Darkness.

Capítulo 1: Fantasmas del pasado.

Recuesto la cabeza en el borde de la enorme bañera intentando descansar, en busca de una paz que desde hace mucho parece inalcanzable. El agua caliente desprende un vapor que empaña los espejos y ventanas, generando un ambiente cálido que para cualquiera resultaría tranquilizador. No obstante, mientras contemplo el decorado techo de la habitación forzándome a dejar la mente en blanco, sucede todo lo contrario. Los elementos de mi pasado y presente se abalanzan como una enorme ola amenazando con destruir la poca cordura que me queda.
Han transcurrido dos meses desde los funestos acontecimientos, de aquel día en el que lo perdimos todo. Antaño me hubiera parecido un lapso de tiempo ridículo: habría disfrutado de la compañía de mama, asistido a clases, tratado encontrar mi lugar en el mundo… No más de lo que una mundana adolescente es capaz de tolerar. Después ella fue asesinada, me convertí en la salvadora de una raza, en su destructora y ahora ya no soy nada. Solo un espectro, un fantasma que vaga por la Torre en contadas ocasiones y rehúye el contacto con todos.
Incluso con aquellos que siempre he considerado mi familia, aunque no existan lazos de sangre que nos unan. Creí que podría salvarme, que en los peores momentos el amor que me brindan sería suficiente para redimir mis pecados. De hecho Ethan fue la única conexión que me mantuvo aferrada a la vida y con sus tiernos besos confíe en que mi corazón terminaría por sanar. Pero dentro de ese vacío de emociones que dejo la muerte de Mark aparecieron las pesadillas, los bajos deseos, el dolor y la inagotable sed de venganza.
Pisotee el cariño de todos con la misma repugnancia y me gustaría poder llorar, sentir pena o aflicción por ello, pero simplemente ya no caben en mí. Cuando cerré el portal abrí mi alma a la luz desatando un poder de una fuerza inimaginable, pero al mismo tiempo algo más oscuro y podrido penetro en ella. Pululando como un veneno del que no logro deshacerme. Ni siquiera he podido volver a visitar a mama o a Mark al santuario, de hecho quizás jamás vuelva a ser merecedora de tal honor. Pero no por deseos del arcángel, él continúa creyendo de una forma muy extraña en mis cualidades, sin embargo los soberanos lo tienen casi tan claro como la mayoría de la raza, soy peligrosa. La representación de su posible destrucción y al menos debería mantenerme fuera de Anfor. No obstante la férrea negativa por parte de Miguel, los Black y Evone ha conseguido ampararme, aunque no por mucho tiempo.
Generalmente eso es lo que más odio, su comprensión, el deseo de ayudarme a salir de este «bache». La única forma en que me sentiría satisfecha es castigar a ese ser, ahora inmortal, que se hace llamar mi padre. La oscuridad encarnada, Dominik. Incluso sabiendo que ni siquiera si lograse recuperar mi luz podría destruirle, tengo la necesidad de herir a esos repugnantes demonios. Creímos que después de lo sucedido, lo próximo sería una invasión imparable, pero no ha ido más allá de una creciente violencia.
Alex y Carmen están saturados poniendo en orden las guaridas, en especial en Elis donde por momentos parece que los demonios se harán con todo el territorio. De hecho la Tierra va en el mismo camino y por ello los hijos de los elegidos se ofrecieron a colaborar, sin embargo para su descontento, sus padres encontraron tareas en las que podían prestar ayuda sin estar en primera línea de guerra. Ethan ahora entrena a los ángeles más jóvenes, Erika pasa la jornada en el invernadero y a Ricky lo veo últimamente con el Guardián. Anfor está repleto de ángeles como nunca antes, ya que es el único entorno seguro y la raza no se puede permitir perder a más guerreros.
Mientras ellos colaboran de manera activa para salvaguardar los mundos y a su gente, yo he salido de caza durante semanas. Torturando a toda clase de criaturas y la única información certera que he obtenido es que se esconde en las profundidades de Bakal, seguramente urdiendo un satírico plan para acabar con los tambaleantes cimientos de la raza angelical. Quizás aún sigue creyendo que cuando caiga iré corriendo hacia él, pero esa posibilidad se desvaneció por completo aquel día. Aún recuerdo los gritos de Elizabeth, lo último decente que pude hacer por ella fue asegurar que fuera enterrada junto a sus padres. El rostro de Anglique mientras era consumida por mi poder hasta quedar reducida a cenizas y las últimas palabras que me dirigió Mark antes de que su corazón se detuviese «Te quiero pequeña».
Esa frase es de lo poco que logra emocionarme, por eso estoy decidida a salir de nuevo esta noche y seguir al único cabo suelto que Dominik ha dejado pululando por la Tierra. Sé que su pasividad es letal y cueste lo que cueste voy a averiguar que pretende para arruinar sus planes, aunque la oscuridad me corrompa por completo en el proceso. A este punto el agua de la bañera está fría y cada vez estoy más incómoda por lo que me sumerjo una última vez antes de emprender lo que será una larga noche.
Debajo del agua los problemas desaparecen, casi como si nunca hubieran estado ahí, incluso a veces siento que es lo poco que logra limpiar mi sucia alma. Pero esa débil tranquilidad es perturbada por algo que gotea en la superficie, pienso en que he podido dejar el grifo abierto y abro los ojos para comprobarlo. Al comienzo no son más que difusos puntos rojos diluyéndose con el agua, pero al observar más allá la veo. Clavada en el techo, sonriéndome con malicia y cubierta de sangre.
Aterrorizada, corro para salir de la bañera, pero resbalo y caigo de bruces al suelo. Aun así sigo alejándome demasiado perturbada por lo que acabo de ver, hasta que me hago con una toalla para cubrir mi desnudo y tembloroso cuerpo. Cobarde me abrazo las rodillas en una esquina sin poder eliminar esa visión de Angelique e inconsciente lanzo una pregunta al aire:
—¿Cuándo dejaréis de atormentarme? —cuestiono casi como una súplica a la que no espero respuesta. Al menos hasta que su voz, procedente de algún lugar del baño susurra.
—Nunca.
Trato de controlar el miedo que siento, pues sé que no es más que otra manifestación de mi oscuridad, igual que las pesadillas y los funestos pensamientos que me persiguen constantemente. Estoy decidida a cumplir con mi objetivo esta noche y ni el más aterrador de los espectros va a ponerme un alto. De manera que escondo mis emociones como ya estoy acostumbrada a hacer y comienzo a prepararme.
Escojo un provocativo vestido negro bajo el que porto un largo cuchillo, me maquillo y peino ocultando con cada retoque un profundo secreto. La inseguridad, el miedo, la rabia, la pena, el dolor… Todo bien escondido bajo una máscara. De hecho soy tan buena que ya a penas sé quien o que soy. Ni un ángel, ni un demonio, solo un ente que más que la redención ha preferido tomar la justicia por su mano.
En el bar la música resuena a todo volumen, pero ya no resulta molesta como antaño, sino electrizante, una corriente de adrenalina que recorre mi cuerpo incitándome a dejarme llevar. Entrar en el Tártaro ha sido la mar de sencillo y a pesar de vivir en Anfor, la oscuridad que poseo es tan marcada que cualquier aroma que pudiera denotar que soy un ángel pasa inadvertido. Del mismo modo que mi nueva apariencia esconde a la joven e inocente Jessica de la que todos han oído hablar. Aquí no soy nadie, no tengo normas o responsabilidades.
Mientras tomo un trago de lo más fuerte que el barman puede ofrecer, doy suaves caladas a mi cigarro rojo absorbiendo todas sus propiedades sedantes. Ahora entiendo por qué Angelique y la mayoría de los demonios lo consumen tan asiduamente y por ende es bastante difícil de conseguir, de manera los atesoro solo para ocasiones especiales. Examinando el local con detenimiento no tardo en localizarle en uno de los reservados, si Dominik te simpatiza los privilegios no hacen más que aumentar. Para cualquiera alcanzarle sería casi imposible, pero yo sé a lo que ha venido, puedo paladear su excitación creyéndose el cazador sin saber que no es más que una débil presa entre mis fauces.
Dejando de lado mis vicios camino hacia una de las tarimas centrales moviéndome al irreverente son de «Dance Without You de Skylar Grey». La letra me anima a soltarme a actuar sin restricciones e inevitablemente trae su nombre con cada estrofa. Su cuerpo cayendo al río es la última memoria que guardo de él y no me he molestado en averiguar nada más, sin embargo, espero que esté pudriéndose en alguna sucia cloaca. Volviendo al presente la canción no ha llegado al final cuando veo como abandona su lugar privilegiado para entrar a la pista sin quitarme el ojo de encima.
Fingiendo estar tan acalorada como él, bajo uniéndome al escandaloso gentío, ignorando su presencia como si fuera demasiado ingenua para percibir sus intenciones. Con ello minutos después un brazo rodea mi cintura a medida que presiona su cuerpo contra el mío con confianza, hasta que tengo que soportar el asco que me produce su cercanía.
—¿Cómo es que no te he visto antes por aquí? —susurra con su voz más cálida y seductora.
—Yo podría hacerte la misma pregunta —respondo como si estuviera completamente encandilada por su hombría.
—Estoy muy ocupado, pero hoy he querido venir a celebrar —declara misterioso. Aunque es evidente que está deseoso de que indague más y así tener vía libre para hablar de sus proezas.
—¿Y se puede saber a qué viene tanta excitación? —cuestiono sin querer hacerle esperar demasiado, sobre todo porque su tacto comienza a despertarme un fuerte instinto asesino.
—El amo me tiene en alta estima, ha sabido reconocer mis cualidades, de hecho pronto me verás entre sus favoritos —declara con absoluta convicción, resultándome patético como por el simple hecho de que Dominik les hable o conceda un par de privilegios ya se creen importantes.
—Está claro que eres un buen partido, el amo jamás se equivocaría —declaro encarándolo. Aunque tengo cuidado de esconder mi rostro lo mejor que puedo tras el largo cabello castaño que he dejado suelto—. ¿Lo has visto en persona? —digo preparada para comenzar con las cuestiones que me interesan en realidad.
—No, no desea abandonar Bakal si no es estrictamente necesario —responde escueto, aunque tras examinar su expresión determino que esa cautela es sincera y no tiene ni idea de lo que estoy tramando.
—Algunos podrían decir que se está escondiendo —determino percatándome del error al instante.
—A esos que hablan mal del amo ya me encargo yo de aclararles las cosas —expone con un tono velado a medida que una de sus manos abandona mi cadera y pasa a rodearme el cuello en una clara amenaza.
—Solo lo digo porque no sé a qué espera para cosechar su triunfo ahora que están débiles —aclaro con fingida candidez.
—Paciencia. El amo es el más ansioso de extinguir a toda la raza angelical y hacer que la Tierra y Elis caigan a sus pies —dice liberándome de su yugo, aunque su confesión me lleva a un lugar mucho más inquietante que cualquiera de sus absurdas demostraciones de poder. El mismo Dominik lo dejo constar en el pasado: «La impaciencia es un defecto propio de los idiotas». Ese fue el día en que reconoció haber matado a mama, el mismo en que se originó la caza de otro culpable, el maldito demonio que le desvelo donde estábamos. Pero me obligo a regresar al presente o de lo contrario las emociones nublarán mi juicio justo ahora que estoy tan cerca de averiguarlo.
—A caso, ¿Tú sabes cuáles son sus planes?
—Eres una gatita curiosa, eh… —dice con sorna obligándome a dedicarle una sonrisa coqueta a medida que llevada por la repugnancia examino el local deseosa de apartar por un momento la mirada de esa viciosa expresión. Es entonces cuando los veo, altivos, inalcanzables. Sentados solos en un reservado Molok y Moldravik disfrutan con hedonismo de los privilegios que les concede su posición como favoritos de la oscuridad.
Por un instante planteo dejar de lado a este idiota y encaminarme hacia ellos para saciar mi sed de sangre, pero comprendo que no solo sería un suicidio, sino que además frustraría cualquier futuro intento por descubrir las intenciones de Dominik. Acepto con rabia que el tiempo aquí ha finalizado, pero no puedo dejar ningún cabo suelto.
—Sabes, hay algo que me molesta más que un patético demonio baboso con ínfulas de grandeza… —digo tomándolo por sorpresa mientras desenvaino mi cuchillo con el mayor de los sigilos y asegurando antes que la gente alrededor está perdida en sus propios asuntos, le rebano el cuello sin piedad. Es cierto que él no tenía idea de quien soy en realidad, pero es demasiado peligroso hacer constar mi presencia aquí—. Y es que me infravaloren —sentencio tratando de limpiar la sangre que me ha salpicado el rostro con el bajo del vestido. Sin embargo cuando decido que es hora de marchar con el remordimiento de no haber conseguido más información, una joven humana a unos metros suelta un desgarrador alarido.
La muchacha nos observa con ojos desorbitados y desesperada dejo caer el cuerpo del demonio para escabullirme entre la multitud, con la esperanza de que los gemelos no se percaten de mi presencia. Pero cuando la ansiedad me incita a comprobarlo descubro a Molok contemplándome con fascinación y por un instante, empuñando aún el cuchillo, planteo la posibilidad de enfrentarlos. Ganas de efectuar la más virulenta de las ejecuciones no me faltan, sin embargo tengo otras prioridades.
La ira aumenta a cada segundo que contemplo su hermoso y pétreo rostro, no obstante gotas de agua comienzan a caer del techo obligándonos a posponer el enfrentamiento. Parece que alguien ha activado la alarma de incendios, así que aprovecho para salir del lugar como una mancha más entre la gente. Con ello queda una declaración similar a la que compartí con Angelique. Puede que hoy no suceda, pero Molok y yo tenemos una disputa pendiente tras la cual solo uno saldrá con vida. Con falsa calma camino por las calles de Manhattan respirando el añorado aroma de la ciudad, el bullicio incluso a horas intempestivas. Lo más seguro seria volver a Anfor, pero no deseo encerrarme aún en mi prisión y desde luego no voy a profanar la casa de Mark, de modo que bago perdida, libre en medio de la noche.
Cualquiera se sentiría minúsculo en un lugar así, de no ser porque yo conozco mundos aún más grandes y fascinantes, a la par que peligrosos. He de suponer que todo tiene un precio. Además ahora cuando pienso en retornar a aquel desconocimiento absoluto de hace casi un año, no me resulta un sueño, por el contrario siento un gran rechazo. No soy la misma, ni podre recuperar jamás todo lo perdido, así que intentar consolarme con los recuerdos de antaño es como poner una tirita en una herida de bala. Cuanto menos insignificante.
De repente he de detener el vaivén de mis pensamientos al advertir el sonido de unos pasos siguiéndome. Son tan precavidos que creo poder asegurar que para cualquiera pasarían desapercibidos, pero la oscuridad en mí hace que esté en un constante estado de alerta. Como un animal furioso en busca de carroña para alimentarse. Al comienzo no reacciono a su presencia, así que cuando giro y fuerzo al atacante contra una farola poniendo el cuchillo en su cuello, no tiene ni una oportunidad.
—Soy yo —escupe un sorprendido Ethan levantando las manos en un claro gesto de rendición. Vestido con ropa negra a penas desentona entre la sombría noche, a excepción del hermoso pelo rubio que sobresale un poco de la capucha de su sudadera.
—¿Qué haces aquí? —cuestiono a medida que la sorpresa por su presencia se transforma en rabia, pues advierto lo que está por venir.
—Primero, ¿Podrías bajar eso? —dice sin apartar la mirada de la afilada hoja del cuchillo. Tras un instante en el que recuerdo que es mi destinado y que pase lo que pase, no podría vivir sin él, termino por apartarme—. La pregunta es como se te ocurre entrar en el Tártaro sola estando Molok y Moldravik en el interior —acusa con total libertad ahora que cree no estar en peligro, desconocedor que el simple hecho de acercarse a mí, es una constante sentencia de muerte.
—No lo sabía —aseguro aunque leo la duda en su expresión. Todos conocen bien el odio irrefrenable que me consume y como no, habrá supuesto de inmediato que ellos eran mi objetivo—. ¿Por qué me sigues? —reitero incansable.
—Llevo noches haciéndolo —confiesa sin rastro de arrepentimiento, confiado de haber hecho lo correcto, aunque por suerte sí percibo un deje de vergüenza. Entonces comprendo quien hizo saltar la alarma de incendios en el club.
—¿Hace cuanto? —cuestiono incisiva, dejando pasar su inoportuna actuación de esta noche.
—Una semana, quizás dos, desde que descubrí que salías de Anfor a medianoche. Solo quiero asegurar que estás bien —alega con su constante excusa de querer protegerme del rozar de una pluma, inconsciente de que cosas más afiladas han lacerado mi piel. O quizás busca una respuesta conmovedora, ya que lo he pillado infraganti.




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