En plena oscuridad me lo topé, quizás mala hora o simplemente mal momento. De cualquier manera lo vi, entró en una tienda de refacciones y cuando salió me dirigió una mirada triste, una mirada llena de rencor.
Se acostó al lado mío ambos nos miramos, no nos pudimos ver porque no había luz. Intenté encender la luz pero no pude, no tuve ganas de mover ni un musculo, no tuve ganas. Él comenzó a acariciarme y poco a poco cedí ante su incitante silencio que me permitía entender más que con las palabras, era como entender la tristeza. Se levantó y comenzó a caminar en círculos, en ningún momento lo vi. Sus suelas de goma resonaba en mis oídos como campanillas en navidad, de vez en cuando lograba ver sus ojos. Cuando intentaba dormir se posaba en frente mía y me miraba fijamente, no lo veía pero sabía que estaba allí. Todas las noches antes de levantarse y no ceder al sueño crujía sus dedos para asustarme y comenzaba a tocarme el brazo en plena oscuridad sin que lo vea para darme miedo y hacer que no pueda dormir por sentimientos de ansiedad, estrés y miedo. En tan solo horas él podía hacerte llorar y en tan solo una lograba hundirte en la soledad. Un día, quizás por conocer a alguien, me rebele ante su mal pero lo único que logré fue hundirme nuevamente en mi propia oscuridad y comenzar a perder el control de mi mismo. Si lo pensamos así, la oscuridad es aquella que cuando está cerca de ti te provoca miedo mediante estímulos tan simples como tocarte o hablarte, cuidate de la oscuridad.
Editado: 26.01.2020