Dark [light 2]

42. El Despertar de la Caza

Hay una hora en la que el miedo se convierte en otra clase de hambre. Ya no buscas refugio; buscas aquello que te devore o te salve, lo que llegue primero."

— Autor Desconocido

Star

El CRACK final en el hielo no fue un sonido de derrota, sino un trueno. Fue la ruptura de nuestra última ilusión de seguridad.

—¡Al suelo! —gritó John, tirándome al suelo con una fuerza bruta, mientras el fragmento de la puerta de metal recubierto de hielo se desprendía violentamente.

Ya no era una garra tonta, ni un rasguño. Era un ataque deliberado. Justo donde la fisura era más ancha, un extremo de metal retorcido—usado como palanca o ariete— se estrelló contra el interior, empujado por una fuerza visiblemente superior. A través del agujero que se abría, la luz anaranjada del cielo, que por fin cedía, nos delató.

—¡Maldita sea! —John se levantó, disparando dos ráfagas rápidas a ciegas hacia la abertura, obligando a lo que estuviera ahí a retroceder—. No es una bestia normal. ¡Carly, quédate con Lara! ¡Star, muévete!

El ojo amarillo y brillante que había vislumbrado se retiró, pero el hedor putrefacto se intensificó, entrando a ráfagas. El aire frío y denso que emanaba del poder de Lara, y que nos había protegido, ahora se estaba disipando. Podía sentir el calor febril del miedo mezclándose con el gélido residuo de su magia.

—¡El techo! —grité, dándome cuenta de que no podíamos salir por la puerta principal. Había más esperando.

Corrimos hacia un viejo hueco de ventilación en la parte trasera del almacén. John lo pateó con una furia desesperada, el metal oxidado cediendo con un gemido. Él fue primero, extendiendo su mano para ayudar a Carly y Lara a subir.

Lara aún estaba bajo el shock de su visión. Su cuerpo estaba helado, pero sus movimientos eran ágiles, impulsados por una necesidad animal de sobrevivir.

Mientras yo subía, miré por última vez la fisura de la puerta. Lo que se arrastraba no era solo una criatura, sino una sombra inmensa, más grande que la anterior, con una inteligencia oscura que se reflejaba en el brillo persistente de su ojo. Nos había cazado durante las 48 horas, y no iba a rendirse.

Escalamos hasta el techo. El cielo, finalmente, había cambiado.

Ya no era rojo carmesí. Las nubes se habían disipado, dejando un cielo gris plomo, pero la luz era la de un amanecer que revelaba el horror de la ciudad bañada en el sedimento rojo de la lluvia ácida. Las 48 horas habían terminado. Estábamos libres del encierro, pero libres en un infierno abierto.

Corrimos por los tejados, deslizándonos sobre tejas rotas y esquivando antenas oxidadas. La adrenalina había superado el hambre, pero sentía el sabor metálico de la sed en cada respiración.

—¿A dónde vamos, John? —pregunté, jadeando, mirando a Lara que se aferraba a la mano de Carly.

John se detuvo en un borde, escudriñando la ciudad. Los edificios estaban desiertos, las calles silenciosas, pero esa quietud era una mentira.

—Tenemos que dejar la ciudad. Nos rastrearán. El coche debe estar inutilizable por la lluvia ácida. Necesitamos un camino al norte.

—¿Norte? ¿Por qué al norte? —Carly, que apenas hablaba, inquirió.

John no respondió de inmediato, mirando a Lara. Sabíamos que, ahora que el cielo se había calmado, teníamos que dejar de huir de las criaturas para empezar a perseguir la verdad.

—Lara tuvo una visión —intervine yo, recordando su cuerpo gélido y sus susurros—. Un lugar viejo, con niebla y piedras heladas. Eso no es este lugar.

Lara, al escucharme, finalmente habló, su voz era un susurro ronco: —Akelon. El nombre lo vi escrito en una estructuras de piedra… creo que debe estar cerca de las colinas. Siempre estuvo prohibido ir.

John asintió.

—Rous y Finn debemos encontrar señal para avisarle que nos moveremos más lejos. La decisión estaba tomada.

Ya no huíamos de la caza; estábamos uniéndonos a ella. El norte era peligro, pero también era nuestra única esperanza. Mientras John preparaba el descenso, la mirada entre nosotros se cruzó. Desesperación, miedo, pero debajo de todo, había una familiaridad absoluta. Una confianza forjada en la pérdida.

Y fue entonces, en ese instante de conexión bajo el cielo de plomo, que la mente me arrastró tres años atrás, a un tiempo donde el miedo era solo el eco de una desaparición, no el terror de una plaga.

Un flashback

La primera vez que sentí miedo de verdad no fue cuando la lluvia ácida cayó. Fue la noche que recordamos todo..

Recuerdo la casa sumida en un silencio que dolía. El vacío que Luna dejó no era solo físico; era como si alguien hubiera borrado la música del mundo. Éramos cuatro hermanas perdidas, y John. Él no era de la familia de sangre, pero siempre estuvo ahí, una roca silenciosa.

Después de que los recuerdos de Luna se desvanecieron (no por completo, sino hasta convertirse en un mito borroso y doloroso), John se convirtió en nuestro ancla. Lara se refugió en los libros y la negación. Carly se aferró a su madre. Rous se volvió una furia silenciosa, buscando respuestas donde no las había. Y yo, yo solo me sentía culpable. Sentía que debí haber hecho más.



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En el texto hay: demonios, angeles y magia, caos y drama

Editado: 12.12.2025

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