Dark [light 2]

40. Bajo el cielo de sangre II

"El cielo se tiñó de sangre, y el mundo se convirtió en una trampa. La única salvación ya no estaba afuera, sino en la frialdad inesperada de lo que habíamos temido.”

-Autor Desconocido

Star

El grito desgarrador de la criatura se ahogó en el impacto, pero no teníamos tiempo para el alivio. El aire denso y rojo se sentía como el aliento del mismo infierno.

—¡Por aquí! —gritó John, tirando de mí mientras el hedor a putrefacto de las criaturas se intensificaba detrás de nosotros.

Corrimos a ciegas, tropezando sobre escombros, con Lara y Carly pegadas a nuestra espalda. La luz carmesí del Cielo Rojo que se filtraba por las rendijas tiñó nuestros rostros de sangre, y sentí el pánico asfixiante de la condena: estábamos atrapados. Sabíamos que, con el cielo así, si salíamos a la calle, éramos carne muerta para esas cosas.

—¡El almacén! —señaló John, abriendo a empujones una puerta estrecha. Detrás de ella se reveló un pequeño cuarto de servicio. Lo más importante: tenía una puerta de metal vieja.

Nos metimos en tropel. Yo levanté mi arma, lista para disparar, mientras John y Carly empujaban trozos de madera contra el marco.

—¡No va a aguantar! —grité al escuchar un aullido silente—, ¡vienen!

El metal de la puerta tembló violentamente bajo un golpe demoledor. El tiempo se había acabado. Fue en ese instante, en la oscuridad, que vi la desesperación pura en los ojos de Lara. Ella temblaba, no por el miedo, sino por una furia fría que la consumía.

—¡Quítense! —ordenó con una voz tensa, casi un gruñido.

Extendió ambas manos hacia la puerta, y un silencio escalofriante nos invadió. De sus palmas no salió fuego, ni un rayo como a mí, sino un vaho helado, una ráfaga de aire que se solidificó instantáneamente al contacto con el metal. La puerta, el marco y las barricadas se cubrieron de un hielo grisáceo, sellándose como si hubieran sido fundidas en un solo bloque. El gruñido de la criatura al otro lado se cortó, seguido solo por el sonido de garras raspando inútilmente contra la barrera de frío.

Lara se tambaleó hacia atrás, pálida, llevándose una mano a la cabeza. El esfuerzo la había drenado.

—¿Qué fue eso? —Carly susurró, acurrucándose junto a su hermana.

John selló la linterna. Estábamos a oscuras y encerrados, pero vivos.

—Fue el poder, Lara. Lo hiciste otra vez —dije, sintiendo una mezcla de asombro y frustración. Ahora éramos tres. Tres partes del mismo poder celestial distribuidas entre nosotras.

—¡No lo sé! —Lara jadeó, recostándose contra la pared fría— ¡No lo quiero, Star! ¡No soy Luna! Esto es una maldita trampa y no quiero ser parte de la carnada de mi propia hermana. Ella fue la que nos metió en esto, ¡no yo!

—¡Basta! —intervino John, encendiendo la linterna. Nos miró a las tres con urgencia—. Las preguntas pueden esperar. El Cielo Rojo no es un evento; es un reloj. Tenemos cuarenta y ocho horas para aguantar. Si la criatura no puede pasar, la seguiremos en silencio y sobreviviremos a esto.

El silencio se instaló, pesado, roto solo por la respiración agitada de Carly. John tenía razón. Teníamos que sobrevivir. Pero mientras me recostaba, la imagen de Lara congelando la puerta con esa furia fría se quedaba grabada en mi mente. ¿Bruja antigua? ¿Poder de Luna? Esto era mucho más complicado de lo que parecía.

Por lo menos no íbamos a morir por esas bestias sino de hambre.

Esa palabra retumbo en mi cabeza, estábamos encerrados. Ocultándonos de esas cosas por dos días, sin agua o comida. Esto sería más difícil.

Mire a John en silencio, y tenía la misma pregunta que yo: ¿Íbamos a morir aquí?

***

Rous

A kilómetros de distancia, en la oscuridad del refugio, el reloj marcaba igual de cruel.

—Ya van tres horas de encierro —murmure, con la voz cargada de una desesperación cruda—. Star, y todos... ¿crees que lo saben? ¿Que entienden que no pueden moverse?

Finn estaba revisando su viejo cuaderno, el que contenía las profecías y los dibujos de las señales.

—Luna está dormida, Rous. Y Star solo comprenden el peligro. El Cielo Rojo es implacable. Si intentan salir, mueren. Tenemos que ser más listos que esto.

Me puse de pie, agitada.

—No me pidas que rece y espere, Finn. ¡Prometí que la encontraría! ¡Que la protegería! ¡No puedo quedarme aquí sentada esperando que ella... que ella despierte como el "Ángel de la Muerte" y se autodestruya!

Finn cerró el cuaderno de golpe, mirando mis ojos rojos que de seguro tenía por la falta de sueño y el dolor.

—Y yo te prometo que, si sales ahora, la única que necesitará protección serás tú... de la muerte. La única forma de ayudarla es sobreviviendo. Y la única forma de despertarla sin que el Ángel de la Muerte tome el control es encontrando lo que el enemigo está buscando: la Espada.

Finn señaló la página de la profecía, donde la imagen del Ángel de la Muerte sostenía un arma.

—Los demonios y el Ángel no solo están tras ustedes; están tras ese objeto. La historia dice que una tormenta la ocultó. Necesitamos encontrar el sitio de esa tormenta, el lugar donde cayó Leuksna. Cuando pasen estas cuarenta y ocho horas, nuestra misión será la Espada. Si ellos la encuentran, controlarán a Luna para siempre.



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En el texto hay: demonios, angeles y magia, caos y drama

Editado: 12.12.2025

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