Dareph

Capítulo 26.-

—¡Muévanse! 

La noche se volvió aterradora como los espectros, mientras que el bosque, en un laberinto sin fin; un hechizo simple, que una bella mujer dejó atrás antes de escapar. No quería ser encontrada por los seres de la divinidad y mucho menos, por los humanos, aunque estos últimos ya no sabían de su existencia. 

Estaba muy segura de que su pueblo, en el que nació, había sido destruido hace más de cincuenta años. 

Sin duda, la pesadilla de los guerreros que la seguían estaba a punto de comenzar. 

No era fácil encontrar a una persona cuyo poder era infinito y proveniente de lo sobrenatural. Una mortal que logró escapar sin antes lastimar los ojos grises de Calem, obteniendo un poco de su poder. 

La nada, sin embargo, no daba señales de que una joven cambia forma había visitado el lugar, sino de esas cosas que acechan entre las sombras, los espectros. 

La calma puede ser peligrosa cuando se trata de encontrar a un humano que posee el don de la adivinación. 

Con cada minuto que pasaba, los ojos de Calem se perdían, aquel tono grisáceo ya no representaba el universo, como algo maravilloso, si no el negro distante de las tinieblas. El matiz salvaje de la perdición y con ello, poco a poco su vista se desvanecerá. 

Solo era cuestión de tiempo para que Calem se perdiera en la oscuridad, ese miedo suyo con el que trató alguna vez luchar. 

De algún modo, el mal humor de Zadkiel ponía a los miembros del escuadrón preocupados, un grupo de tres ángeles que ayudaban a su superior en cualquier misión. 

No era la primera vez que recibía una orden directa del rey, pero al estar implicado Arael eso le disgustó. 

—No es muy difícil de hacer, Zadkiel —la seriedad en que el rey se dirigió al comandante lo hizo fruncir el ceño, era claro de que algo pasaba y desconocía el que. 

Tan perdido estaba el rey en sus propios pensamientos que ni siquiera notó que se había quedado solo. 

Sí Zadkiel hubiese sido un miembro del consejo, era muy seguro que sería capaz de obligarlo a decir la verdad, aunque no era su costumbre meterse en asuntos que no le importaban o bueno, tal vez un poco, sí eso quería decir en poder usarlos en contra de esa persona. 

Unos minutos más tarde, estaba caminando por el pasillo que daba al gran salón cuando Zadkiel se encontró con Adam, el consejero real, que tembló con tan solo mirarlo. En sus manos llevaba un frasco con una clase de líquido de dudosa procedencia. 

Una mezcla de hierbas verdes que ayudaban a los humanos a curarse, aunque las brujas solían usarlo para uno de sus hechizos o sí llegaba a mezclar con agua y miel, ayudaban a calmar los nervios. 

—No sé por qué, pero presiento de que me he perdido de algo muy importante… —Zadkiel arqueó una ceja al detenerse frente al mensajero, quién se puso más pálido de lo de costumbre. —Y tú me dirás qué carajos sucede. 

Adam dejó salir el aire que estaba conteniendo, no podía ocultarle información a un superior como Zadkiel y lo sabía muy bien. 

Lo que había visto y escuchado en la habitación del rey aún lo tenía muy nervioso. 

Así que sin dudarlo, empezó a contarle sobre el desconocido, sin omitir ni un detalle. 

—Estoy seguro de que no se trata de un demonio, Adam —le aseguró Zadkiel al lacayo. —Ellos dejaron de existir hace años. 

—Entonces… ¿Por qué sentí maldad en él? —Adam jugueteó con sus manos. —¿Acaso ha olvidado lo que se siente estar cerca de los demonios? 

Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal al recordar el terror en la habitación de su rey. 

Nada lo hacía dudar de sí mismo, excepto un demonio al acecho. 

Antes de que Zadkiel saliera en busca de la bruja, pidió a todos miembros del escuadrón recorrer todo el palacio para asegurarse de que no hubiera enemigos por el lugar. 

No debían dejar nada sin supervisar. 

No iba a permitir que un ser que no existía provocará terror en palacio. 

Como sus opciones se estaban agotando, Zadkiel fue en busca de Daren, que después de no aparecer por el palacio, lo encontró intentando pasar a los únicos dos guardias que estaban vigilando las Torres. 

Al parecer ninguno de ellos se había percatado de su presencia, ya que su plática era más interesante que cualquier otra cosa, no fue hasta que el comandante habló y ambos quedaron perplejos ante lo que sucedía. 

—¿A dónde crees que vas? —Cuando Daren escuchó la voz de Zadkiel, giró la cabeza y miró a su superior que tenía los brazos sobre el pecho y estaba molesto. Una señal de desaprobación ante la acción que estaba haciendo, tratar de saltar los muros como un humano lo haría. 

—A dar un paseo por el bosque, te aseguro que no —Daren colocó una manos sobre una rara piedra que sobresalía del muro, avanzó un poco más, ya había llegado a la mitad, cuando los guardias le comenzaron a gritar, lo que lo hizo rodar los ojos antes de perder la concentración y caer de culo al suelo. 

—Joder… 

Mientras que Zadkiel iba de un lado a otro por el salón, buscando armas y cualquier cosa que le pudiera ayudar para defenderse del mal, Daren se recargó del marco de la puerta. Mantenía los brazos sobre el pecho y una molestia evidente hacía que el ambiente a su alrededor se volviera tenso. 




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