“En el análisis psicológico de las grandes traiciones encontraréis siempre la mentecatez de Judas Iscariote.”
-Antonio Machado
—Solo respira más despacio.
Luna le repetía una y otra vez a Hero la misma frase que solo provocaba que no se calmara. Era como si estuviera teniendo un ataque de pánico.
Ya habían pasado aquella cosa rara que la tenía con los pelos de punta, sabía que aquello lo que había pasado hace hora no era normal y más si afectaba a todos los humanos.
—Lu... —Hero respiraba pesadamente y sabía que no era normal en él.
Así que Luna le colocó su mano en el corazón y cerró los ojos para escuchar, por un momento pensó que iba a morir y todavía no conocía a su hijo. Era eso lo que lo tenía muy mal en ese momento y Luna no se daba cuenta.
Ella solo lo ayudó hasta donde pudo cuando se calmó y lo llevó hacia la segunda habitación donde los dos se acostaron en la cama y descansaron.
Mientras tanto Rous se levantaban del sucio suelo donde había caído y se apoyaba en la pared continúa. Todavía le zumbaba los oídos y ella sabía que tenía que regresar, porque su hermana y hermano estaban allá y podían necesitar de su ayuda. Ella en esto momento era la sensata de la familia y aunque no le gustaba que Cole la tratara como si no sirviera, ella tenía que volver.
Pero cuando intento regresar, Theo la inserto por detrás colocándole un pañuelo en la nariz para dormirla.
—Lo siento.—susurro mientras Rous se retorcía entre sus brazos para luchar.
De nada sirvió porque cayó dos minutos después dormida en sus brazos. Ella no podía volver, todavía no. No era el momento y el lugar indicado. Así que la arrastró sin ninguna dificultad a un viejo edificio que había encontrado hace día, la amarró en la silla de pies y manos para que no pudiera escapar.
—Si te dejo volver, todo lo que hicimos no valdría la pena.—susurro él con lastima antes de ver el cuerpo de Rous dormido en la silla y bien amarado.
Solo se llevó la mano a su cabeza cuando le dio una punzada de dolor, cerró la puerta con seguro y se marchó dejándola a su suerte.
Pues así, su mejor amigo Finn se lo había ordenado.
***
—Espero que el infierno todavía tenga tu puesto reservado, porque de esta me la pagas.—Star miro la persona que tenía al frente con tanta rabia que juro en su interior que si se liberaba ella misma lo mataría con sus manos.
Pues habían pasado cinco horas desde que ella estaba ahí sentada— pero amarada de pies y manos en el suelo.— que cada segundo que pasaba solo pensaba en mil y una forma de matarlo con sus propias manos sin ser descubierta por nadie más.
Lo que paso fue que desde que dejo de sonar aquel sonido no humano que prácticamente hizo que se revocara en el suelo de dolor, esa persona que pensó que podía confiar la había secuestrado y ahora la tenía encerrada en uno de los sótanos de las casas de su barrio, aquellas casa que estaban vacías claro. Porque desde que abrió los ojos supo que ese lugar no era conocido que digamos.
Por lo que ella desde que despertó solo podía mirar a la persona que estaba sentado en la silla de brazos cruzado y la miraba cansado también, como si aquello en verdad le doliera más a él que a ella misma.
—Pues tengo mucha suerte de todavía tener ese lugar reservado ahí, porque ya estar aquí me esta comenzado a fastidiar todo esto.—él le respondió cansado y muy, pero muy molesto señalado todo el lugar.—Se la niñera de todos ustedes, solo complica más mi vida de la que ya tengo.
Ella resoplo muy molesta cuando cayó en cuenta que él ya no era el mismo en quien podía confiar y lo supo cuando sus ojos se posaron en aquella sonrisa malvada, y fueron a pasar en aquellos ojos negros como la noche que cambiaron de color a uno rojizo de repente.
—¿Desde cuándo?—pregunto Star dándose por vencida de intentar escapar, ella sabía que primero tenían hacer que todos bajarán la guardia para después lanzarse a la misión suicida.
Él la miro cansado y miro sus manos haciendo algo con sus dedos logrando que una chispa de fuego pequeña como un encendedor tomara lugar como un círculo en su mano, mientras la movía.
—Creo que desde el comienzo…—contesto él haciéndose el dudoso todavía mirando su mano que se mantenía haciendo el hechizo.—O creo que desde el momento donde dije: Si no puedes con ellos es mejor unirse ¿no?
Cerro su mano en un puño y el aro de fuego se apagó, su mirada se posó en ella cargada de impotencia sin dejar de chasquear la lengua y voltea a mirar de nuevo sus manos.
—Y todos pensando que el único traidor aquí era Cristians, cuando en la realidad eras tú.
Star solo buscaba que el siguiera hablado para sacarle la verdad y poder escapar. Pero se olvidó que con quien estaba tratando era con el mismísimo diablo en persona.
Él sonrió con una sonrisa tan maldad, que hasta en el aire se podía diferencia que el ambiente había cambiado a tal punto que ella volvió a mirarlo a los ojos y pudo ver que ya no eran más negro si no un rojo fuerte… un rojo sangre.
Eso le recordaba mucho a crespúsculo, cuando los Volturi tenían sus ojos tan rojos que solo sabían diferéncialos de los otros vampiros. Pero en ese caso no aplicaba con el ser que tenía frente, porque aquellos ojos rojos solo hacían que su rabia pasara a miedo en cuestión de segundos.