Dareph

Capítulo 53.-

Daren dejó de prestar atención desde hace unas horas, la estancia a la que había sido obligado a ir no era más que una pequeña habitación en la que la luz de las velas, esos candelabros que posan sobre los mesitas de noche y una que otra antorcha que cuelga sobre las paredes eran las únicas que iluminaban el lugar. Dejando que el brillo reluciente de las armaduras de los guerreros refleje cada una de las estrellas que se esconden en lo alto del cielo nocturno. 

Daren miraba por la ventana a los guardianes que habían sido elegidos para custodiar la entrada de palacio, podía verlos desde lo alto de esa torre, parecían estar muy inseguros ante aquel terror, como sí la oscuridad no fuera capaz de engañarlos para ser capaz de entrar. 

¿Desde cuándo los superiores permitían que los querubines vigilen la entrada de palacio? 

Ya que se suponía que debían cuidarlos para cuando tuvieran la edad suficiente fueran unos excelentes guerreros y así sin ayuda de algún superior, fueran capaces de enfrentarse a la oscuridad, pero claro, se había olvidado de un detalle; ellos eran guardianes y entrenaban de diferente manera. 

Hizo una mueca cuando recordó la primera vez en la que entró al escuadrón, no era más joven que esos querubines, sin embargo, demostró que podía ser mejor, siempre lo hacía. 

Estrella Lunar de cierto modo era un lugar un poco acogedor, solo que había un detalle muy importante, no era Celesty. Ahí, podía escabullirse con tanta facilidad e incluso de las miradas de los guardias que siempre se encontraban vigilando los alrededores y así, llegar a la habitación de Seph. 

También en Celesty podía liberarse de los rumores escondiendo o haciendo callar bocas, sin embargo, en Estrella Lunar, con cada paso que daba no había ni un lugar en el que se encontrará a los guardianes y los demás habitantes del palacio, hablar mal de Seph. De ese chico guerrero que se dejó influenciar por la oscuridad y que por mucho que quisiera estar en el mundo celestial, ya había perdido ese privilegio. 

Seph tenía que ser castigado, ser desterrado. 

Daren pasó una mano sobre su cabello castaño de una manera desesperada, todo aquello que conocía, todo su alrededor se estaba complicando bastante. Tanto que no le tiempo de pensar en una solución a cada uno de sus problemas. 

—Los espectros nos van a estar esperando en el bosque —mencionó Azariel, haciéndolo volver a la realidad. —Será mejor que tomemos este atajo —. Tomó de los mapas que había en uno de los muebles y lo colocó sobre la mesa que había en el medio de la estancia, señalando uno de los lugares. 

La mayoría de los ángeles que se encontraban ahí miraron el mapa con cierto interés, estaban analizando cada parte del plan que Azariel había mencionado. 

Mientras que los superiores aceptaban aquella misión sin ni siquiera pensarlo. 

Daren ya se había cansado de escuchar cada una de esas malditas propuestas, esas estrategias de batalla, quería estar con Seph, buscar a Irina, ya que tenía un buen rato sin saber de ella. Quería asegurarse de que estuviera a salvo. 

No entendía porque los superiores lo querían mantener en ese lugar o tal vez sí, querían su espada, la espada de luna. 

—Hijo… —Al escuchar esa palabra se estremeció. 

No estaba acostumbrado a ser llamado de esa manera y mucho menos delante de los demás. 

Lo cierto era que, cuando se dio cuenta de que tenía a su padre frente a él no sintió nada más que indiferencia, le entraron unas tontas ganas de huir, de escapar de todo, pero no podía dejar a Seph solo. 

Y por eso, su padre cada que tenía la oportunidad buscaba su aprobación, como sí de algún modo así pudiera recuperar todo el tiempo perdido. 

Lo que lo a Daren lo hizo recordar lo que había sucedido en el bosque. 

Cuando su padre despertó en el bosque, le costó unos segundos entender que era lo que había sucedido, aunque eso fue al principio antes de golpear a Seph con el puño.

—Carajo. 

Nithael sacó una de sus dagas, una que mantenía escondida de la vista de sus enemigos y con ella, apuntó a uno de los guerreros sin apartar su mirada de ellos. Sí tenía que morir en manos de esos ángeles, lo haría con mucho gusto. 

Frunció el ceño al ponerle atención a Seph, ese ángel le recordó a alguien que conocía en el pasado, solo que no sabía con exactitud a quién y después de analizarlo pasó su vista a Daren, esté lo miraba como sí hubiese visto un fantasma. 

—Vaya… Vaya… —Aquella voz hizo a los guerreros girar sobre sus talones. —El gran Nithael derrotado por un par de chiquillos —Daren sostuvo con fuerza la espada, no la había soltado ni una sola vez, cosa que casi lo hizo sonreír de orgullo. Deberían darle un premio por eso. 

Eso sí que era un milagro. 

—Esa presencia… —murmuró Seph, haciendo que Daren lo mirase un poco confundido. 

—Bael… —Nithael miró la silueta que se encontraba escondida en la rama de uno de los árboles. —¿No habías escapado? —Arqueó una ceja. 

Aquella silueta se movió con rapidez, sin antes dejar salir un bufido. 

—¿Acaso ya has olvidado lo que soy, guerrerito? —Le preguntó a Nithael, esté no apartó la vista de él y ni mucho menos de los guerreros. —Los demonios como yo no solemos salir corriendo en cuanto vemos a la oscuridad venir, porque fue parte de nosotros —, se encogió de hombros. —Sé que hay un modo de recuperar el infierno y lo sabes. 




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