Dareph

Capítulo 29.-

Dos semanas atrás.

El bosque.

El camino al lago había sido más complicado de lo que esperaba, ya que nunca imaginó que se encontraría con espectros o con esas bestias sanguinarias, las cuales tenían la mitad de su rostro colgando, dejando que los insectos se quedarán en la carne viva.

Tenían el aspecto de un animal salvaje, un lobo, que había sido atacado por la oscuridad y en su intento de escapar fue casi degollado por las garras de los espectros dejando ver sus colmillos afilados, lo que le recordaron el motivo por el cual no solía dar paseos nocturnos por el bosque.

Yukhal era el lugar más tétrico que había visitado nunca.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Seph, cuando llegó a una clase de portal.

La última vez que estuvo ahí, juro que jamás iba a volver a ese lugar, por la misma razón de que la oscuridad sobresalía de esa puerta, lo que dejaba una sensación de que cualquier ser desconocido era bienvenido.

En cada paso que daba no dejaba de pensar en Daren, en lo preocupado que seguro estaría, llevaba más de un día caminando, si es que más, había perdido la noción del tiempo desde que se alejó de la frontera.

Creyó que le iba a ser fácil encontrar la entrada de Yukhal y que volvería justo a tiempo para volver con Daren a palacio, sin embargo, no fue así.

Era muy probable que a su regresó su mejor amigo lo iba a recibir con un fuerte abrazo o peor, con un golpe justo en la cara. Uno que lo haría prometer que jamás lo dejaría.

Cuando cruzaron Tharya, estuvo a punto de contarle sobre la misión del rey, pero conocía a Daren y sabía que no se iba a quedar callado. Que no permitiría que fuera a una misión solo y haría lo posible para ir con él. Y no solo eso, también se tomaría el tiempo de ir directo a palacio para aclarar las cosas con el rey.

A pesar de que estaba seguro de que había caído en una trampa, quería hacer algo para detener a los espectros, que jamás volvieran al mundo mortal y celestial. Matarlos, si eso era necesario.

Quería salvar a las personas que amaba.

A Adhrael, por ejemplo.

Y a Daren.

Su mejor amigo.

Su compañero, quién si estuviera cerca, buscaría la forma de detenerlo.

De que fuera tan tonto como para que cometiera una locura, aunque sería extraño, ya que la mayor parte del tiempo era Daren el que se metía en problemas.

—Vaya. Vaya —Aquella voz lo hizo retroceder, algo le decía que la conocía.

A pesar de que el agua en el lago estaba helado, se quedó quieto, mirando a su alrededor.

Metió una mano a su bolsillo y sacó un pedazo de madera, una daga que improviso, la suya había sido contaminada por un espectro cuando intentó pasar por encima de unas enormes rocas. No quiso usar sus alas por miedo a que Daren sintiera su presencia y fuera descubierto dónde estaba.

—No pensé que los guerreros tuvieran el valor de venir hasta aquí —casi pudo sentir la sonrisa de la criatura.

“Yo tampoco” quiso decir Seph, pero no lo hizo.

Entrecerró los ojos intentando averiguar al ser que lo estaba vigilando, tratando de mirar a través de la espesa oscuridad.

—¿Quién eres? —exigió saber.

Y como sí la luna pudiera oír su súplica, iluminó cada rincón del lugar, alejando la penumbra de una manera brutal, como la brisa que se extiende más allá del mar. Y pudo verlo. En lo alto de un viejo árbol, dónde las hojas estaban secas pudo ver una figura, una sombra. Y en su cuerpo, la lucha entre la vida y la muerte. Un desequilibrio perfecto.

En cuanto la sombra tocó una de las ramas del árbol este se contaminó con rapidez.

A pesar de que la luz de la luna era tenue, Seph sintió su protección o al menos, eso es lo que le pareció.

—Espero que no estés pensando que puedes matarme —dijo la sombra al ver la daga en la mano del guerrero. —No cuando ya lo han intentado más de una vez, Seph —el rubio abrió los ojos de par en par al escucharlo, estaba más que sorprendido.

—Tú…

La sombra sonrió.

—Qué lástima que tu amigo no esté aquí para salvarte —lo que pasó después fue tan rápido e imprevisto que a Seph no le dio tiempo de reaccionar.

—Sí, Seph, soy yo —. La sombra ya estaba a su lado. —Tu padre y esta vez me voy a asegurar de que no puedas huir de mí.

Seph se giró para ver a su padre de frente, pero en ese momento fue recibido por un golpe y luego otro.

Su padre no paraba.

El cuerpo ya le estaba comenzando a doler, la cara ya la sentía muy magullada, su respiración entrecortada.

La protección que había sentido Seph antes se desvaneció, lo que lo hizo desear estar muerto, más porque la oscuridad a su alrededor estaba tratando de apoderarse de él. De manipularlo, como un títere.

Le resultaba difícil de creer que el ángel que tenía frente a él fuera su padre.

Nunca imaginó que el ser que le dio la vida ahora estaba tratando de arrebatarsela.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.