Dareph

Capítulo 16.-

El rey ha sido llamado a una de las cabañas que se encuentran cerca de la frontera, su vida corre el riesgo de ser arrebatada por las criaturas de la oscuridad, sin embargo, el día apena comienza como para que esos seres del mal tuviera siquiera el descaro de aparecer a plena luz del día.

Cualquier sonido que los animales salvajes pudieran emitir eran interrumpidos por el relinchar de los caballos y el de los cascos de sus patas al cabalgar. 

No había sido fácil para Zadkiel ir a esa extraña misión. 

Tener que cuidar al rey, después de todo, no tenía nada mejor qué hacer. 

Tuvo que romper la promesa de cuidar a los humanos desde que era un querubín. 

Un recuerdo vago que no dejaba atrás por más que quisiera. 

Fue mucho antes de que el padre de Daren desapareciera del mundo celestial. 

Todos habían estado reunidos en uno de los pueblos lejanos de Celesty, Azariel y un par de ángeles de alto rango mantenían un porte menos mediocre al que tenían ahora. 

—Ya localizamos a Ezdhiel —mencionó el padre de Daren, quién miraba con atención a los presentes. —En un par de días podremos acabar con él y con todos los espectros. 

Azariel golpeó la mesa que había frente a él y lo miraba con molestia. 

—¿Nos va a decir un traidor cómo hacer nuestro trabajo? —preguntó. 

Los murmullos no dejaron de hacerse presentes en la estancia, mientras que el padre de Daren parecía incómodo ante aquella acusación. 

—Así es… —afirmó Azariel. —Su querido comandante ha estado saliendo con un espectro. 

Zadkiel nunca entendió esa enemistad entre hermanos, todo había surgido hace tiempo atrás cuando el padre de Daren salvó a Azariel de ser asesinado por los espectros. Ni en La Corte Del Cielo se ponían a discutir. 

—Ella no es un espectro, Azariel y lo sabes —aseguró el padre de Daren. 

—¿Lo vieron? —preguntó Azariel señalando al comandante. —Él mismo lo confirma —casi sonrió, las miradas de los demás estaban poniendo de nervios al padre de Daren. —¿En dónde queda tu lealtad, Nit? 

—La lealtad es de quién se la merece, Azariel —el padre de Daren dejó salir un suspiro antes de marcharse del lugar, dejando a los demás ángeles anonadados y al futuro rey con la boca abierta. 

Zadkiel se acercó al rey para tratar de consolarlo, después de presenciar esta pelea. 

—Promete una cosa, Zad —dijo el rey, quién tenía tan solo un siglo de vida. —Pase lo que pase vas a proteger mi vida. 

Zadkiel conocía bien el valor de esas palabras, pero no dudó mucho en contestar.

—Lo prometo.

Y ahora, al pasar de los años, tenía que lidiar con esa terrible promesa y lo hacía tan bien que a veces creía que se merecía un ascenso. 

—Su deber es cuidar de los mortales y no de ese estúpido rey que solo se preocupa por sí mismo —recordó las palabras de uno de los nuevos reclutas, un querubín que había perdido a sus padres en la guerra contra la oscuridad. 

Una noche habían salido para ir al campamento de los guerreros, pasando por la frontera y algunos cuantos obstáculos encontró el cuerpo de su padre en medio del bosque calcinado y días después el de su madre, esté había sido desmembrado de una manera tan salvaje el cual le dejó un ligero trauma. 

Alguien había colgado las partes de su cuerpo en las ramas de los árboles, sin olvidar sus alas, las cuales fueron desplumadas una por una. 

Un recuerdo que al chico querubín hasta el día de hoy le provocaba pesadillas, sino fuera por Calem seguro que ese ángel ya se hubiese vuelto loco. 

—Cuando vuelva hablaremos sobre esto —le aseguró Zadkiel. —Y sí en verdad mereces convertirte en un guerrero, Ryael. 

De cierta manera, Zadkiel entendía al querubín, estaba molesto con el rey por permitir la muerte de sus padres. 

Y la verdad es que ningún miembro del escuadrón podría ser capaz de ir en contra del rey. 

No al menos durante un tiempo. 

—No me puedes expulsar —le recordó Ryael. 

—Sabes que puedo, Ry —Zadkiel tomó una daga de la repisa, la cual se encontraba en una de las paredes del salón. 

A pesar de llevar una espada, siempre traía consigo una de esas dagas extrañas por sí llegase a perder su arma. 

—Estoy seguro que por esa clase de motivación muchos de los ángeles que hay allá afuera, ya no quieren ser parte del escuadrón —dijo una voz que reconoció al instante. 

Zadkiel soltó un suspiro de fastidio antes de ver al chico rubio que se encontraba recargado sobre la padre, mientras jugaba con una fruta roja. Una manzana. 

¿Acaso nunca le habían enseñado a no jugar con la comida? 

—¿Qué quieres, Adhrael? —preguntó Zadkiel sin darle mucha importancia a su presencia. 

Adhrael sonrió de lado antes de morder la manzana. 

—Ya sabe lo que quiero —dijo Adhrael. —Eso de… —Estuvo a punto de decir algo que no debía, cuando fue interrumpido por Zadkiel. 




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