—Espera, Daren —dijo Seph cuando se acercó a Daren, colocó una mano sobre su hombro. —Tú hazte cargo de los espectros, yo me encargó de Adhrael — Miró a cada una de las criaturas de la oscuridad, las cuales habían aparecido de la nada. —Esas cosas nos han estado rodeando…
Daren frunció el ceño.
Ni siquiera él se había dado cuenta de ello, de la mala energía que había comenzado a surgir. Dio un paso hacía ellos, manteniendo un poco de cautela y esperando que ni una de esas criaturas se le acercará más.
Miró por encima de su hombro a Seph, que se mantenía a una distancia prudente de Adhrael, lo estaba observando. Muy en el fondo, sentía que su mejor amigo no sería capaz de matar a su hermano, que no sería capaz de hacerle daño y lo entendía muy bien.
Sin embargo, tenía que confiar en él, como siempre lo hacía.
Seph se aferró al arma que tenía en la mano, como sí su vida dependiera de ello, después de dejar salir un suspiro, se dejó ir contra Adhrael, quién bloqueó el ataque con un leve movimiento de espada.
—Hermanito… Hermanito… —Adhrael sonrió burlón.
—Tú ya no eres mi hermano —musitó Seph, mientras le daba un giró a su espada, sin embargo, Adhrael fue demasiado rápido para esquivar el golpe.
—Tengo una pregunta para ti, hermanito —dijo Adhrael sin quitar la sonrisa de su rostro. —¿Sabes por qué me ha gustado siempre el mundo de los humanos?
Seph lo miró con extrañeza.
Desde que eran unos querubines, Adhrael jamás le hablaba del motivo por el cual iba al mundo mortal.
—Porque fue aquí dónde planeé todo —confesó. —Mientras tú entrenabas con el idiota de tu amigo, yo planeaba como matarte —Seph no supo que decir. —Bus qué en cada uno de los pueblos de este maldito mundo a mortales que tuvieran el valor de asesinarte, pero los muy idiotas nunca se atrevieron a dar un paso hacía ti —el odio destellaba en los ojos de Seph. —Te tenían miedo.
—Todo este tiempo…
—Hubieras visto tu cara… —la burla en la voz de Adhrael hacía cabrear a Seph. —Esas miradas que siempre me mostrabas cuando me salvabas —Adhrael negó con la cabeza. —Una verdadera tontería.
—¡Yo te protegí porque eras mi hermano, Adh…! —gritó Seph en respuesta, tratando de evitar el nudo en su garganta. —¡Siempre lo hice! —No podía evitar el dolor en su pecho. —Siempre me preocupe por ti.
Esas palabras bastaron para que Adhrael le diera un golpe en la cara a Seph, fue tan fuerte que Seph escupió la sangre en el suelo.
—Yo no lo necesitaba —espetó Adhrael. —¡No necesitaba tu estúpida compasión, Seph! —Esta vez, lo hizo caer y empezó a golpearlo una y otra vez en la cara. —Tú me quitaste lo que me debió de pertenecer.
Seph trató de protegerse con los brazos, pero Adhrael se lo impedía.
—Siempre… —empezó a decir Seph, cuando intentó levantar la espada de Arael. —Siempre creí que tu obsesión por los humanos se debía a que cada uno de ellos te enseñaba a vivir, pero me equivoqué… —Miró a los ojos a su hermano y este se detuvo con el puño a unos centímetros de su cara.
—¿Vivir? —Adhrael soltó una carcajada. —Qué estupidez.
Seph ladeó la cabeza y a lo lejos, miró a su mejor amigo peleando con los espectros, sus movimientos eran muy rápidos y a la vez dejaba que la luz de la luna lo iluminara, como una estrella solitaria.
Tenía un corte leve en la mejilla, se había descuidado un poco al parecer, al verlo ahí peleando contra esas cosas, le dio el valor que necesitaba para apartar a Adhrael de él.
Sin duda, que su mejor amigo había aprendido a manipular muy bien el poder de los escudos en tan poco tiempo. La luna lo había elegido por algo. A pesar de que los espectros pudieran tocarlo, serían incapaces de transformarlo.
—No te preocupes, Seph —la voz de Adhrael lo hizo volver a la realidad, en su mano tenía el arma que había recuperado. —Tu amigo te seguirá después de que mueras —cuando Seph quiso ponerse de pie, Adhrael lo tomó del cuello.
Seph forcejeó una y otra vez, pero le fue imposible apartarse.
Sentía como cada una de sus fuerzas se iban desvaneciendo.
Nunca pensó que pelear con su hermano sería de lo más complicado, ya que él no tenía muy buenas habilidades con la espada y ni mucho menos era bueno en combate, pero de alguna forma se movía muy rápido, sin mencionar que conocía muy bien sus debilidades.
—Dar… —No pudo terminar la frase.
Ya no podía más.
Estaba cansando.
No era capaz de acabar con la vida de su hermano.
Jamás lo haría.
—Perdóname…
Ni siquiera sabía si hubiera podido acabar con su padre él mismo.
—¡Seph! —escuchó la voz de Daren en la lejanía, abrió un poco los ojos y lo miró. Él estaba intentando llegar a él, estaba tratando de salvarlo una vez más. —¡Maldición! —pudo notar su frustración, su enojo. —¡No te atrevas a morir, idiota!
Adhrael soltó una risa victoriosa.
—¿Qué se siente hermanito perder todo aquello que amas? —Adhrael apretó más el cuello de Seph, quién golpeó sin mucha fuerza su brazo. Era inútil.
Un sonido ahogado salió de su garganta.
Estaba acabado.
—No le hagas caso, Seph —escuchó a Daren cerca. —No has perdido nada —musitó. —Más bien has ganado —parecía estar luchando contra uno de los espectros. —No todo lo valioso tiene algo que ver con la familia… No todo el amor lo encuentras en alguien a quién no le interesas, si no en esa persona que siempre ha luchado junto a ti —el choque del metal lo hizo estremecer. —A ese amigo que se ha mantenido unido a ti, joder —Seph pudo sentir la desesperación de su mejor amigo.
Y como sí los hubieran llamado, los recuerdos volvieron.
Daren el querubín engreído que solo intentaba ser mejor que todos.
¿Su pasatiempo favorito?
Cabrear a quién sea.
Y Seph, un ángel que cuando era un querubín, su padre lo mantuvo escondido, oculto de cualquier miembro del escuadrón, del consejo.
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Editado: 16.06.2025