Dareph

Capítulo 5.-

En lo más profundo del bosque, un chico de aspecto cansado se detuvo cerca de los robles, su corazón late con tanta rapidez que piensa que en cualquier momento se le puede llegar a salir del pecho. 

Nunca imaginó que al salir del portal una criatura de la oscuridad lo estaría esperando. 

Al principio, cuando vio la silueta moverse con tanto sigilo, creyó que se trataba de uno de sus amigos tratando de hacerle una broma, sin embargo, al ver su rostro de cerca pudo notar las rasgaduras que iban desde su mandíbula hasta su cráneo y en sus ojos, dónde se podría ver la ventana del alma solo había un par de huecos negros, como sí de alguna manera el caos hubiese causado en la lucha de su propia esencia. 

 —Joder… Un… Espectro. 

Y sin dudarlo ni un minuto más, salió corriendo, saltando las ramas y raíces que sobresalen del camino. Una trampa que es causada por la misma naturaleza, de vez en cuando miraba por encima de su hombro a la criatura para asegurarse de dejarla atrás, sin embargo, se dio cuenta de desventaja en esa batalla. 

Pensó en las habilidades de los guerreros, en su forma de luchar contra el mal, sí tan solo él fuese uno de ellos sería capaz de terminar con todo eso de una vez por todas. Ni siquiera sus alas le podrían ayudar a escapar. 

Se distrajo tanto con ese pensamiento que no se percató de la raíz que salía del cielo con una forma de un círculo extraño, lo que lo hizo tropezar y dar giros contra la superficie antes de caer.

Soltó un gritó de dolor cuando su cara se impactó contra un viejo tronco. 

El espectro aprovechó esa pequeña oportunidad para saltar encima de él, al mismo tiempo que en su garganta salió un sonido aterrador que lo estremeció, el chico dio un par de giros en el suelo para alejarse de sus fauces.

Se preparó para contraatacar, colocó una mano sobre su costado en busca de su espada, había aprendido a dominarla desde que era un querubín, pero no era muy bueno en ello. 

Cuando se dio cuenta de que la espada había desaparecido, soltó una maldición en voz baja. 

El cinturón de su cadera debió haber caído en algún lugar del bosque cuando intentaba escapar del espectro. 

—Mierda —musitó. 

A pesar de ser un ángel, sabía que no tenía esa velocidad y fuerza sobrehumana, comparada con la de los espectros era débil, así que pensó en cuántas posibilidades tenía para tratar de mantenerse con vida. 

Mientras intentaba alejarse del espectro, trató de recordar qué camino había tomado antes de llegar ahí, su espada no pudo haber desaparecido solo porque sí. 

Al menos, que… 

—Demonios —tomó un poco de aire. 

Buscó con la mirada algo que podría usar para defenderse o usar como escudo, pero no pudo encontrar nada y en su mente no estaba en morir como un cobarde. 

—¡Adhrael! —Una voz desconocida invadió su cabeza. 

—¿Qué…?

Frunció el ceño. 

A su alrededor no había más que oscuridad. 

En su mundo, solo había una persona con esa habilidad, entrar en la mente de las personas de vez en cuando, un poder no muy bien desarrollado capaz de perderse como el hilo del destino. 

Y ese era su hermano. 

Creyó que el cansancio le estaba jugando muy mal, cuando vio de reojo a algo moverse entre los árboles, incluso llegó a distinguir el cabello rubio de su hermano, solo que no era posible porque él se encontraba kilómetros y kilómetros lejos de ese lugar. 

—¡Agáchate! —La urgencia de esa voz lo hizo obedecer. 

Y en ese preciso momento algo surgió entre la oscuridad, un tenue destello de luz apareció que después se convirtió en una clase de sombra, otro espectro pensó. 

No, un ángel que con un hábil movimiento de espada alejó a la criatura cuando quiso morder el brazo de su hermano. 

—¿Seph? —Adhrael pudo reconocer a su hermano mayor. —¿Cómo es que…?

Dejó salir un suspiro de alivio, había estado a punto de perder la vida y ahora que estaba su hermano no se quedaría de brazos cruzados. 

¿Cómo era posible que su hermano apareciera en esos momentos, en los que por poco pierde la vida? 

—Deja eso para después y mejor ayúdame —lo interrumpió Seph. —¿O acaso vas a quedarte ahí a mirar? Porque para empezar, no deberías estar siquiera aquí —Adhrael rodó los ojos. 

Ese sermón ya se lo sabía. 

—¿Acaso quieres que muera, hermano? —Adhrael cruzó los brazos ofendido. 

Seph negó con la cabeza. 

No podía creerlo. 

¿Desde cuándo tenía un hermano tan imprudente? 

¿Cómo era posible eso? 

¿Acaso pensaba que con amabilidad se podía vencer a las tinieblas? 

Los corazones blandos y bondadosos no tenían lugar en ese tipo de travesías. 

La oscuridad era tan aterradora, tan ruin que ni siquiera al peor de sus enemigos lo dejaría en medio de aquel lugar como si nada. 




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