Dareph

Capítulo 35.-

Actualidad. 

—Creí que te harías cargo de él —dijo Daren mirando a Arael con un deje de burla en su voz, esa actitud que tanto lo definía. 

El superior ladeó la cabeza mostrando su molestia ante el comentario de Daren.

No estaba dispuesto a escuchar sus quejas y menos en el estado en que se encontraba. 

Seph no dejó de observar a Daren, en su mano aún posaba la espada de Arael, está estaba siendo iluminada por la tenue luz de luna, sus nudillos blancos como la nieve, era prueba evidente de que no soportaba su presencia. 

En los últimos días, Daren no había tenido tiempo para entrenar, sin mencionar que se sentía muy agobiado como para comenzar dar giros y lanzar dagas en un blanco, sin embargo, conocía muy bien a su mejor amigo como para reconocer que tenía una pequeña habilidad. 

—Un movimiento en falso y podrás tener a tu enemigo de rodillas —. Los ángeles de alto rango sí que sabían dar buenos consejos a los querubines para alentarlos a ir a la batalla, aunque la mayor parte del tiempo eran unos idiotas. 

Nada se comparaba con los arcángeles, ellos habían sido los primeros guardianes de Tharya. Vencían a su enemigo con fuerza y la pureza de su corazón, pero Seph no era alguien a quién Daren pudiera considerar un enemigo. 

Por mucho que Daren hubiera estado pensando en matarlo, en acabar con todo el sufrimiento de su mejor amigo, no quería hacerlo. Quería salvarlo. Quería liberarlo de la oscuridad a como diera lugar, no iba a perder a la única persona en la que confiaba. 

—Daren. Daren. Daren. —La voz de Seph era distante y tétrica que hizo a Daren sentir un terrible escalofrío recorrer su espina dorsal. 

Frunció el ceño al darse cuenta de que había algo más allá que la oscuridad, una presencia, un alma en pena. Un espíritu enloquecido, lleno de odio, capaz de poseer el cuerpo de un ángel. Un demonio que no había podido descansar en paz. 

Daren mantuvo la vista en Seph, al mismo tiempo que vagos recuerdos aparecieron en su mente. Unos en dónde se podía ver a su mejor amigo salvando su vida, aquella ocasión en la que los mortales casi le roban las cinco monedas de plata que poseía. Las que había conseguido tras una ardua labor con un comerciante. 

Era la tercera vez en que Zadkiel los había castigado por haberse metido en problemas. 

Tenían tantas aventuras juntos, tantos recuerdos, que no podía soportar mirarlo de esa manera. 

Incluso como podía olvidar, cuando rompió una pieza sagrada en Estrella Lunar, un arma purificada por la luna. En una de sus clases asignadas, debía mostrarles a los guardianes sus habilidades con la espada en la sala del consejo, cuando uno de sus compañeros lo golpeó con tal fuerza que lo mandó contra esa arma que posaba en unas pequeñas torres de madera. 

Azariel se había molestado tanto por ello que lo envió a una habitación lejana para que nadie pudiera ir a visitarlo, ni siquiera su mejor amigo, sin embargo, eso no iba a ser impedimento para ambos. 

—Aquí tienes —le dijo Seph después de encargarse de los guardias de la puerta, Daren alzó una ceja, interrogativa que hizo sonreír a su mejor amigo. —Eran unos imbéciles. 

Seph le ofreció una bolsa de cuera, una que usaban para guardar dagas cortas, monedas de plata y entre otras cosas, pero en esta ocasión había comida dentro. 

Una que pudo ser capaz de conseguir sin ser descubierto. 

Tuvo que escabullirse en la cocina e ir tomando lo que necesitaba, mientras se mantenía escondido de los sirvientes. 

—Pero yo no fui quién… 

“Lo pidió…” quiso decir Daren, pero miró la cara de su mejor amigo y tomó la bolsa de prisa. Aunque la realidad era que pudo ver la intención de Seph, sí salía pronto de esa habitación, estaba seguro de que le daría un golpe fuerte en la cabeza. 

—Sí no quieres que me castiguen como a ti —eso último hizo a Daren recordar el hecho de que no entendía cómo es que su mejor amigo había salido libre del castigo, sí Seph también había sido el culpable de eso. —Te sugiero que te calles —le advirtió. —No olvides que hay guardias por todas partes y yo no debería estar aquí. 

Daren mantuvo la ceja arqueada al ver a los guardias inconscientes en el suelo. 

—Bueno…, estoy seguro de que ellos no dirán nada… —Seph comenzó a jugar con una daga, como era costumbre y luego miró a Daren. —Nos vemos, idiota —señaló la bolsa con la cabeza. —No dejes que vean eso —Y se fue. 

Desde ahí, Daren comprendió que Seph haría cualquier cosa por él, que a pesar de que los miembros del consejo hicieran lo posible por tratar de separarlos y mantenerlos ocupados con sus castigos severos siempre iban a permanecer juntos sin importar qué. 

—El queridísimo Daren —Seph escupió las palabras, como sí tratase de quitarse de encima alguna enfermedad. Algo repugnante. —Es increíble que solo te bastó un par de semanas de mi ausencia para que te hicieras aliado de nuestros enemigos, ¿te divertiste? —. Daren no esperaba esa pregunta tan directa. —Dejaste que tu compañero, tu amigo, se ocupará de la oscuridad. Que se hiciera cargo de esa tonta misión solo… —Seph negó con la cabeza, mientras chasqueaba la lengua. —Vaya, guerrerito. 




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