Dareph

Capítulo 54.-

Seph dejó salir una carcajada ante la acción de su mejor amigo, negó con la cabeza, divertido y antes de que pudiera pronunciar alguna palabra, la puerta de la sala se abrió de golpe. Dando paso a un par de guerreros, miembros del escuadrón y a su lado, un guardián. 

Dejó salir un suspiro. 

Ya había llegado la hora de irse. 

Uno de ellos se acercó a él y empezó a atar sus manos con una cuerda. 

—Qué demonios… —Daren no sabía lo que estaba pasando, así que dio un paso hacía Seph para alejar a los guerreros, sin embargo, cuando hizo el ademán de dar otro de acercarse más, el guardián lo tomó del brazo para detenerlo. 

—Como príncipe e hijo de la luna, no tiene permitido estar cerca de un ser que ha sido tocado por la oscuridad —le explicó. 

—Te sugiero que me sueltes si no quieres perder el brazo —le advirtió Daren. 

—Daren… —Trató de tranquilizarlo Seph, pero no podía estar calmado. 

No iba a permitir que se llevarán a Seph. 

Que le hicieran daño. 

Pero cuando miró los ojos de su compañero supo que no quería ser salvado y eso le dolía más que nada. 

—Seph… 

Seph negó con la cabeza al escucharlo. 

—Tiene que acompañarme, príncipe —le dijo el guardián. —Los superiores lo están esperando. 

—¡Al carajo con ellos! —gritó Daren fastidiado, cuando estuvo a punto de sacar su espada. No importaba, iba hacer lo necesario para que no le hicieran nada. Sin embargo, se detuvo cuando Seph pronunció las palabras: “Ve. Estaré bien”

Y antes de salir de la sala, soltó una maldición. 

A pesar de que no sabía a dónde ir, siguió caminando, molesto por la actitud de su mejor amigo. 

¿Cómo podía simplemente permitir que los guerreros lo llevarán a quién sabe dónde?

Al menos esperaba que lo que sea que los superiores le estuvieran a punto de decir fuera rápido, no estaba de humor para escuchar alguna clase de sermón. 

Sí ellos le quitaban a su mejor amigo, él también podía arrebatarles algo importante. La protección. 

—Sabes que al ser elegido por la luna no solo te convierte en el escudo del mundo celestial, si no también el destructor de la oscuridad —. La voz de su padre lo regresó a la realidad. 

Nithael había sido un ángel con mucha suerte, después de todo, enfrentarse solo a la oscuridad era de admirar. 

Bael no se encontraba por ninguna parte, así que Daren creyó que tal vez lo tenían encerrado en uno de los calabozos, por órdenes de Azariel. 

Ese ángel siempre “queriendo lo mejor para su pueblo.”

Lo que lo hizo pensar en Seph, sí alguien se atrevía a torturarlo por lo que ellos creían correcto, iban a conocer que tan buen guerrero era. Qué tan hábil era con una espada de luna. Es más, ni siquiera la verían venir. 

—¿Y tú crees que me interesa salvar a Celesty? —Miró a todos los presentes con molestia. —¿Crees que se merecen ser salvados después de todo lo que han hecho? 

Antes de que la reunión se llevará a cabo, supo por el guardián que lo había seguido al salir de la sala, que Seph se encontraba del otro lado del palacio. En una de las prisiones, aquella que se usaba para los traidores.

Y que era cuestión de tiempo para que Azariel diera la orden de cortarle las alas y así, sin defenderse llevarlo a las profundidades del bosque. 

Daren no pensaba con claridad, tenía que hacer algo. 

No podía permitir que le hicieran eso. 

No los dejaría. 

A pesar de que todavía le dolía un poco el cuerpo por las heridas que la bruja le había hecho con el puñal, debía actuar rápido. 

—Es tu deber hacerlo. 

—Deja libre a Seph y tal vez lo piense —le contestó Daren al superior. 

—Fue tocado por la oscuridad, Daren —musitó Azariel. —Y siendo el heredero de la luna, no puedes dejar nuestras vidas a la suerte. 

—Mírame… —Daren se dio la vuelta y comenzó a caminar directo a la puerta, sin antes tomar la espada de luna que había dejado cerca de la pared, ya que había sido obligado a hacerlo. 

—¡Estás cometiendo un gran error! —gritó Azariel. —Él ya no es tu amigo. 

—¿Quién lo dice? ¿Tú? —Daren lo miró por encima del hombro y arqueó una ceja. —Si no quieres dejar libre a Seph, entonces yo lo haré por ti. 

Daren estuvo a punto de abrir la puerta de la habitación, cuando Zadkiel lo tomó del hombro y lo hizo girar sobre sí mismo. 

—¿Qué…? —frunció el ceño. —suéltame. 

—No —fue la respuesta del comandante, Daren apretó la espada con fuerza. 

—Daren, escucha —esta vez fue su padre quién habló. 

—¡No quiero hacerlo! 

—Sí quieres que Seph siga vivo, tendrás que hacerlo. 

* * *




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