En el palacio, la tensión se volvía cada vez más molesta, Daren tenía la vista fija en Yue, la miraba con ese mismo desprecio que hacía cuando una persona no le caía del todo bien y eso era con la mayoría de la gente.
Deseo poder borrar su sonrisa burlona del rostro, quería hacerlo de no ser por un pequeño detalle, Irina estaba ahí y no iba a caer en las provocaciones de la morena.
—La verdad es que siempre creía que tus gustos eran diferentes —Yue miró a Irina de arriba a abajo e hizo una cara de asco. —Nunca imagine que te llegasen a gustar las plebeyas, Daren —Esta vez dirigió su vista a Daren. —Qué desperdicio.
Daren no iba a permitir que se metiera con Irina.
—Déjala en paz, Yue —le advirtió, Daren tomó la mano de Irina y la colocó detrás de él. —Ella no te ha hecho nada.
Yue dejó salir una risita burlona.
—De eso no estés tan seguro, Daren —le aseguró.
—No me vengas con…
—¿Qué…? —Yue arqueó una ceja. —¿Ahora me vas a decir que no te la pasabas bien conmigo? —Daren abrió los ojos de par en par al escucharla, no le había contado nada relacionado a Yue a Irina, porque para él ya eran cosas irrelevantes. Un error del que se arrepentía. —Además, sé que cuando nadie está viendo, tienes aventuras con otras chicas del palacio —Yue sonrió. —Ella… —Señaló con la cabeza a Irina, Daren no dejaba de abrazarla, de protegerla. —Esa una de un montón, una de tus tantas diversiones —el semblante de Daren palideció ante aquellas palabras, sin duda, Yue podía llegar a ser muy cruel. No había visto venir eso.
Irina estaba tan sorprendida como él, en su mirada se reflejaban tantos sentimientos encontrados, uno de ellos el enojo y la decepción.
¿Cómo es que había jugado de ese modo con ella? ¿Por qué? ¿Por qué los hombres miraban a las chicas como una simple diversión?
Como pudo se apartó de Daren, tenía que irse de ahí, quería alejarse lo más que podía del chico que alguna vez le demostró el significado del amor, sus ojos cristalinos por las lágrimas, quería sacar toda esa frustración que crecía dentro de ella, pero no se iba a derrumbar. No delante de ese par.
Sí que el destino podía llegar hacer muy jodido.
El sonido de un golpe sorprendió a Daren, ni siquiera lo esperó, su mejilla ardía, pero lo que le dolía no era la cachetada que había recibido si no la razón del porque se la propinó.
Irina estaba tan sorprendida tanto como él, mientras de fondo el público se resumía en Yue quién no parecía mofarse ante dicha escena.
Tal vez sí lo merecía, después de todo.
Daren colocó una mano sobre su mejilla, estaba atónito e Irina a punto de llorar.
“Estúpida, Yue”
—¡Irina! —La llamó cuando la vio correr. —¡Espera! —Cuando hizo el ademán de ir tras ella, Yue lo tomó del brazo para detenerlo.
—Te doy tres para que me sueltes —la amenazó. —Y ya van dos.
Yue rodó los ojos antes de soltarlo y mostrar una de sus sonrisas hipócritas.
—Oh, déjala —Daren la miró incrédulo. —Se le va a pasar —Yue alzó las manos en forma de inocencia cuando el semblante de Daren cambió.
No entendía aquella acción de Yue, no la entendía y nunca lo iba hacer.
Abrió la boca para reclamarlo, para decirle todas esas verdades que merecía, cuando un movimiento lo hizo girar, frunció el ceño, en las puertas del palacio una criatura trataba de entrar.
Con rapidez colocó a Yue detrás de él, tenía que protegerla para que así la oscuridad no les quitará lo que ella era.
—Espectros… —murmuró.
“Imposible” pensó Daren. “Ellos no pueden ser capaces de entrar a este lugar”
Maldijo por lo bajo al recordar que había olvidado su espada en el salón de entrenamiento, además que estaba seguro que no la iba a necesitar estando con Irina, ella no era un peligro para él.
Aunque de haber sabido que Yue se acercaría a ellos, estaría más armado que Seph en una batalla.
Nunca se le había complicado estar en una cita, como ahora.
“Oh, genial, Daren” pensó para sí mismo al darse cuenta de que no llevaba ni siquiera una daga. “¿Qué sigue? ¿Invitar a una de esas cosas a beber café?”
—Yue —espero que su tono de voz fuera suficiente para que la chica entendiera lo que trataba de decir y en efecto, así fue.
Yue cerró los ojos en respuesta, murmuró un par de palabras inentendibles, un idioma que solo ella conocía y luego, de pronto; un resplandor de color puro cubrió el cuerpo de Daren, un escudo hecho por la misma luna, la que protegía cada corazón.
Una defensa difícil de detectar, una que muchas veces rechazo por ser quién era, uno de los mejores guerreros de Celesty, sin embargo, al no poseer ni una clase de poder divino tuvo que aceptar el hecho de ser protegido como todos los demás.
Antes de salir de ese lugar, Yue le entregó una daga, una que había sido forjada por uno de sus hermanos mayores, cuando aún era una niña ángel que no tenía ninguna preocupación. Un arma creada de la luz de la luna y el destello del polvo estelar de las mismas estrellas, un color único, un mezclado de oro y plata.
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Editado: 14.11.2024