Dareph

Capítulo 1.-

Hace un par de horas que el sol ha salido y las cosas en aquel pequeño campamento se han vuelto un poco intensas, pero… ¿Por qué? 

Realmente no se sabe, ¿o sí? 

Algunos de los chicos que están listos para su entrenamiento matutino son interrumpidos por el comandante, Zadkiel, uno de los guerreros más poderosos de Celesty, el reino oculto entre las montañas. 

El más conocido como el ángel de la destrucción. 

—¡Rápido! —Ordenó. —¡Están cerca! —Su voz se puede oír en todo el lugar y, aunque los demás saben lo que eso significa, están un poco nerviosos, ya que es la primera vez que sucede algo así. 

Los seres de oscuridad, las criaturas que debían permanecer escondidas en el brumoso bosque, acechan el campamento, alejados de la vista de cualquier persona que pudiera verlos, sin embargo, su esencia es capaz de detectarse. 

Nadie se atrevía a salir de ahí, a pesar de que tenían que regresar a palacio, primero debían deshacerse del enemigo. 

—¡Muévete con un carajo! —Zadkiel se dirigió a un chico cuyo cabello castaño era alborotado por el frío viento. 

Aquel guerrero parecía de lo más tranquilo, no le importaban mucho las indicaciones de su superior. 

—Sabes que sí me sigues dando órdenes me voy a demorar más, ¿cierto? —dijo el chico con ese peculiar tono burlón, lo que hizo que el comandante frunciera el ceño. 

—¿Qué fue lo que dijiste? —Zadkiel se acercó al joven ángel. 

La molestia era tan evidente en él, que se preguntó porque el guerrero se atrevía a hablarle de ese modo tan altanero. Estuvo a nada de soltar una amenaza, cuando fue interrumpido por una voz conocida:

—¿Y acaso no sabes que por tu culpa ambos pagamos las consecuencias? —El castaño, quién esperaba con ansias algún comentario de parte de su comandante se quedó inmóvil y con los ojos muy abiertos. Tragó saliva antes de girar sobre sus talones. 

Ni siquiera mostró una de sus tantas sonrisas divertidas, ver su seriedad, lo hizo arrepentirse de pronunciar palabra alguna. 

Cuando llegaron al campamento, su mejor amigo había sido llamado a una clase de reunión, dónde se les iban a asignar una misión, aunque cada vez que salía de la tienda de campaña su rostro se notaba cansado y los brazos en el pecho indicaba que no le pareció en absoluto lo que los superiores dijeron. 

—En eso, Seph tiene razón, Daren —El comandante rompió el silencio, el cinismo en su voz lo hizo estremecer, conocía bien ese tono y casi nunca se trataba de cosas buenas. —Así que, no sé cómo demonios lo hagan, pero quiero a esa criatura fuera de aquí ahora mismo y no sé atrevan a volver sí la han dejado escapar, ¿entendido? —Y al decir eso, Zadkiel se marchó dejando a los chicos desconcertados. 

Daren abrió la boca para decir algo, pero Seph se le adelantó:

—Ni sé se te ocurra decir algo —le advirtió pasando por un lado de él. 

El bosque, un sitio de lo más tranquilo, al que el ser humano no se atrevía a pisar. 

El lugar perfecto para que los seres de oscuridad creen su propio caos, al menos sin que nadie pudiera interrumpirlos, sin embargo, eso cambió cuando los ángeles llegaron y cada uno de sus planes malévolos fueron arruinados o eso creían.

¿Y quién dijo que con detenerlos sería suficiente?

Quien sabe. 

Tal vez sí o tal vez no. 

Al caer los ángeles se les otorgó la protección de la luna, pero ni siquiera ella podía saber que es lo que iba a pasar. 

La vida da demasiadas sorpresas, cuando hay oscuridad. 

Más allá del bosque, cerca de un par de robles, existía una pequeña frontera que dividía a los mortales de los celestiales, un portal. Una entrada que la mayoría de los ángeles desconocían, solo quienes eran guerreros se atrevían a pisar ese lugar y los demás temían terminar engañados por ese mundo, ya que nada de su alrededor era lo que parece. 

—Ay, qué asco —dijo Daren al ver la forma babosa que dejaba un rastro de viscosidad a todo lo que tocaba, parecía que se arrastraba de un modo que dejaba sus brazos retorcidos que se preguntó el cómo es que sus huesos seguían intactos, al menos de que no tuviera. —¿De verdad tenemos que pelear con esa cosa? —Procuró no sonar aburrido ante la situación, pero le fue imposible.

Había algo en todo eso que le resultaba muy extraño y es que desde que se convirtió en guerrero nunca conoció a un ser de oscuridad dispuesto a arriesgar su vida, ya que la luz del sol era fatal para todos ellos. Preferían vivir en las tinieblas ante la ausencia del sol. 

Tomando así a la oscuridad a su favor. 

No tenía sentido que una criatura de tan desagradable aspecto y malas intenciones estuviera vagando por el bosque cuando los rayos del sol se encuentran en lo alto del cielo. 

—¿De verdad le dijiste eso al comandante? —preguntó Seph con un poco de curiosidad. 

—¡Oye, criatura! 

—Ya me lo suponía. 

“¿Por qué la guerra nunca termina?” Se preguntó Seph. 




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