Dareph

Capítulo 22.-

Hola, queridos lectores.

Quién de ustedes no recuerda aquella frase que dice:

Él ya no pensaba en Irina, ya que no formaba parte de su vida como para gastar sus recuerdos en ella.

Algo realmente llegador para alguien que solo vive de valentía...

¿Realmente creen que es tan fácil de olvidar?

¿No han tenido la curiosidad en saber cómo se atrapa el corazón de un guerrero y que tantos líos en cuestión del amor se puede tener?

Bueno, espero estén listos porque ahora sabrán que gran pecado se puede llegar a cometer.

° ° °

El mundo mortal no es para nada como lo habían imaginado. 

Aquel lugar que solo conocían por las trágicas anécdotas de los ángeles de alto rango, las que solían inventar para quedar bien y sin mencionar, de los libros que provenían de la biblioteca antigua. 

En ninguno de ellos decía o expresaba el ruido que ahí se vivía. 

Tantas personas metidas en sus propios asuntos, algunas de ellas estaban en pequeños puestos de comida, en los cuales no dejaban de gritar para dar a conocer sus nuevos productos que habían traído de algún otro pueblo lejano. 

Sus vestimentas eran incluso muy distintas a la de los guerreros, menos metales encima sin duda y parecía tan vieja. 

Además del aroma, nadie hablaba de cómo olían las calles, la suciedad se encontraba en el aire, tan desordenado como ellos mismos. A lo que Daren pronto se giró y se fue en busca de su inseparable compañero, pero él no se encontraba a su lado. 

—¿Seph? —mencionó el nombre de su amigo, como sí de algún modo pudiera escucharlo en donde sea que se encuentre. 

Cuando hizo el ademán de regresar de donde vino, una anciana tropezó con él, haciéndolo maldecir. 

—Debería fijarse por donde camina, jovencito —lo regañó la anciana. 

—¡Pero sí ha sido usted! —se defendió Daren. 

Y era verdad, cuando miró por encima de su hombro para irse no había nadie a su lado. 

—A parte de torpe, altanero —la anciana se giró para verlo y hacerle mala cara, luego siguió su camino dejando al guerrero mirándola con molestia. 

—Vaya… —Seph apareció a su lado, asombrado por la escena que acababa de presenciar. —Ni siquiera con una anciana dejas de meterte en líos —Daren rodó los ojos para luego mirar a su compañero, esté tenía los brazos sobre el pecho y sonreía. 

—¡Ella lo hizo a propósito! —se defendió Daren, ofendido. 

—¿Eres tonto o te haces? —Seph arqueó una ceja. —¿Acaso no te diste cuenta de que solo lo hizo para sacar algo de tus bolsillos? Te aseguro que fueron esas monedas de plata que llevabas en el cinturón —señaló con la cabeza el lugar dónde se suponía que Daren debía tener una bolsa de cuero, pero no había nada más que unos listones colgando. 

—¿Qué…? —Daren buscó entre sus bolsillos, no solo le había quitado la bolsa de monedas sino también una de sus dagas. —Carajo.

Seph casi se burló de él por ser un guerrero tan descuidado, pero supuso que eso no sería tan buena idea, así que lo único que hizo fue seguir para buscar a la anciana y así recuperar lo que le robó. 

* * *

Quién podría explicar, la manera en que tienen los pensamientos, hacen tanto ruido al grado de dejarte sordo y sin la capacidad de comprender tu alrededor. Para Daren, la mente era uno de sus peores enemigos y, aunque la noche se hallaba tranquila e incluso hermosa, él daba vueltas en la cama; envuelto no sólo en la sábana, sino en recuerdos, o mejor dicho, deseos que se tejió hasta crearlos y a veces le resultaba confuso saber si era real o solo algo creado por la nostalgia. 

Desde hace una hora aceptó que no podría dormir o hacerlo mucho. Sabiendo por la posición de la luna que pasaba de las dos de la mañana y eso en vez de motivar, le resultó desagradable. Se le cruzó la idea de ir a molestar a su mejor amigo al despertarlo para quedarse con él; su cercanía le ayudaría a no pensar y sin duda, le daría algo de tranquilidad, pero descartó la idea porque quería seguir vivo y no porque le importara joderlo, si no porque decidió salir a dar un breve paseo. 

Cuando llegó al jardín, sonrió ante la sensación agradable de recibir el viento frío en el rostro, pese a que la temperatura le haya hecho cerrar su chaqueta de lana. Respiró al fin de una manera profunda, solo que de inmediato percibió un movimiento que lo puso en alerta e incluso lo hizo llevar la mano al costado donde dentro de los vaqueros se guardaba una daga. Con esta empuñada, se acercó sigiloso y el ruido de una rama quebrarse ante sus pasos, lo obligó a detenerse. Logró ver la figura cubierta por completo entre la barrera de los arbustos, muy menuda para ser otro guerrero con insomnio, pero muy extraño para deambular en aquellas horas. 

Se dio cuenta, por la manera en que la figura se detuvo y, aunque no podía verle el rostro debido a la capucha que le cubría, notó cómo giró la cabeza para saber si tenía compañía al percibirlo cerca. No se equivocó, porque mientras alertaba su alrededor, Daren se acercó y con la daga le hizo presión en la espalda; logrando que la tensión se le disparara, momento en que habló:




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