Dareph

Capítulo 7.-

Todo está en silencio. 

Un tipo de tranquilidad que inquieta a cualquiera. 

Los grandes ventanales de la habitación son cubiertos por unas oscuras cortinas, en las cuales un raro tono verde sobresale de sus esquinas formando una extraña figura. 

La luz es tenue debido a las velas que se encuentran en uno de los candelabros, los cuales posan de manera irregular en la mesita de noche. 

En la cama, durmiendo con tanta paz está Seph. 

Del otro lado de la habitación, Daren permanece en silencio, se encuentra recargado en la pared, mirando a la nada, perdido en sus pensamientos, mientras mantiene los brazos sobre el pecho. 

Su esperanza cuelga de un hilo. 

Deseando con cada segundo que pasa que su mejor amigo despierte de aquel trance en el que se ha sumergido. 

Han pasado dos noches desde aquel incidente, en el que por poco lo mata. 

No se había percatado de lo que lo cegaba cuando había salido del jardín, de que algo jugaba con su mente de una manera inexplicable, de tal forma que lo hizo creer que su mejor amigo era un espectro. Una criatura de la noche. 

Después de haber roto ese hechizo, Seph se desplomó a sus pies y desde entonces duerme con esa tranquilidad para que así pueda recuperarse de aquella herida. 

Estaba tan sumergido en esa serenidad, en esa quietud, que todo a su alrededor pasaba tan lento, mientras que a la par su cuerpo poco a poco se recuperaba. 

Daren al ver el cuerpo de su mejor amigo en el suelo, creyó que lo había asesinado, que había sido capaz de semejante crueldad, sin embargo, pudo darse cuenta de su débil respiración. 

En su brazo yacía una herida que estaba contaminando todo su ser de una manera lenta, fue ahí que entendió que él no causó todo eso sino el poder de la daga. 

Un arma que pertenecía al destello de las estrellas, digna de la hija de la luna. 

Seph tuvo suerte de que el poder no fuera capaz de destruir su energía, su esencia celestial, en cambió, de haber sido una criatura de la oscuridad, la daga no solo lo hubiera lastimado su corazón, también lo hubiese convertido en polvo. 

—Eres un imbécil —Adhrael se acercó esa noche a Daren. —¡Estabas a punto de matarlo! —La voz molesta del chico hizo que Daren lo mirase de la misma manera. —Deberías alejarte de Seph antes de que de verdad lo hagas. 

Ah, no. 

Podría decirle mil cosas sí quisiera, pero jamás iba a lograr separarlo de la persona que consideraba un hermano. 

—¿Y qué si no lo hago? —le preguntó Daren.

—¿De verdad crees que eres un buen amigo? —soltó Adhrael con burla. —¿De verdad crees semejante mentira? 

—¿Y qué me dices tú? —Daren estaba harto de escucharlo. —Poner la vida de Seph en riesgo, ¿es ser un buen hermano? —Su cabeza parecía querer estallar, el hechizo tenía muchas consecuencias, pero la principal un dolor terrible. —Por favor, Adhrael —rodó los ojos. —Quita esa idea estúpida de tu cabeza —lo miró con molestia. —Eres el menos indicado para darme un sermón si no fuera por ti, te aseguro que nada de esto hubiera pasado. 

—¿Qué? —Adhrael no podía creer lo que estaba escuchando. 

Nadie había mandado a Seph a salvarle la vida, él lo hacía porque quería. 

—Como lo escuchaste —Daren tomó el cuerpo de Seph para llevarlo dentro de palacio. —Esto es tu culpa, imbécil —justo cuando se giró para irse, Adhrael lo tomó del hombro y le propinó un golpe en la cara. 

Daren no dudó ni un segundo en devolverle el favor. 

A pesar de que su mejor amigo necesitaba con urgencia ser atendido no iba a dejar que un chiquillo que se creía guerrero le dijera lo que tenía o no qué hacer. 

El rechinar de la puerta hizo a Daren volver a la realidad, Adhrael entró a la habitación acompañado por un chico inusual.

Desde que Seph se encontraba en cama, la presencia de ese ángel era de gran ayuda, ya que de repente sufría espasmos, producidos por sueños y solo él tenía el poder de auxiliarlo. 

El ángel no era muy alto como lo eran los guerreros, no poseía ese porte de superioridad como ellos.

Casi podía jurar que era mucho más joven que los demás, su cabello blanco como la nieve siempre llamando la atención de los plebeyos y de quién poseía una fuerza superior, aunque no tan llamativos como sus ojos. 

En ellos, se combinaban los colores del universo y su nombre, tan significativo como cualquier otro, Calem, el ángel de la paz, o mejor conocido como el chico de las pesadillas. 

Daren miró a Adhrael con desagrado, no quería verle la cara, pero siendo hermano de su mejor amigo no resultaba inevitable, aunque eso no quería decir que iban a tener una linda charla. 

Frunció el ceño al ver la palidez en el rostro de Adhrael y en su mejilla un ligero tono púrpura, al menos su golpe le dejó en claro que no tenía que meterse con él. 

Sonrió un poco antes de borrar todo rastro de sonrisa. 

Dejó salir un suspiro al recordar lo que sucedió esa noche.




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