Dareph

Capítulo 57.-

El silencio en el pueblo de los mortales se convirtió en algo tan aterrador que, incluso Seph lo llegó a comparar con las pesadillas que el mismo Calem podía ser capaz de crear cuando las cosas se volvían algo complicadas. Esas que de algún modo lograba usar como engaño para así poder manipular la mente de su oponente y con esa facilidad destruir su esencia. Algo muy poco inusual de parte de él. 

Sin embargo, sólo los ángeles de alto rango sabían el verdadero motivo de ese don peculiar. 

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Seph, lo que lo hizo negar con la cabeza ante ese repentino pensamiento. 

Miró a su alrededor con esperanzas, esperando encontrar a alguien con vida en medio de ese terrible caos. Tan solo un humano que haya sido capaz de esconderse de la oscuridad, pero lo único que vio fue esa forma singular. Esa viscosidad que se movía como una clase de gusano repugnante. 

Quizás esperaba a su próxima víctima, para así poder lanzarse sobre ella y matarla de una manera lenta y desgarradora. 

A pesar de aquella contaminación a su alrededor, Seph mostraba valentía al poder enfrentarse a la oscuridad sin ni siquiera transformarse en un espectro, sin que la maldad fuera capaz de alterar su corazón. 

Quizás se debía al hecho de que tenía cerca al príncipe de la luna. 

Lo protegía como sí su vida dependiera de ello. 

Al menos esperaba que los espectros hubieran desaparecido ya por completo, ahora que la luna parecía tener más poder que antes. 

No quería que esas criaturas aparecieran de la nada, como solían hacerlo, ya que por primera vez en su vida no se sentía listo para pelear, como sí su corazón le dijera que no debía hacerlo. Que debía quedarse ahí, en medio de la nada y esperar. 

Estaba tan concentrado en sus pensamientos, que no miró la madera que sobresalía del suelo, la cual lo hizo tropezar. Tuvo suerte de que Daren estuviera más atento a su alrededor que no se dio cuenta de eso, sino ya se hubiera burlado de él. 

Aunque aquel pequeño incidente no impidió que siguiera pensando: 

¿Qué pasaría con su vida después de terminar con la guerra? 

¿Sería desterrado por los superiores? 

¿Daren tomaría el lugar que le pertenece ahora como príncipe de la luna? 

Como protector de los ángeles. 

No, eso jamás lo haría. 

Y lo sabía muy bien. 

Sin embargo, esa inseguridad iba creciendo con cada paso que daba. 

Tal vez Estrella Lunar ya no era su hogar, ya no pertenecía a Celesty, si no a Yukhal. Después de todo, haber sido tocado por la oscuridad era un pecado muy grande para cualquiera de los guerreros. 

Había logrado muchas cosas cuando solo era un querubín, con ayuda de su engreído compañero, encontró las debilidades de los espectros. Pudo ver más allá que tan sólo criaturas de la oscuridad y al mismo tiempo, notó lo triste que estaba su esencia por dejarse llevar por la crueldad. 

Yukhal era un sitió dónde la agonía de los demás era más importante que cualquier otra cosa en el mundo. 

Aquel terror. 

Aquel sufrimiento de las almas en pena. 

No sería algo que pudiera tolerar. 

Otra opción que tenía era vivir en ese pueblo, en el mundo de los mortales, no tendría problemas con los bandidos que solían encontrarse de noche, ya que los pondría en su lugar. Ser un guerrero tenía sus ventajas, después de todo. 

Haber sido entrenado desde que era un querubín, le serviría mucho para sobrellevar los obstáculos de la vida. 

Cuando Zadkiel lo encontró en la habitación del rey, todo cambió para él. 

Aquella noche Seph había dejado inconsciente a los guardias que custodiaban la habitación del rey y eso fue lo que impresionó al comandante, ¿cómo es que un querubín sin entrenamiento había logrado tal hazaña?  

—No te acerques —le advirtió a Zadkiel, este alzó las manos en forma de rendición. 

La daga que posaba en el cuello del rey no era más que una muy simple, creada por un ángel sin talento, sin embargo, podía matar a su enemigo si se lo proponía.

Y ahí, fue dónde el rey y Zadkiel le hicieron una interesante propuesta, que aunque quiso negarse más de una vez, no pudo hacerlo. 

Y fue ahí, en el escuadrón, que conoció a Daren. 

Esos días en los que Zadkiel les pedía quedarse en Celesty, les resultaba muy aburridos, pero según el comandante su presencia en el campamento no era requerida. 

Y usaban “ese tiempo libre” para entrenar. 

Trataban de mejorar los movimientos en los que eran muy torpes.

En ese entonces, no se dio cuenta de lo inseparables que se habían vuelto, no fue hasta que en un par de ocasiones se preguntó desde cuando Daren lo consideraba un amigo y no una amenaza. 

Quizás por la vez en la que le salvó o tal vez, esa en la que le enseñó uno de sus trucos y por poco se corta con la espada, por darle un giró al aire y cayendo en picada. 




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