Dareph

Capítulo 39.-

En el pasado, sí un arcángel le hubiera dicho a Daren que en un futuro, tendría que volver a Tharya para recuperar por completo el alma de su mejor amigo, seguro que se hubiese reído en su cara. 

Las probabilidades de que un guerrero tan ingenioso e increíble como él, regresara con los mortales, eran muy nulas, pero jamás imposibles. Más porque los conocía, siempre se dejaban llevar por la maldad, algo que él consideraba un pecado capital. 

Daren prefería mil veces ser enemigo de Celesty antes que volver a cruzar el portal, pero ahí estaba. 

En medio de la nada. 

Aquel pueblo que una vez conoció como un lugar lleno de vida, estaba vació, como sí los demonios hubiesen salido del mismo infierno, como sí el corazón de las bestias hubiera irrumpido ese lugar. 

Un hueco, una sinfonía de la muerte. 

La oscuridad rodeaba cada rincón de aquellas calles desiertas, los espectros deambulaban buscando aquí y allí a un ser inocente al cual contaminar. 

Corromper su libre albedrío, tomar sus almas…

Las cuales brillaban con pureza, tan únicas e imperfectas como la misma luna, que podían ser llevadas a la penumbra, perderse por completo en la oscuridad. 

Daren pasó cerca de un extraño charco de lodo, aunque la realidad, parecía más oscuridad que nada, tan áspera que sí por accidente ponía un pie sobre ella, no sería capaz de salir de ahí. 

Se detuvo a unos cuantos pasos del bosque de los condenados, aquel lugar que alguna vez fue un lugar muy hermoso y que fue condenado a la oscuridad, al que nadie se atreve a ir por miedo a ser contaminados. En dónde, tiempo atrás, todo se originó. De dónde salieron los espectros. 

—Busca a la bruja —repitió Daren malhumorado, las mismas palabras de Calem. Lanzó una daga de luna justo frente a él, cayendo justo en una criatura de aspecto salvaje, un espectro animal. —Ella te puede ayudar. 

Miró a su alrededor y negó con la cabeza. 

—¿Cómo carajo voy a entrar a alguien en este lugar, joder?

Antes de salir de palacio, Irina le había robado un par de dagas a su padre para dárselas, ya que necesitaba con que protegerse y, aunque tenía la espada que había creado, no podía simplemente perderla. 

La armadura que Daren llevaba encima le resultaba muy incómoda, tanto que le hizo recordar viejos tiempos en los que Zadkiel se aferraba a la idea tonta de proteger sus cuerpos con unas muy ajustadas para que los espectros no pudieran ser capaces de hacerles daño. 

Antes de aventurarse a esa importante misión, Daren le pidió a un guardián que le enseñase la armería y, aunque al principio no estaba muy convencido de hacerlo, cedió. Después de todo, Azariel apareció en medio de la discusión y ordenó que le dieran lo que necesitaba, cosa extraña. 

—¿Realmente te vas a ir? —le preguntó el líder del consejo. —La ceremonia está por comenzar. 

Daren lo fulminó con la mirada. 

No entendía cómo es que tenían el descaro de celebrar el día de luz, cuando habían perdido a sus compañeros, cuando la oscuridad parecía tomar ventaja de todo y ahora, Celesty no era más que ruinas. 

—Zadkiel exige tu presencia en la celebración —Yael se encontraba recargado en el marco de la puerta. —Creo que quiere tu perdón o algo así escuché —Daren se estaba ajustando el cinturón para después, colocar un par de dagas más en él. 

—¿Y por qué debería estar ahí? —preguntó Daren tratando de no ser grosero con Yael, pero no pudo ocultar su molestia ante la idea de fingir que todo iba bien, cuando su mejor amigo quizás no despierte jamás. 

—Ahora eres especial… —le aseguró Azariel. 

—Eres el ya conocido príncipe de la luna —Yael se acercó a Daren para ayudarle a ajustarse una parte de la armadura, siempre era un lío las hombreras. 

—Me siento halagado, de verdad —mintió Daren, colocó una mano sobre su pecho, como sí esas palabras de los presentes le hubieran llegado en lo más profundo de su ser. —Uff —soltó una clase de suspiro. —Ser importante para el consejo y para los demás miembros del escuadrón fue un gran sueño para mí —. No pudo evitar el sarcasmo. 

Daren hizo el ademán de salir de la sala, cuando Yael le tomó del brazo para detenerlo. 

—Te estás arriesgando demasiado —murmuró Yael para que Azariel no pudiera escucharlo. —Y sí, los superiores no te lo dicen, lo haré yo —Daren frunció el ceño, cuando el chico alzó la voz. A pesar de haber crecido con Yael, solo había un ángel al que le permitía hablarle así y ese alguien era Seph. —La oscuridad ya está tomando el control del mundo, de Tharya, de Celesty y solo falta pocos días para que descubran este lugar, Daren —le apretó un poco el brazo, como suplicante. —Te necesitamos. Los humanos te  necesitan. 

Aquellas últimas palabras hicieron a Daren recordar las palabras de Zadkiel, cuando quería que protegiera al rey y se negó. 

—Me sorprendería que un mortal todavía estuviera vivo —continuó Yael. —No puedes simplemente irte y arriesgar lo que has ganado. 

—¿Ganado? —Daren se alejó con brusquedad de Yael. —Esto no es una competencia, Yael. 




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