Darkcity

Episodio 42

EL OTRO

Un regalo del destino. Un verdadero regalo del destino le espera a quien busca con insistencia lo suyo, a quien insiste en lo que le pertenece. Alfred se sentía como aquel día en que, siendo niño, fue rescatado en el bosque por unos estudiantes. ¡Como un dios descendido del cielo!

La mujer y el hombre en la cafetería de repente se levantaron de la mesa, y Alfred los siguió apresuradamente. Se les pegó con discreción. Diez minutos más tarde ya tenía el número del coche y el nombre del conductor: Paul. Sin dirección registrada. Bueno, no era un problema.

Alfred contactó a sus subordinados y en poco tiempo les asignó el trabajo de vigilancia. No tenía prisa. En estos casos, jamás actuaba por impulso. Igual que con sus padres. Tan pronto como Alfred entendió lo que le habían hecho, siendo apenas un niño de nueve años, localizó su paradero. Solo eso, sin hacer nada más.

Tuvo que crecer. Fortalecerse. Y no fue sino hasta los dieciocho que Alfred fue a visitar a sus padres. Mató a su padre rápido, pero a su madre la hizo sufrir mucho tiempo. Tal vez porque era la estrategia más efectiva (el hombre era un oponente fuerte, la mujer — débil). O tal vez porque creía que ella había sido la verdadera instigadora de su ahorcamiento.

Por muy extraño que parezca, Alfred logró convivir con aquel plan en la cabeza durante muchos, muchísimos años. Y solo entonces se permitió ejecutarlo. Ahora era igual: la presa había caído en la trampa. Y el lazo no haría más que apretarse.

Alfred incluso regresó a la cafetería para terminar su ritual matutino del té. Durante las siguientes horas, estuvo recibiendo por teléfono información nueva y más nueva.

—¿Hola? Comunícame con el señor Drak.
—Alfred, tú mismo sabes que solo en casos excepcionales...
—Sí, lo sé.

Sonó el tono. Alfred esperó y su cuerpo se estremeció.

—Te escucho, —resonó la voz que hacía temblar a todos en esta ciudad.
—Señor Drak, lo encontré. A Ragnar.
—Excelentes noticias, Alfred. Nunca dudé de ti.
—Gracias, señor. ¿Tiene alguna petición especial? ¿Desea que le lleve su cabeza?
—Hmm... —por un momento, Drak guardó silencio—. ¿Podrías traerlo con vida?
—¿Con vida? Claro que puedo. ¿Llevarlo ante usted?

Drak callaba. Alfred esperaba la respuesta con paciencia. Esperar —era algo que sabía hacer muy bien.




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