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“Nunca es tarde para el arrepentimiento y la reparación”.
-Charles Dickens
Estos son momentos en que te preguntas: ¿Si todo valió la pena mentirle a tu hermana en vez de ayudarla? Es la pregunta que solo vaga por mi mente diciéndome que soy una mala hermana.
Mi deber era contarle a Rous para que le avisara a Cole, pero no sé por qué no le conté. Si fuera más sabia, más responsable, Cole estuviera con nosotros. No bajo tierra en un patio de una casa abandonada.
Dejo salir el aire que estaba reteniendo, mientras observo como John llega a mi lado. No quería estar encerrada dentro de la casa, así que preferiría tomar un poco de aire, ya que Rous y Finn hace horas que se fueron y no han dado la señal que debemos recibir.
—¿Nada aún?—pregunta refiriéndose a la señal y niego.
—Si Rous no le ha dado la señal a Lara, ella no daría la de nosotros —digo volviendo a ver el aparato que tengo en la mano.
Cuando Rous y Finn salieron, para que llegara la señal a nosotros también tuvieron que salir Lara y Carly; ellas serían las que recibirían primero la señal y después nos la pasarían a nosotros aquí.
—Es lamentable lo de Cole, aún no puedo dormir pensando cómo murió. —Se deja caer en el césped húmedo mirando la tumba improvisada que hicimos ayer en medio de la tormenta.
—Dímelo a mí —digo yo sabiendo que la que debió avisar era yo.
— ¿Cómo lo lleva Rous?
—Mal, conozco a mi hermana y eso de distraerse es para ocultar todo el dolor que lleva adentro. Yo creo que si yo viera morir al amor de mi vida así, no lo sabría cómo llevar.
—Entiendo —dice él distraído.
Guardamos unos minutos en silencio cuando este es interrumpido por el woki toki; rápido muevo buscando la señal cuando la voz de Lara es la que se escucha lejana.
—Préstame —dice John quitándomelo y solo observo lo que hace antes que su voz se escuche.
—Aquí Lara, ¿allá quién? —su voz se repite como entrecortada hasta que se escucha bien y John presiona el botón para responder.
—Aquí, John, ¿Llegaron? —esperamos dos segundos antes que la voz de Lara se vuelva a escuchar.
—Sí… pero hay cambio de planes. ¿Escucharon? … hay cambio de planes… —repite dos veces y John y yo nos miramos confundidos.
— ¿Cómo así?
—Rous y Finn se van a meter infiltrados… Quieren que mantenga a los chicos todavía en la casa.
—¡No! —digo yo quitándole el aparato a John y ahora hablando. —Dile a Rous que ni se le ocurra, que vuelva o seré yo la que vaya a buscarla así se le dañe el plan. —Pasan unos minutos antes que la voz de Lara vuelva a escucharse entrecortada.
—No puedo comunicarme con ellos… Creo que debemos seguir con el plan… — John y yo esperamos que siga hablando, pero no dicen nada.
—¿Lara? —hablo, pero pasan dos minutos y nada. —¿Lara? —el Woki Toki hace un ruido de estática antes de que la voz de Lara se escuche otra vez.
— Tenemos problemas, chicos… Nos encontraron… nos encontraron, ¡Carly cuidado! —fue lo último que se escuchó.
John me arrebató el aparato de las manos y comenzó a hablarle preocupado, pero nadie respondió.
—Tenemos que avisarle a tu mamá, John, las chicas están en problema. —Los corremos dentro de la casa asustados, mientras que John no deja de buscar señal para comunicarse con sus hermanas.
La señora Susie se levanta de la silla del comedor donde estaba sentada, mientras que los otros pares de ojos se fijan en nosotros que venimos asustados.
—¿Qué paso? —pregunta ella y soy yo la que habla cuando veo que John no lo va a hacer, si no que corre escalera arriba.
—Hay problema, Lara y Carly están en problema. —digo, cerrando la puerta y avisándole.
Susie dice algo, pero para ella, mientras que yo también corro escalera arriba buscando mi mochila. Reviso que todo esté lo que voy a necesitar, mientras bajo las escaleras, notando que la señora Susie tiene su arma y va cargada, al igual que John.
Cuando estábamos en los edificios, la señora Susie se había encontrado una tienda de armería con varias armas sin usar y agarró algunas para todos nosotros. Aunque no supimos usarla, igual necesitamos cómo defendernos de todo esto.
—¿Con quién se van a quedar ellos? —pregunta John mirando a los dos jóvenes que aún no han dado su nombre, que nos miran expectantes.
Susie los mira, y después a nosotros.
—Nadie, que vean si se van a su barco o se quedan en esta casa. Pero ya nosotros nos vamos —dijo ella caminando a la puerta y uno de ellos se levantó preocupado.
—¡No! Queremos ir con ustedes, solo somos nosotros dos.
—¿Y ustedes no se iban a la costa, pues?
—Sí, pero queremos ayudarle con sus hijas. Después seguimos nuestro camino. —Habla el otro.
Aun así no dejo de mirarlos, son tan iguales. Algo en ellos se me hace muy conocido, pero no sé dónde los vi. De igual forma, terminan convenciendo a la señora Susie y terminan yendo con nosotros.