Dareph

Capítulo 13.-

Antes Del Caos. 

 

Arcángel Nithael. 

Recuerdo muy bien el día de la caída. 

Aquel castigo al que fuimos condenados a cumplir por el resto de nuestra eternidad. 

Cuando todo eso pasó, mis hermanos y yo no podíamos entender el por qué el creador tomó esa decisión, claro, no fue hasta tiempo después que conocimos la verdad. 

El verdadero propósito de nuestro destierro. 

Antes de que el infierno en el paraíso comenzará, antes de que el mundo de los humanos se convirtiera en caos. Nosotros. Los ángeles teníamos una labor muy importante, la cual era cuidar, proteger a cada una de esas almas mortales. 

¿Por qué? 

Es una buena pregunta que no pienso responder. 

Cada uno de nosotros tenía su propia misión, por así decirlo. 

Aunque cada cierto tiempo, cinco años a lo mucho, se nos daba la opción de elegir nuestro deber, es decir, estar en el paraíso haciendo absolutamente nada importante o ir a la Tierra y convertirnos en los guardaespaldas de los humanos. 

No voy a negar que me gustaba más estar allá abajo, en ese mundo, me parecía sin duda alguna increíble. Me encantaba a pesar de lo que era. Un ángel al servicio del cielo. 

¿Nuestra misión? 

No dejar que los demonios tocasen a los humanos. 

Los mortales son tan tonto que con tan solo un pequeño engaño son capaces de caer en su maldad, son unos idiotas incapaces de ver la realidad. 

No sé cómo es que el creador decidió darles el libre albedrío cuando ni siquiera se pueden valer por sí mismos. 

La mejor parte era que podíamos ocultar nuestra esencia en ese mundo. No es como que me guste ver a un mortal salir corriendo con tan solo ver mis alas. 

Le temen tanto a lo desconocido que lo destruyen por miedo a que les haga daño, cuando no es así. 

—¿Va todo bien, Nithael? —La voz de un guardián del cielo resonó en mi cabeza como un lejano pensamiento. La verdad es que, por un instante me olvidé de mi misión. Darle mis informes a los miembros de La Corte Del Cielo y todo por disfrutar la vista del lugar. 

Vaya problema… 

 —Perfectamente —Fue lo único que dije antes de volver mi atención a mi alrededor. Todo parecía estar sumido en una gran tranquilidad a excepción de un par de mundanos que estaban discutiendo sobre algo sin importancia. 

Ni siquiera me atrevía a meter las manos al fuego por ellos. 

Éramos como sus pequeños superhéroes. 

Agh. 

Qué patético se escuchó eso. 

Aunque siendo seres pertenecientes de lo sobrenatural no dudo que todo puede pasar, además que el bienestar de los más débiles siempre es nuestra prioridad. 

Y pensar que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve en el paraíso… 

No diré que extraño todo eso, aquellos privilegios de los que uno puede llegar a gozar, porque la verdad es que no. 

Bueno, tal vez un poco. 

En el paraíso no hay mucha libertad, pero debo decir que de cierto modo éramos “felices”. 

No tanto como lo somos ahora, claro. 

El pasado es una tormenta difícil de sobrellevar; sin embargo, es este mismo el que nos hace lo que somos ahora, personas fuertes y listas para luchar contra cualquier adversidad. 

Por eso la frase que dice: Eres más fuerte de lo que piensas porque así es, la fuerza interna es la que hace que un guerrero no se rinda. 

Sí tuviera la oportunidad de regresar al pasado, lo haría sin pensar. Así tendría el valor de cambiar lo que mi hermano mayor no se atrevió hacer, como un total cobarde. 

Y es que yo estaría dispuesto a morir, pero… 

¿De qué sirve un sacrificio cuando las personas en las que confías te dan la espalda? 

¿De qué sirve toda tu valentía cuando de un momento a otro todo puede irse al carajo? 

Cierto. 

Tal vez el caos se hubiese podido evitar o quizás no. 

Y también… 

Llámenme cursi o lo que ustedes quieran, pero sé que sí hay un ligero cambió en el pasado, no la hubiera conocido. 

No hubiera conocido el amor. 

Eso de ser un ángel caído no es tan malo, después de todo. 

La historia que voy a relatar comenzó antes de que la Tierra se dividiera en tres reinos: 

Tharya, el nuevo nombre que se le dio al mundo de los humanos, un lugar dónde ellos podían hacer y deshacer todas las maravillas que se les otorgó. 




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