La luz de la luna llena entra por una abertura que se hace paso por la ventana, ilumina cada uno de los rincones que es cubierto por la oscuridad de aquella vieja choza, en dónde Seph yace inconsciente.
No hay más que un silencio inquieto que, sí un espectro tuviera el valor de cruzar el umbral era muy probable que saliera huyendo, después de todo, quizás no toda la penumbra que existe en el mundo puede llegar a ser dominada por esas criaturas.
A pesar de que parecía no haber ni una vida alrededor de ese lugar, Seph es observado por una extraña silueta, quién lo miraba con tanto interés y desprecio, como sí el chico ángel fuese uno de los desterrados, como sí fuese la cosa más horrible que haya visto en toda su inexistente vida.
Chasqueó la lengua cuando vio a Seph moverse.
Por una extraña razón la oscuridad no hizo mucho efecto en el chico ángel, algo que lo tenía pensando.
En lugar de perderse en la agonía, se sumergió en un sueño profundo, en el cual con cada paso que daba se cruzaba con una puerta espiritual, de no ser por su fortaleza ya hubiese perdido su esencia.
—Mi cabeza… —murmuró Seph con un poco de agobio en su voz.
En muchas ocasiones había sido herido en batalla e incluso lastimado de una manera tan brutal que llegó a desear morir, sin embargo, lo que más detestaba era sentirse mareado. Era lo peor que a un guerrero le podría pasar, ya que no se podría concentrar.
Seph negó con la cabeza esperando que esta inquietud se le quitará.
Aquella sombra siniestra lo seguía observando, esperando un ataque sorpresa, sin embargo, casi sonrió cuando se dio cuenta de que Seph estaba intentando recordar qué era lo que le había sucedido antes de caer en la inconsciencia.
Poder sus ideas en orden, pero el sonido inédito de la lluvia lo hizo maldecir.
—Así que ya despertaste —dijo la sombra.
Seph se estremeció al escuchar su voz.
Jamás en su vida había estado cerca de alguien que le provocaba escalofríos, la sombra era tan tenebrosa e inesperada.
—Qué lástima —continuó, sin apartar la vista de Seph, este frunció el ceño. —Esperaba que no lo hicieras.
—Diría que lamento arruinar tus planes, pero la verdad es que no —respondió Seph, se acercó un poco a la sombra, mientras de manera disimulada trataba de encontrar su espada, pero algo le hizo recordar que se le había caído justo antes de ser prisionero en ese lugar.
Dejó salir un suspiro antes de buscar una de sus dagas, necesitaba encontrar algo con que defenderse, pero cuando lo miró sonreír supo que no tenía ni una de sus armas.
“¡Daren!” pensó Seph al recordar a su mejor amigo siendo atacado de manera sorpresiva.
—¿Acaso buscas esto? —preguntó la sombra al mismo tiempo que le lanzó un objeto a sus pies.
Seph ni siquiera se inmuto al ver una de sus dagas hecha pedazos.
—Pero… ¿Qué?
—Ningún arma celestial puede hacerme daño —la sombra mostró una sonrisa divertida.
Sí su mejor amigo estuviera ahí no iba a dudar en destruir esa sombra que se mantenía escondida entre los escombros, sin ninguna clase de preocupación.
—Estoy seguro que cualquier arma celestial es capaz de destruir la oscuridad —le aseguró Seph.
—No cuando no se pertenece a la oscuridad, Seph —La sombra mostró sus ojos inusuales al rubio quién abrió los ojos de par en par al escuchar mencionar su nombre.
No es como sí hubieran tenido una presentación formal o algo por el estilo, como para que la sombra lo supiera.
No se habían siquiera sentado a beber té para hablar sobre cosas importantes.
—¿Qué…? —Fue lo único que salió de la boca de Seph, un murmullo que apenas y pudo escucharlo.
—Es normal que no me reconozcas, Seph —dijo la sombra, haciendo una pequeña pausa. —Ya que ha pasado mucho tiempo, después de todo, cuando desaparecí tú eras un querubín —Seph abrió mucho los ojos. —Eras un ángel que le temía incluso a su propia sombra, ¿lo recuerdas, mi pequeño? —Entonces, Seph supo quién era.
—Esto no puede ser… —Seph no podía creer lo que estaba viendo.
La sombra frente a él era su padre.
No entendía nada.
Se suponía que cuando su padre desapareció, intentó buscarlo, incluso a escondidas del rey, sin embargo, lo único que encontró fueron sus pertenencias y, aunque no quería admitirlo sabía que estaba muerto.
—No puedes arriesgar tu vida por alguien que ya está muerto —las palabras de Zadkiel se cubrían de veneno cada vez que trataba de que los miembros del escuadrón le ayudarán a buscar a su padre.
Seph estaba confundido.
Antes de ser secuestrado por él, había atacado a su mejor amigo y desde que había estado inconsciente no dejaba de tratar de llenarlo de oscuridad, a pesar de que no podía verla, podía sentirla.
Sí quería convertirlo en un espectro le fue imposible, ya que su divinidad era más fuerte que cualquier otra cosa, aunque cuando era un querubín los demás ángeles le habían dicho que dentro de él existía oscuridad, pero Seph no creía en esas tonterías.
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Editado: 14.11.2024