«No se puede amar al mundo sin antes haberlo odiado».
Apuntes.
OTRO
Cuando llegaron, Ricky estaba sentado en su sillón, temblando de miedo. Toda su vida había sido así. Desde niño tenía miedo de que los otros chicos lo golpearan. Miedo de equivocarse y que sus padres lo castigaran. Miedo de no hacer la tarea en la escuela.
Y, al final, ¿acaso no vivimos todos así? Tememos no pagar las cuentas a tiempo. Tememos que nos despidan del trabajo; tememos quedarnos solos; decir algo incorrecto a nuestra pareja y provocar una pelea. Tememos ser unos fracasados...
Pero Ricky entendía que ahora se trataba de su vida. Poco a poco, comprendió que había cometido el peor error posible: traicionar a sus amigos, a sus hermanos de armas. ¿Y ahora qué? Su puerta fue forzada sin contemplaciones.
—Yo hice un trato con sus hombres. El señor Drak prometió... —balbuceó el inquilino.
—Siéntate —le ordenó con firmeza la voz de uno de los matones, y Ricky se desmoronó en su sillón.
Eran solo dos. Con abrigos negros y sombreros. Gente de Drak. Pero Ricky no reconocía sus rostros. Y a menudo parecía que la gente de Drak no tenía rostro...
—Ya les conté todo lo que sé —dijo Ricky atropelladamente.
—Eso está bien. Pero, ¿para qué nos sirves ahora? Toda la mafia de Maldini ha sido eliminada. Y tú eres un traidor. No te queremos en el equipo.
Uno de los hombres sacó su pistola y comenzó a enroscarle un silenciador. El otro cubría la entrada. Ricky no se atrevía ni a moverse. Sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿Así iba a morir? ¿Alguna vez había pensado en su propia muerte? ¿En cómo dejaría este mundo? Claro que no.
—No, por favor... ¡No lo hagan!
—Para el señor Drak es una cuestión de honor eliminar a todos, uno por uno.
—¿Acaso mataron a Austin? ¿A Ragnar? ¿A Joe?
—Sí. Están muertos.
—¡Mientes! —gritó de repente Ricky—. ¡Mientes!
Intentó escapar, pero los hombres lo sujetaron contra el sillón.
—¡Tranquilo!
—¡A Ragnar no lo pueden matar! ¡Él es un demonio! ¡Nunca podrán destruirlo, imbéciles! ¡Ustedes...
Un disparo. La bala atravesó el cuerpo de Ricky...
De niño, Ricky era tan dulce, tan obediente. Tenía tanto miedo de hacer algo mal, de decepcionar a sus padres. En la escuela sacaba buenas notas. Todos lo elogiaban, porque Ricky temía no estar preparado o sacar una mala calificación. Por eso lo odiaron los matones. Comenzaron a molestarlo. Él era amable con ellos: salía con los bravucones, les traía dinero, los ayudaba en sus travesuras. Incluso... robaba para ellos. Porque el pequeño Ricky tenía pánico de hacer enojar a alguien.
…y al final hizo lo que más temía en la vida: morir.
Toda su vida, Ricky la vivió intentando agradar a todos. No alterar el orden. Tenía un gran sentido del humor, sabía cómo animar a los demás. Pero dentro de él, siempre vivía un nudo venenoso de miedo.
Segundo disparo. Los dos hombres soltaron el cuerpo con alivio. Miraron alrededor del apartamento con eficiencia.
—Austin, Ragnar... Hay que confirmar lo de esos tipos —dijeron los secuaces de Drak, cruzándose una mirada.
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Editado: 28.10.2025