Dareph

Capítulo 23.-

Pasado. 

No era normal ver el cielo azul cubierto de un gris como el que se había teñido hace rato, al parecer las nubes que habían tenido una formas uniformes se convirtieron en una amenaza y no por lo aterrador que se volvió el paisaje, sino porque solo era cuestión de tiempo para que estás dejaran caer una escalofriante lluvia. 

Pero para aquella pequeña querubín, un niña de piel morena, no existía ninguna clase de preocupación, su alegría podría ser capaz de contagiar a cualquiera, cosa que sus padres, ángeles guerreros, la adoraban por eso e incluso sus dos hermanos mayores solían ser demasiado sobreprotectores con ella. 

—Vamos, Yue —la voz de su hermano se hizo paso sobre el estruendo de un relámpago que cayó sobre uno de los árboles más cercanos del bosque. —Es hora. 

Aquella tormenta era algo natural en esa zona de las montañas, aunque Yue seguía teniendo miedo a los sonidos inquietos que salían del cielo.

—¡Ya voy! —Yue corrió, se acercó a su hermano y lo abrazó de la pierna, gesto que se volvió costumbre en ella cada vez que lo veía venir de la guerra.

Mostró una sonrisa ladina a la que su hermano mayor no pudo resistir, haciendo que la tomará en brazos sin hacer tanto esfuerzo. 

La delicadeza en la que lo hizo, hizo reír a Yue. 

—¿Por qué siempre escapas de casa, Yue? —preguntó su hermano, con un poco de dolor en su voz, ya que Yue le había dado una ligera patada en una de sus costillas rotas; un recuerdo que le dejó la batalla contra la oscuridad. 

En el campamento, su compañero, Arael, le pidió que regresaran al palacio para entrenar y así mejor sus movimientos, no fue cuando estuvieron a punto de llagar que fueron recibidos por los espectros. 

Había sido una batalla muy dura, en un descuido fue lanzado contra uno de los árboles cercanos y lastimado el costado, pero no le importó ya que siguió luchando. 

Después de unas horas, algunos miembros del escuadrón y uno que otro guardián, decidieron crear una barrera en el mundo mortal, un portal que ayudaría a mantener a los espectros alejados. 

Cuando estaban listos para regresar a casa, recibió un golpe en la cabeza que lo noqueó, lo último que podía recordar era a su compañero sonreír de una manera muy diferente a como lo hacía antes, pero lo conocía tan bien que sabía que no haría algo tan ruin como para lastimarlo. 

No a la persona que le ha cuidado la espalda desde que eran unos querubines. 

—Sabes que me gusta pasear por aquí y por allá —la voz de su hermana lo hizo volver a la realidad. 

—Pues…, por aquí y por allá es muy peligroso para una niña tan pequeña como tú —había seriedad en la voz del guerrero. 

—Pero sí yo soy una niña muy valiente, hermano —dijo Yue con orgullo, olvidando los recuerdos que tenía de su hermano. Aquellas noches en las que no podía dormir porque todo estaba oscuro, mientras que su hermano se quedaba ahí mirándola dormir. 

Cuando un estruendo sacudió el cielo, Yue gritó, su hermano soltó una carcajada al ver el terror en su rostro. 

—No pongas esa cara, Yue —dijo su hermano al ver el puchero que había hecho, la dejó en el suelo para tomarla de la mano. Se dirigían a su casa que se encontraba en el pueblo. —Deberías estar feliz, mañana es el gran día.

Y con eso la pequeña Yue, sonrió en grande, alzó las manos al cielo por el honor que sentía por haber sido seleccionada en palacio para pertenecer a la guardia angelical. 

Ya había pasado una semana y Yue vivía en palacio, a veces le era aburrido tener que leer cientos de libros en la biblioteca, cada uno de ellos, tenía una historia distinta de los guerreros. 

Cada nombre de los ángeles y sus habilidades y por más extraño que parecía a un lado, la fecha de su muerte, aunque la mayoría de los habitantes de Celesty no tenían ningún registro, ya que al ser convertidos en espectros no podían anotar a las deshonras del lugar. 

Pero su atención la llevó la historia de una mortal, pero no era cualquier humana que conocía por los libros, más bien, una chica especial. Quién tenía el don de la luna. 

La mayoría de los guerreros podrían afirmar que la chica había sido toda una heroína, a pesar de su débil apariencia y otros, como los miembros del consejo, decían que solo se trataba de un castigo de su creador. 

—Soy tan valiente como un ángel y tan despiadada como un demonio —Yue bebió de su té que tenía sobre la mesa de noche. —No me tientes, sí sabes lo que te conviene —estaba tan impresionada por aquellas palabras que la dejaron con la boca abierta. 

Cuando pasó a la siguiente página, frunció el ceño al darse cuenta de que las últimas hojas habían sido arrancadas con tanta desesperación y odio, que se preguntó quién había sido el culpable de dejar la historia incompleta.

¿Qué clase de persona le haría eso a un libro? 

Sí, definitivamente al idiota que le prestaron el libro anteriormente.

Cerró el libro de golpe y dejó salir un suspiro de fastidio, estaba a punto de ir a la cama, cuando alguien tocó la puerta de su habitación. 




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