Seph miró a su alrededor confundido, la habitación del rey estaba siendo remodelada, la pared que debería estar de un color cobrizo parecía tan frágil que en temía que en cualquier momento se fuera a caer, ni siquiera pudo reconocer los pequeños muebles que adornaban la estancia. La mayoría estaba tan de mal estado que casi sintió pena.
Pero eso no fue lo que lo dejó con la boca abierta, si no la armadura que el rey llevaba encima, una de esos viejos prototipos que los guerreros habían dejado de usar porque les lastimaba la entrepierna.
Una que lo protegía de cualquier ángel que quisiera hacerle daño, aunque Seph pensó en las mil maneras en las que un ser divino podía defenderse, pero no dijo nada al respecto.
Sabía que el único guardaespaldas que el rey se podía permitir era a Zadkiel, el cual decía que daría la vida por él.
Un lema bastante ridículo, incluso para él.
—Su majestad… —Seph estuvo a punto de hacer una reverencia, pero el rey lo detuvo.
—No es necesario que hagas eso —. La seriedad en su voz le dio un poco de miedo que tuvo que retroceder un par de pasos.
¿Desde cuándo el rey tenía esa actitud tan extraña?
No entendía el motivo de ese comportamiento suyo, sí se suponía que hace unas horas debió de recibir malas noticias que no le quedarían los ánimos para sonreír.
Los rumores sobre que las alertas del palacio habían fallado ponía nerviosos, incluso a los querubines más jóvenes y el rey estaba de lo más tranquilo.
A Seph no era eso lo que realmente le preocupaba, si no los guardias desaparecidos y el murmullo siniestro de la oscuridad.
Quizás al rey no le importaba Celesty realmente como tanto se decía.
En su rostro no había ni una señal de inquietud, más bien estaba muy emocionado por lo que iba a decir, Seph pensó que se debía quizás a la llegada de su hija mayor, quién volvería a casa después de haber estado casi toda su vida en Estrella Lunar, en el palacio que se encontraba cerca de un manantial.
El rey se veía orgulloso de que su hija pequeña estuviera entrenando para ser una guardiana más, sin embargo, los únicos que no estaban de acuerdo con eso eran los guerreros, porque a pesar de todo ellos protegían el portal.
Seph había escuchado rumores de que la princesa venía en camino, solo que le tomaría un tiempo en regresar debido a la oscuridad y lo lejano que era ese lugar.
Aunque también se decía que la hija del rey había sido enviada a ese reino para que los espectros no le hicieran ningún daño, estaba aterrada, después de todo, cuando era una niña miró como la oscuridad le arrebató a su hermana mayor.
Tanto era el temor del rey que quiso mantener a salvo.
Nadie conocía el verdadero motivo de su huída a excepción del rey.
Sí los guerreros no tuvieran la obligación de estudiar las debilidades de su enemigo era muy probable de que estarían muy interesados en la historia de la familia real.
Una vez Daren le contó a Seph que una noche estuvo a punto de saber ese gran secreto, cuando se suponía que debían permanecer en sus habitaciones por órdenes de Zadkiel, escuchó murmullos en los pasillos y, aunque trató de averiguar lo que sucedía no pudo hacerlo porque vio a los miembros del consejo llegar.
Seph pensó en las probabilidades de que Daren usaría esa información a su favor y no entendía el porqué su amigo sentía cierto odio hacía cualquier superior que se le acercaba pudo averiguarlo después.
Ser un poco ingenuo le ayudó a darse cuenta del error que estaba cometiendo al estar cerca de esos ángeles.
Había creído que el rey era su amigo.
Y es que cuando entró al escuadrón celestial, Zadkiel le daba tareas muy difíciles de sobrellevar junto a Daren para que así ambos, en especial Daren, se rindieran y ya no quisieran estar más en la guerra contra la terrible oscuridad, sin embargo, todos esos esfuerzos fueron en vano.
Seph a pesar de que no quería formar parte del ejército, demostró tenacidad y coraje en cada una de las batallas que se le presentaban y un día, como recompensa el rey lo llevó a las afueras del palacio, dónde el pueblo de Celesty esperaba con ansias a su gobernante.
Un lugar en el que estuvo a punto de morir por culpa de él.
Después de que fuera salvado, la mayor parte del tiempo, cuando no tenía alguna obligación que cumplir, se iba del palacio con Daren, mientras que el rey dormía o trataba de cumplir con todo lo que tenía que ver con ser gobernante de Celesty.
—Sabe muy bien que no puedo hacerlo, señor —A Seph no le gustaba hablar de esa manera tan formal lo hacía sentir muy incómodo. No era un estilo que él acostumbraba, pero sí el comandante escuchaba que le decía algo informal al rey seguro que su castigo no sería piadoso y Daren, a parte de que se estaría quejando, le daría un buen golpe en el hombro. —¿Y bien…? —Se apresuró a decir. —¿Para que me ha llamado?
El rey lo miró por un breve instante antes de sonreír.
Al ver esa expresión macabra, Seph dudó en sí quedarse en ese lugar o salir corriendo, además que no quería escuchar ninguna clase de sermón.
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Editado: 14.11.2024