Darkcity

Episodio 43

Desde Kalen

A veces me da tanta lástima. Por todos nosotros. Almas perdidas, rebeldes. ¿Qué valen nuestras vidas en medio del caos? ¿A qué podemos aspirar? Víctimas de nuestros padres, víctimas de las circunstancias, víctimas de la violencia. Víctimas.

Estábamos acostados con Paul en la cama, después de un sexo maravilloso. Al principio tierno, luego agresivo. Largo y ardiente. Como debe ser. Como uno lo desea... Cuando entramos en esta habitación, hacía frío. Pero ahora hacía un calor como en pleno julio. Increíble lo que pueden hacer dos personas con el clima.

—Creo que alguno de los mayores lo empujó — dijo Paul, mirando el techo, pensativo—. Tal vez no fue intencional. Tal vez él seguía vendiendo hierba o lo que sea que vendan ahora, y ellos quisieron asustarlo.

Esperé un poco y suspiré:

—¿Qué importa ya lo que pasó? Tú sabes que Mike era un buen chico. Solo que... ¿qué podía saber él de esta vida? A veces todos necesitamos ayuda. Incluso los más fuertes.

Tina. Tina la necesita. Ragnar. Tal vez él también.

—Siento pena por tu amigo. Romario. Nunca va a perdonarse a sí mismo. La gente buena nunca se lo perdona. Y los cabrones se lo perdonan todo. Selección natural.

Solté una risita. ¡Qué gran verdad! ¿Y de qué sirve? El mal gana. El mal siempre gana.

—¿Y si me voy a vivir contigo, Kalen? Estos días, mientras Ragnar se recupera... —preguntó de repente Paul, y no pude evitar sonreírle.

—¡Me parece una idea perfecta! ¡Hazlo!

—Es que... así será más cómodo.

—Ni digas nada más —le dije antes de besarlo.

—Voy a ducharme. Y salgo ya para recoger mis cosas.

—¿Y el trabajo?

—No voy. No quiero volver más.

—¡Genial! —me alegré—. Entonces te voy a preparar algo rico mientras estés fuera. Así no te arrepientes de escaparte conmigo.

Nos reímos. Paul se levantó y fue hacia la ducha. Desnudo. Me encantaba mirar su cuerpo —no solo tocarlo. Tenía una figura hermosa, se movía como un verdadero hombre. Sabía cómo manejarse con todo lo que lo rodeaba. Ya había arreglado todo lo que chirriaba en mi miserable departamento. ¿Qué más podía decir? Estaba completamente enamorada.

Escuché cómo se abría el grifo de la ducha. Me estiré sobre la cama, satisfecha. Las imágenes horribles de aquel día empezaban a disolverse como la niebla bajo el sol.

Pero de pronto escuché gemidos de dolor. Provenían del departamento vecino.

—No... No, por favor... ¡Te lo ruego!...

Era la voz de una chica. ¿Tina?




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