El corazón de Bael latía con tanta fuerza que creyó que en cualquier momento se le iba a salir del pecho.
Un espectro hizo acto de presencia, no sabía cómo demonios había podido cruzar el río de los muertos y no quería averiguarlo. La criatura estaba bloqueando la salida con su espeso cuerpo.
Los golpes que Bael había recibido por parte del espectro lo dejaron un poco aturdido que creyó que por primera vez en su vida iba a perder una batalla.
—Maldita sea —soltó Bael cuando intentó hacer un movimiento con su guadaña y notar que no le había hecho ni el más mínimo daño a ese espectro que solo se reía de él.
Era impresionante como cada uno de sus golpes se los regresaba, como sí se tratase de una clase de espejo.
—El ángel no despierta —mencionó una de las sombras, los niños demonios no eran más que pequeñas criaturas capaces de ser despiadados cuando se lo proponían, sin embargo, no hicieron nada más que observar. Bael los miró con incredulidad, olvidando a su enemigo, quién aprovechó para golpear su cara con una de sus manos pesadas.
—Qué asco —se quejó Bael cuando trató de quitarse la mezcla pegajosa del rostro.
Cortó cada una de las hebras de esa oscuridad espesa, la cual se había comenzado a endurecer y sabía que si no se la quitaba de encima era muy probable que se convertiría en uno de los horrendos adornos del infierno.
—¡Despierten a ese maldito ángel de una buena vez! —gritó Bael provocando que los pequeños demonios dieran un brinco del susto.
Nunca en su vida eterna habían visto a un príncipe del infierno, sin embargo, sabían que sí estos llegaban aparecer podían llegar al punto de hacerse enfurecer con la más mínima cosa.
—Un demonio no debe ayudar a un ángel y mucho menos uno de alto rango como él —el espectro señaló al ángel que se encontraba inconsciente.
—¿Me estás diciendo a mí? —preguntó Bael incrédulo. —Al príncipe del infierno qué hacer.
—El ángel es un peligro para todos nosotros, para… —el espectro se calló de golpe.
—¿Para ustedes los espectros? —Bael mostró una sonrisa. —Lo sé.
—¡Ese pájaro no debe salir de aquí! —Gruñó el espectro antes de acercarse a Bael y querer romper una de sus alas.
—¿Cuántas veces debo decirlo? —La voz del ángel fue apenas un susurro. —Mi nombre es Nithael.
Nithael miró con odio al espectro, dejando que la esencia oscura de los niños demonios invadiera su cuerpo, dejando a un lado su divinidad para ser reemplazada por el poder del infierno.
“Así que este ser insignificante te ha estado torturando todo este tiempo” pensó Bael al notar la rabia de Nithael en sus ojos.
—Soy el arcángel Nithael —dijo el ángel cuando extendió sus grandes alas, una de ellas estaba de un tono oscuro, mientras que la otra todavía tenía su esencia celestial.
Al ver el cambió tan drástico de Nithael, el espectro retrocedió.
—Uy… —hubo diversión en la voz de Bael. —Esto será divertido —se acercó a los niños demonios y se sentó en una extraña barda que antes era una pared, pero cuando el espectro los acorraló, lo lanzó contra ella con tanta fuerza que solo quedó un simple recuerdo de lo que era antes. Ahora solo era una simple barda irregular.
—¿Estás cómodo? —preguntó Nithael al mirar de reojo a Bael.
—La verdad es que sí, aunque… —Bael sostenía su guadaña y con su mano libre se tocó el mentón, pensando. —Disfrutaría más si alguien fuera tan amable de conseguir un poco de ron.
—Después de que termine con ese espectro —Nithael señaló con la cabeza a la criatura. —¿Te parece sí vamos a divertirnos con los humanos? Hace siglos que no salgo —Nithael sonrió.
—Oh, claro —Bael le siguió el juego. —Pero procura salir ileso de aquí, no quiero ensuciarme las manos cargando tu cuerpo por todos lados.
—¿Lo dice quién está cubierto de oscuridad? —Nithael arqueó una ceja.
—¡Eh! —se quejó Bael. —Eso no cuenta —se cruzó de brazos, molesto.
Nithael sonrió con diversión antes de mirar al espectro.
—Ahora vas a pagar las consecuencias de encerrar a un ángel de mi nivel.
* * *
El calabozo, el lugar más siniestro que puede llegar a existir en Celesty. Uno de los tantos sitios en los que no cualquier ángel se atreve a pisar, ya que las energías que emanan de ahí son realmente descontroladas.
Calem estaba sentado en una de las esquinas de una de las celdas, mientras que su compañero, un ángel de bajo nivel, entraba a explorar cada una de ellas.
Había preocupación en su rostro, como sí esperase que algo muy malo estuviera a punto de suceder, algunos prisioneros no dejaban de quejarse de los pocos modales que tenían los superiores con ellos.
Aunque la más peligrosa, la chica que estaba cuidando desde hace un par de años, ya no estaba. De algún modo pudo burlar a los guardias y escapó, mientras todos dormían en sus habitaciones.
—Ya te dije —dijo Calem por quinta vez al ver a su compañero que lo miraba de manera desaprobada. —Yo no estaba aquí cuando escapó.
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Editado: 14.11.2024