de la habitación sin mirarme. Me volví hacia el sofá otra vez. En mi cabeza, ya me veía en un tribunal, justificando mi comportamiento miserable. “¿Por qué le gritaste a tu hijo?” “¡Solo quería dormir!”

— Tomás, no estás manejando esto bien.

— ¿Qué?

Al día siguiente, Néstor estuvo con nosotros en los ensayos desde temprano. A veces intervenía para corregir algo, pero en su mayoría observaba. Sin embargo, sentía que algo no iba bien. El maldito papel no me salía. No podía concentrarme en absoluto. En cambio, las actrices lo hacían de maravilla, pero sus roles eran sencillos.

Después del ensayo, Néstor desapareció por un rato y luego me llamó a su oficina temporal.

— Tomás, no estás manejando bien el papel, — repitió.

— Es temporal. Solo... no puedo concentrarme.

— Desde el principio no querías hacer esta película. ¿Tal vez es hora de dejarlo?

— ¿Qué? Néstor, ¿cómo voy a dejarlo? Todo el mundo sabe que estoy en el proyecto.

— Podemos inventar una excusa. Diremos que tienes otro proyecto, — dijo con calma, pero yo ya hervía de rabia.

— ¡Otro proyecto hay que tenerlo! ¿De dónde voy a sacarlo?

— La señora Anna me lo comentó también...

— ¿Qué?! ¿Qué dijo?

— Que no estás dando la talla. Que este papel no es para ti.

— ¿¡Pero qué carajo...!? ¿¡Qué coño le importa a ella!? ¿Se cree que lo sabe todo?

— Tomás...

Néstor se sentó detrás de su escritorio, como si quisiera poner una barrera entre nosotros.

— No tienes que reaccionar así. No pasará nada grave si abandonas el proyecto. De todos modos, es cine de festival, difícil de entender. Puede ser un completo fracaso. Luego te arrepentirás de haberlo hecho.

— ¡Es una cuestión de principios! — golpeé la mesa con la palma de la mano. — ¡Ahora es una cuestión de principios!

Exhalé y me acerqué a la ventana. Tomás, cálmate. Compórtate con dignidad.

— Bien, Néstor. Sé qué hacer.

— ¿Qué exactamente?

— Sé cómo transformarme en el personaje. Te prometo que en unos días verás un resultado completamente diferente.

— Bueno, si dices eso, esperaré...

Lo miré con ironía.

— ¿Esperarás? ¿Tu tiempo es tan valioso? ¡He trabajado en producciones con presupuestos que ni en tus sueños podrías imaginar!

— Lo sé, Tomás. Estoy al tanto. — Su tono se volvió frío por primera vez. — ¿Crees que puedes ponerme en mi lugar? Yo mismo lo elegí. Pero algunos proyectos como este han recaudado miles de millones con un presupuesto mínimo.

— ¿Crees que puedes hacer una película así?

— Con tu actuación actual, no.

Me acerqué a él y le señalé con el dedo.

— Por eso es una cuestión de principios.