Dareph

Capítulo 30.-

Actualidad.

En el bosque, escondido de cualquier ojo fisgón, un joven observa desde lo alto del cielo nocturno, sus enormes alas blancas son opacadas por la oscuridad. 

Aquellos ojos suyos, profundos, sumergidos en la nada, brillan de una manera tan desgarradora que deja que el destello de la luna se pierda, como una maldición. Un maleficio que fue escrito hace años. 

Solo la hija de la luna tiene el poder de proteger a los ángeles con su don peculiar, una habilidad heredada a su divinidad. Valiente al enfrentar algo tan terrible como la oscuridad, ser capaz de luchar sin hacer uso de un arma, sin embargo, ella permanece oculta en algún lugar del palacio que se puede ver en la lejanía. 

Tal vez Celesty nunca debió de existir, quizás desde un principio estuvo condenada a la destrucción. 

Una sonrisa divertida se dibujó en el rostro de aquel vigilante al ver como una criatura de la oscuridad atacó a uno de los ángeles superiores. Una herida que lo hizo luchar por sobrevivir, pero todo acabó cuando la muerte se disfrazó de uno de sus compañeros y en un movimiento de espada le cortó la cabeza. 

Un final cruel para alguien que siempre luchó por defender el bien. 

—Espero que traigas buenas noticias —dijo al sentir la presencia de un ángel, un traidor que después de un tiempo viviendo en Celesty al fin pudo obtener su libertad, aquello que tanto anhelaba. —Ya me estaba empezando a aburrir, Dargan. 

Una mueca parecida a una sonrisa apareció en el rostro del recién llegado. 

Todo en él indicaba tranquilidad, pero al mismo tiempo la perdición. 

Un guerrero que en el pasado luchó por lo que alguna vez amó. 

Un ser que de algún modo disfrutó de la protección de la luna. 

Ahora, a pesar de que en su esencia todavía resplandecía la luz del sol, en sus ojos, la oscuridad no era más que una anfitriona. Una enorme masa de nada y terror. Tan incontrolable cuando toma el control. 

Pero… 

¿De qué preocuparse? 

Sí, de todas formas ya no tenía alma. 

Esa esencia, ese regalo de lo divino, se convirtió en cenizas cuando la oscuridad lo tocó. 

—Me extraña… —dijo Dargan con cierta ironía en su voz, se acercó al vigilante, dejó de mirar los árboles que se encontraban bajo sus pies para observar el desastre que había a lo lejos. 

Una visión que solo los tocados por la oscuridad podían disfrutar, ver más allá de lo que la maldición les puede dar. 

Dargan no sintió ni un remordimiento al ver como la mayoría de sus ex aliados corrían de un lado a otro, tratando de escapar del peligro, mientras que los espectros no dejaban nada más que contaminación a su paso. 

No sintió ni la más mínima compasión por los que alguna vez llamó familia. 

—Teniendo aquí todo un espectáculo —continuó Dargan con un tono aburrido. 

—Sí hubiese sido yo el causante de ese desastre —el vigilante señaló con la cabeza el palacio. A Celesty. —Estaría disfrutando todo aquello, pero debo de darle mis méritos a ese hijo tuyo. 

—Él siempre hace lo que se le pide —Dargan no se sentía intimidado ante la cruda mirada del vigilante, su cabello alborotado lo hacía verse más joven de lo que era, si no fuera por sus buenas habilidades para dominar a quién sea, seguro se le podría considerar un querubín. 

Un chiquillo que de alguna manera solo quiere diversión, sus labios se torcieron en una amarga sonrisa. 

—Debo felicitarte, has hecho un buen trabajo con ese chico Adhrael —agitó sus alas para dejar que la brisa del bosque entrará en cada parte de ellas y sentir el frío estremecedor del viento para así poder sentirse vivo. 

A pesar de tener alas de ángel, tenían un poco de maldad, ya que estaban creadas de caos y temor. Una marca de una guerra pasada. 

—No cualquiera tiene el valor de traicionar a los que ama —el vigilante miró a Dargan, este frunció el ceño al darse cuenta de su tono provocativo. 

—¿A los que ama…? —Dargan alzó una ceja. —Qué tontería. 

—Tu hijo mayor… 

—Seph no nació para ser un guerrero —lo interrumpió Dargan con ese desprecio que nunca ocultaba, cruzó los brazos y dejó que la oscuridad lo dominará, convirtiendo cada parte de él, de nuevo en una sombra. 

—Qué lástima… —El vigilante chasqueó la lengua. —Debió ser una decepción muy grande saber que al hijo que has criado para que sea el mejor, no fuera elegido para ser parte del escuadrón. 

Dargan trató de ocultar el disgusto que le provocaron esas palabras. 

—Para ser sincero, no me imagino esa situación —habló el vigilante sin prestar atención a Dargan. —Tener la ilusión de que tu hijo menor algún día se convierta en un ángel de alto rango y que de pronto el destino cambie las cosas —. La forma burlona en que mencionó todo eso, hizo que Dargan se pusiera en alerta. En defensiva. 

Dargan no estaba de humor desde hace más de una semana y ahora, simplemente se sentía humillado. 




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