Dareph

Capítulo 25.-

El azul del cielo es opacado por los colores vibrantes del ocaso; mientras que el sol se pone por el horizonte, dejando a su paso a la luna llena para iluminar la tenebrosa oscuridad. Las estrellas parpadean de una manera tan intensa que le hacen compañía de una forma muy encantadora. 

El rey se encontraba en su habitación en el palacio Estrella Lunar, estaba un poco angustiado por las nuevas noticias que había recibido esa tarde en la reunión con los miembros del consejo. 

Al parecer, uno de los guardianes, que había sido mandado a vigilar el portal por órdenes de Azariel, había detectado una energía muy extraña en Tharya y no se trataba de un espectro o de algún mortal, más bien, de la esencia de un ángel. 

Tenían sus dudas de sí era un ángel desterrado, pero sabían que los guerreros que ya no pertenecían a Celesty no se atrevían a pisar el mundo de los humanos por temor a ser descubiertos, se ocultaban en el bosque donde los espectros tampoco pudieran encontrarlos. 

El rey tenía el presentimiento de que tal vez se trataba de su hija perdida, aquella que dejó en el olvido para “proteger a Celesty”, aunque en realidad, solo fue por cobarde. 

No se podía arriesgar a ser contaminado por la oscuridad, mientras intentaba salvar a su hija pequeña. 

—Eso no puede ser posible —murmuró el rey más para sí mismo que para los demás. —Ella está muerta —se levantó golpeando la mesita de noche que tenía a un lado, tirando el té que se le había preparado. 

No podía dejarla ahí. 

No podía dejar que un ser celestial estuviera muy lejos de Celesty. 

—Lo que no entiendo es que… —empezó el guardián, tenía el ceño fruncido. —¿Cómo es que está ahí? 

El rey no podía simplemente responder esa pregunta. 

—No tengo ni idea —fue lo único que dijo. 

El guardián abrió la boca para decir algo más, cuando los miembros del consejo entraron a la sala y como siempre, Azariel siendo el primero en darles una de sus ridículas bienvenidas. 

—Vaya… —Miró al rey con una sonrisa radiante. —Eso de rezarle a la luna para que un día de estos te convierta en espectro, no funciona —chasqueó la lengua. —Debería usar otro método. 

—También me alegro de verte, Azariel —dijo el rey en un tono aburrido. 

—Como sea… —Azariel sacó dos pergaminos y los colocó sobre el pequeño escritorio de madera que había en medio de la estancia. —Hemos estado investigando algunas cosas… 

Y aunque la reunión ya había empezado, el rey tenía la mente en lo que el guardián le dijo hace un par de minutos. 

Desde que decidió alejar de la guerra, no era normal que se llegasen a preocupar del todo por los humanos o, incluso sí se trataba de uno de los suyos. No era parte de su lema. Tenían que dejarlo para ellos mismos pudieran salir del lío del que estuvieran metido, aunque eso significará darles la espalda. 

—Señor… —La voz de Adam lo hizo volver a la realidad, el mensajero había sido llamado para servir a su rey en el palacio, Estrella Lunar. 

El rey había estado tan perdido en sus pensamientos que ni siquiera se percató a qué hora entró Adam a su habitación. 

—No estoy para recibir a nadie, Adam —dijo el rey con seriedad, que Adam retrocedió. 

—Lo sé… —Adam agachó la cabeza, avergonzado. —Pero dice que es importante. 

—¿Qué puede ser más importante que mi descanso? —Estaba fastidiado. 

La persona que se encontraba al otro lado de la puerta sonrió al escuchar eso, así que sin dudarlo entró a la habitación. 

En su rostro llevaba una máscara puesta, la cual le cubría gran parte de su cara, está hacía conjunto con su armadura vieja. En el cinturón que le rodeaba la cadera se podía observar la empuñadura de una espada, su color era tan llamativo que el rey se impresionó. 

El oro y bronce tan combinados en una sola pieza que lo hacían desear sujetar el arma y nunca más soltarla. 

—Yo sé donde se encuentra su querida hija… —mencionó el desconocido, quién jugaba con una daga. 

El rey quedó sorprendido al escucharlo. 

—¿Cómo sabes de ella? —tartamudeó, sabía bien que no todos llegaron a conocer a su pequeña niña, solo algunos pocos miembros del consejo y uno que otro guardián. 

¿Acaso el desconocido solo estaba ahí para darle información? 

¿Acaso él se la iba a regresar? 

¿Cómo había podido entrar a Estrella Lunar con tantos guerreros vigilando?

—Sé más de lo que te puedes imaginar. 

* * * 

—Uno… Dos… —contó Adhrael a los guardias que se encontraban custodiando la entrada, las Torres, las cuales resplandecían de un azul turquesa que combina a la perfección con el poder angelical. 

Había dejado la bolsa de monedas de plata, que Zadkiel le dio antes de irse, en un lugar seguro en su habitación. Donde nadie pudiera encontrarlo, sin embargo, cuando supo que el rey estaría fuera de Celesty irrumpió sus aposentos para llevarse algo que era más preciado que esas monedas y no se trataba de su corona, si no de algo que guardaba en un baúl. 




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