Darkness.

Capítulo 2: Asuntos pendientes.

Depósito todas mis fuerzas en abrir los ojos para comenzar un nuevo día. Antes solía enfrentar las mañanas con emoción o a la expectativa de lo que pudiera suceder, sin embargo ahora a penas deseo dar un paso. Así que en días como estos, trato de aferrarme a continuar por simple habito. Tambaleante me dirijo hasta el baño cuando mi pie tropieza con la pequeña botella cuyo tintineo reafirma el error que cometí anoche al consumirla. Insegura abro el cajón, encontrando como cabe esperar un montón más de esos viales vacíos, evidencias silenciosas de mi deplorable estado.
Había aguantado cinco días sin tomar la poción, confiada pensé que con un poco de suerte podría continuar con la racha al menos hasta completar la semana, pero Ethan y aquel aluvión de sentimientos tuvieron que interferir. Es cobarde echarles la culpa de mi propia debilidad, pero ya no recuerdo como era la vida antes de estos brebajes. Gracias a ellos he podido mantener una cierta cordura, no obstante todo beneficio tiene su contraparte. Me obligo a no desesperar, al fin de al cabo eso solo hará que el efecto de esta dure aún menos. Debo hablar con Evone y conseguir nuevas dosis, aunque sea una, pues no creo que sea tan cruel como para dejarme a expensas de la dolorosa abstinencia. Eso sería demasiado peligroso y no solo para mí.
Convencida de que ella sabrá entender la situación me baño y visto con la ropa de combate, optando por descargar algo de energía antes de tener que entablar una conversación con alguien. Al abandonar la habitación agarro una manzana y la muerdo por el camino deleitándome de su carnosa textura y dulce sabor. La oscuridad ha dejado infinitas consecuencias negativas, pero una de las positivas es que todo parece magnificarse. El aire que respiras es más puro, la comida sabe mejor, los colores son más brillantes, el cansancio es diferente pues suele ser más psicológico que físico. Es como si el mundo se ampliase buscando seducirte y siendo sincera cada vez es más complicado resistir la tentación cuando llevas tanto tiempo sufriendo.
Ingreso a la zona de entrenamiento entre miradas acusadoras y susurros furtivos, algo a lo que ya estoy acostumbrada o al menos eso me aseguro de exhibir. Con paso calmo escojo comenzar con unos sencillos golpes al saco de boxeo para después calentar con algo más duro, así que sin ponerme siquiera los protectores en los nudillos comienzo el ejercicio. Incluso en algo tan nimio como entrenar debo poner toda mi concentración para no sobresalir, el deseo de cebarme con cualquiera de los que me examinan por encima del hombro es voraz. Sin embargo esta mañana algo nuevo capta mi atención, una melena rubia y unos chispeantes ojos marrones cargados de ira se encaminan letales hacia mí.
—Buenos días, Erika —saludo con pasividad cuando se detiene a unos metros. Aunque no detengo mis ejercicios o le doy mayor importancia a su presencia, temerosa de avivar su furia.
—¿Podemos hablar a solas? —cuestiona tensa, quizás consciente de que los ángeles a nuestro alrededor observan con mayor curiosidad, ansiosos porque comience el espectáculo.
—Estoy entrenando, quizás más tarde —respondo deseosa de esquivar esta conversación, pues sé exactamente cuál es el dilema y del mismo modo vaticino un trágico final.
—¡No! Debe ser ahora —sentencia perdiendo la compostura. Aunque se recompone de inmediato y mirándome con ojos suplicantes decide intentarlo de nuevo con buenas maneras—. Por favor.
—Muy bien, vayamos a la armería —claudico teniendo en mente que pase lo que pase, he intentado evitar lo que esta por suceder.
Calladas dejamos a la multitud atrás para entrar en la armería, donde no estamos lejos del escrutinio, pero últimamente es imposible encontrar un rincón deshabitado en Anfor. De igual manera comienzo a pensar que escoger una habitación plagada de armas para entablar una discusión no ha sido lo más inteligente, pero confió en que Erika sabrá contenerse.
—¿Qué sucede? —pregunto deseosa de poner las cartas sobre la mesa.
—¿De verdad que no sabes por qué estoy tan enfadada? —responde incrédula y aún más molesta por mi actitud indiferente. Pero puedo asegurar que prefiere ver a esta Jessica pasiva antes que al monstruo que ruge en el interior.
—Puedo suponerlo, pero es Ricky quien lee las mentes.
—¡Basta Jessica! —he visto a Erika enfadada en contadas ocasiones, aunque en un creciente número desde que mi comportamiento se tornó digamos que disruptivo. Sin embargo dos gritos en un solo día, es un nuevo récord que hace constar la verdadera magnitud de su cabreo—. Ethan me dijo lo que sucedió anoche —espeta como si la falta se explicase sola.
—Ya hablé con él de esto, no tenéis que venir cada uno a repetírmelo —alego cansada de su insistencia.
—Lo hacemos porque te queremos y nos preocupamos por ti —asegura incapaz de asimilar mi desinterés—. Para que lo sepas él me ha dicho que te dejara tranquila, pero tienes que darte cuenta o si no…—continúa con mayor ahínco, hasta que la interrumpo.
—¿Qué? ¿Será demasiado tarde? —digo retadora—. No podéis salvar a alguien que no desea ser salvado —confieso esperando que todos comprendan de una vez que no se basa en que ellos me levanten de la miseria, si no en que hallé las fuerzas para seguir peleando o por el contrario sucumba a la oscuridad.
—Así que te rindes, después de todo lo que hemos pasado te rindes —determina como si fuera una sentencia de muerte.
—Si eso significa que seguiré saliendo a cazar y me dejaré la piel por destruir a Dominik… Sí, me rindo —asevero manteniendo el mismo talante regio que ella exhibe.
—Nadie puede acabar ya con él. Entiendo tu rabia, pero nada va a devolvértelos —comenta recurriendo al peso emocional del pasado, sin embargo yo misma he jugado esa carta desesperada por deshacerme del mal que poseo y es evidente que no ha servido más que para fortalecer mi colera.
—Lo sé.
—Es que ya no sé que más decirte para que reacciones —murmura perdida en sus ansiosos pensamientos.
—Te diré lo mismo que le dije anoche a Ethan, haz lo que quieras, pero no te entrometas —exijo sintiendo como el corazón se me retuerce. Es doloroso, tanto que casi resulta insoportable, en especial cuando imagino la posibilidad de no tenerla más a mi lado. Pero sé que es lo mejor, estarán a salvo mientras se mantengan alejados.
—Muy bien, nadie se cruzará de nuevo en tu camino. Pero entregas tu vida a una causa imposible solo porque estás cegada por el odio y la oscuridad —reclama como última oportunidad de llamar mi atención, sin embargo solo me mantengo estoica esperando a que se marche, tal y como hace segundos después con actitud derrotada. Los estoy destruyendo, aunque trato de blindar de nuevo mis emociones imaginando que cuando yo no esté, ellos podrán ser realmente felices.
Continuo entrenando hasta casi el anochecer. Perdida en los movimientos mientras rememoro lo ocurrido pronto el saco de boxeo se queda corto, así que paso a hacer pesas, lucha con armas y cualquier cosa que consiga liberar un poco de la adrenalina que recorre mi sistema como una mala droga. A este punto el sudor corre por mis sienes y cada músculo del cuerpo debería estar fatigado, pero solo piden más.
Sin embargo es la mente la que exige descanso y por primera vez desde que Erika se marchó me detengo. Es peligroso que deje los pensamientos volar mientras no estoy distraída en otra cosa, porque retornan los miedos, los pecados cometidos que ya no podre saldar. Pero siento que si no reposo al menos por un segundo voy a caer en una espiral de locura.
—¿No es demasiado tarde para seguir entrenando? —pregunta una voz que me es bien conocida a medida que se aproxima con ese porte natural que lo caracteriza.
—Siempre es un buen momento —respondo alegre de que sea él y no Carmen quien haya sido elegido para volver al ruedo de intentar hacerme «recapacitar». Pues tener que lidiar con el amor casi maternal que ella me profesa sería matador. En contraparte Alex solo habla cuando tiene algo importante que decir, meticuloso con cada frase y ante todo posee una inteligencia tan aguda como el filo de una navaja, lo cual es bastante estimulante para mi nueva yo.
—Últimamente tienes más fuerzas que el mismísimo Guardián —comenta con sorna sabiendo de donde radica esa furiosa energía, no obstante actuó con naturalidad.
—Está perdiendo la forma, supongo que le gustan demasiado los pasteles de arándanos del desayuno —bromeo sacándole una sonrisa, aunque me dispongo a romper el ambiente relajado que se respira entre nosotros —¿Qué haces aquí?
—El arcángel nos ha convocado, parece que es importante. En los últimos tiempos todo lo es —responde manteniendo el tipo como pocos. El simple hecho de acercarse a mí tiende a poner a la gente nerviosa, incluso los humanos sin conocerme se cruzan de acera como un instinto de autopreservación. De hecho en ocasiones percibo esa inquietud en la gente que amo, en todos menos Alex.
—Y has venido casualmente a hablar conmigo después de que peleara con Ethan y Erika ¿Por? —sugiero mientras observo con sorpresa la piel algo pelada de mis nudillos por los violentos golpes que propiné al saco.
—Cuidado con el tono jovencita —advierte sin alzar la voz, solo con la más absoluta severidad que podría poner en fila a todo un ejército—. No estoy aquí para juzgarte, eres lista y conoces bien tus errores —desvela deseando sentar las bases de esta conversación cuanto antes y tengo que reconocer que es incluso mejor que yo velando sus emociones, pues no logro penetrar más allá de esa mirada inquebrantable.
—Eso es nuevo —exclamo sorprendida.
—Eres consciente de que todos ellos tienen razón, pero también es cierto que nadie puede obligarte a cambiar si no lo deseas, tal y como le dijiste a Erika —alega comenzando a incomodarme con tanta cooperación.
—¿A dónde quieres llegar?
—A que si tanto odio guardas, deberías saber que ese mal en ti es precisamente lo que Dominik deseaba y cediendo, solo estarás demostrándole que eres tan débil como él lo fue en su día —finaliza manteniendo el mismo tono que hasta ahora, sin embargo esas palabras impactan en mí con dureza—. Yo sé lo que es ansiar la venganza más de lo que aprecias tu propia vida y puedo decirte que habrá batallas más importantes que luchar en el futuro si apartas eso a un lado —añade para marcharse con absoluta serenidad, dejando tras de sí un aluvión de dudas.
Me pregunto al instante que es lo que le habrá sucedido en el pasado para comprender con semejante exactitud lo que siento, pero al final eso no es lo que importa, si no la realidad que ha querido mostrarme. No puedo evitar imaginar a Dominik relamiéndose en Bakal mientras es conocedor de cada uno de mis errores, más aun sabiendo que son producto del legado de oscuridad que me transfirió antes de nacer. Debo darle a Alex un voto a favor, pues obnubilada por la ira no he llegado a esa macabra conclusión y sin duda es un estímulo para continuar resistiendo.
Aunque por supuesto si fuera tan simple jamás habría recurrido a los brebajes, el aislamiento autoimpuesto o las noches furtivas de caza. Sola en la zona de entrenamiento mi cuerpo sudoroso se enfría mientras la mente continúa divagando entre recuerdos y posibilidades, hasta que harta regreso a mi refugio. Tomo una ducha y a penas estoy terminando de vestirme cuando alguien toca insistente a la puerta.
—¿Edgar? —pregunto extrañada al abrir.
—El arcángel Miguel la reclama en el consejo cuanto antes —explica con la fría educación que tendemos a compartir. Hace bastante tiempo que no mantengo una charla con el líder de la raza angelical, he tenido el cuidado de ocultar bien mis acciones o al menos eso pensé hasta la aparición de Ethan anoche. Ahora dudo si esta repentina llamada podría tener relación con lo sucedido, aunque tal vez solo se trate de una nueva amenaza por parte del consejo.
—Muy bien, vamos —respondo con valentía pues en realidad no importa cuál sea el asunto, un reclamo más sobre mi comportamiento o que el arcángel no pueda seguir conteniendo a los soberanos. Creo que ya nada cambiará el rumbo que estoy tomando.
Camino tras Edgar con obediencia mientras atravesamos la recepción anormalmente vacía y cuestiono si se debe a una simple casualidad o el arcángel teme la reacción que sus palabras puedan producir en mí. Examino la actitud de Edgar y no consigo advertir nada más que la entregada servidumbre y respeto que le debe al arcángel. Un silencio perturbador inunda la sala, interrumpido tan solo por el suave deslizar de las puertas que dan al consejo.
A pesar de haber estado aquí en varias ocasiones, entre ellas durante el funeral de Mark, es un espacio que continúa robándome el aliento. Podría aseverar que es de lo poco que me hace sentir indefensa, el estar rodeada de sus leyes, de tanto afán de protección hacia los más débiles, es algo que hace cabecear a la fiera en mí. Pero me recompongo al verle con su belleza celestial y el porte de un gran mandatario. De hecho parece que sus cabellos y ojos dorados iluminan la sala por si sola, no obstante su carácter es más funesto que de costumbre, sobre todo cuando recae en mi presencia.
—¿De qué se trata? —pregunto demasiado oxidada en lo que respecta a los convencionalismos sociales o sus cansinos protocolos.
—Por favor, dejadnos solos —dice a los guardias que rodean el consejo y a Edgar tras un largo suspiro que no aparenta ser debido a mi falta de educación.
—Así que de verdad es importante —comento alzando una ceja con verdadero asombro, ya que nada de lo que Ethan le pueda haber contado sobre mis salidas le llevaría a suscitar una charla tan privada, por lo que vaticino que se trata del consejo o algo peor.
—No es un tema para bromear Jessica, así que pido que refrenes tus instintos por una vez y escuches son atención—exige altivo, comenzando a cansarse de mis modos.
—Soy toda oídos —aseguro expectante a lo que tenga que decir, aunque internamente alzo las defensas lista para cualquier ataque.
—Estas semanas pese a nuestros esfuerzos por contenerlo los demonios han invadido la zona de Angora en Elis. En ella radica infinidad de vegetación y razas que no son capaces de defenderse por sí mismas —explica con pausa, queriendo hacerme comprender cada uno de los sucesos acontecidos, lo cual me retrotrae a aquel día en el que descubrí de su mano la profecía. Quien le habría dicho a esa muchacha que nada iba a ser lo que parecía—. Los que no han sido masacrados murieron por los incendios en sus hogares, pero de los pocos seres que han secuestrado uno ha vuelto esta mañana —continúa, siéndole especialmente difícil pronunciar esas últimas palabras.
—Un momento, que tiene todo eso que ver conmigo —intervengo confusa a pesar de arriesgarme a sonar cruel. Ya que aunque no me atreva a mostrarlo el oír como ese mundo se destruye, sabiendo además la importancia que tiene Elis para los Black, es una espina que se me clava con fuerza en el costado.
—Porque lo han liberado con el objetivo de entregar una carta especialmente dirigida a mí y al ángel de luz —concluye incómodo con mi aparente desdén.
—¿Y bien? —le aliento a continuar aunque por dentro estoy devanándome los sesos para adivinar que es lo que los demonios están interesados en hacernos llegar.
—Hacen saber que durante un tiempo mantuviste una relación muy cercana con un demonio puro, habla de amor y aunque he hecho lo posible por evitarlo ha llegado a oídos de los soberanos —revela sin paños calientes, tan solo exponiendo los hechos pues estos tienen la suficiente dureza para aplastarme—. Algo así es una abominación, una falta para la que ni siquiera disponemos de un castigo —explica conociendo mejor que yo las consecuencias.
—Si tengo que irme de Anfor no tenías por qué dar tantos rodeos —manifiesto luchando por mantenerme estoica, pero no puedo evitar cerrar los ojos durante un segundo para absorber lo que significa que lo sucedido con Brian haya sido revelado.
—La oscuridad se ofrece a ser ellos quienes realicen el juicio y a cambio de que asistas a Bakal para el evento, le darán cinco días de tregua a Elis —dice creyendo que establece un enorme peso sobre mis hombros, pero más que eso, es una condena inamovible.
—¿Cómo podemos fiarnos de esa promesa? —cuestiono desconfiada, comenzando a caminar de un lado al otro incapaz de seguir manteniendo esta apariencia inquebrantable.
—Ha sido escrita con sangre, por lo que es una declaración formal, proviene de Dominik —responde siendo de las pocas ocasiones en las que le he oído pronunciar su nombre, puede que por la profunda rabia que veo reflejada en su mirada—. Sé que las acusaciones no son del todo ciertas, que lo ocurrido con ese ser fue producto de una trampa, pero el consejo no lo tiene tan claro.
—¿Qué pasa si me niego? —pregunto sin pensar, perdida en lo que me espera si tengo que enfrentar ese juicio en Bakal.
—Los soberanos consideran el destierro, despojarte de todos tus honores. Pero la oscuridad advierte que si no estás presente pasado mañana para recibir una sentencia arrasaran con la poca población que queda en Angora y seguirán hasta conquistarlo todo —declara dispuesto a no reservarse ninguna de las consecuencias, aunque le parezcan injustas o desmesuradas—. Pero hay algo más que debes saber antes de decidir.
Entonces detengo mi acelerado caminar en seco y le observo temerosa, creo que nunca he temido tanto al futuro, ni siquiera cuando descubrí que era un ángel de luz. Un pánico tan inmenso me invade que siento que este acabara con mi vida antes de que ángeles o demonios se disputen de quien es ese deleite. Por suerte mientras lo poco que queda de mí se desmorona como un castillo de naipes el arcángel mantiene el tipo.
—Para viajar a Bakal es necesario grabarte la misma runa que los demonios emplean para ingresar a ese submundo y eso considerando que eres un ángel de luz no solo será doloroso, podría matarte al instante.
—En realidad no importa mucho lo que me suceda, ya nadie me quiere aquí —comento pensando en los Black y el resto de personas con las que he logrado trabar una amistad. Pero esa idea se desvanece pues después de como les he tratado no querrán saber nada de mí y con esa conclusión descubro que al fin parece que he hecho algo bien.
—Puedo intentar hablar con el consejo una vez más, quizás hacerles entender que aún eres valiosa para nuestra raza… —valora Miguel y no el arcángel que expone la situación con la entereza que le debe a su cargo.
—¿Para qué? Si no asisto al juicio no creo que ellos se muestren más benevolentes que Dominik. No solo seré una falsa elegida, sino también la que produjo la destrucción de todo Elis —desestimo con una carcajada hueca, pues por mucho que me gustaría no ansió llorar o suplicar por un final más piadoso, solo tengo miedo y rabia por el castigo que en cierto sentido, yo misma he impuesto al haber caído en las redes de Brian—. Además ya has hecho suficiente desde que todos descubrieron que no soy la salvadora de la raza —añado determinada a que no se sienta culpable por algo que ya no tiene solución alguna.
—Hemos pensado que como hay oscuridad en ti puede que soportes el peso de la runa, pero no podemos hacer nada por la condena que se te imponga una vez estés en Bakal, incluso si es una sentencia a muerte —dice con gran pesar.
Decido que no voy a complicar más esta situación. Desde que supe que era un ángel de luz he vivido con la amenaza de la muerte como una maza sobre mi cabeza, bajo la posibilidad de que me aplaste en cualquier momento, pero estos meses ha sido casi como una sombra. Incapaz de despegarme de ella, viéndola a cada instante, así que en cierto sentido esto es solo una manera de apurarla.
No voy a negar que tengo miedo, la posibilidad de ingresar a Bakal es más que aterradora, pero al menos podre ver la muerte llegar mientras pienso en todos los seres de Elis que se salvaran en esos cinco días de tregua o en la vida de los Black cuando no tengan que cargar con el peso de mi desgracia. Hay noches en las que pedí por esto, desaparecer antes de hacerle verdadero daño a alguien, temerosa de que pudiera convertirme en ese ente sin piedad que narra la profecía, de manera que desde una retorcida perspectiva esto es un alivio.
—Iré a Bakal y el consejo puede estar tranquilo porque no voy a huir o cambiar de opinión —asevero con absoluta confianza. Recomponiéndome del estado de ansiedad en el que estoy sumida para alzar la mirada y contemplar el asombro que le produce mi declaración. Pero sin querer malgastar mis últimos días de vida abandono el consejo sin lamentaciones.
Empujo las pesadas compuertas sin saber que es lo que debo hacer a continuación, pero tengo claro que no deseo una lacrimosa despedida, sin embargo lo primero que encuentro al abandonar el consejo es a Carmen y Alex cogidos de la mano con expresiones cargadas de preocupación. Por lo que queda claro que nadie obtiene el final que desea.
—¡Jessica! —exclama Carmen, acercándose de inmediato a medida que contiene el deseo de abrazarme, algo que sería natural después de las semanas que llevamos sin vernos, pero ya no tolero igual las muestras de afecto—. No debes preocuparte, podremos aguantar sin esa tregua para Elis y con ayuda del arcángel le haremos ver al consejo que están siendo excesivos. Recurriremos a lo que sea necesario —asegura desesperada por acallar cualquier clase de remordimiento que pueda sentir, creyendo obviamente que no he aceptado la propuesta de la oscuridad.
—¿Lo sabéis? —cuestiono algo irritada de que ellos hayan sido conocedores de mí sino antes que yo.
—Es por lo que el arcángel nos convocó, es necesario que sepamos lo que va a suceder para preparar a las guaridas en Elis —aclara Alex solicito—. Pero Carmen tiene razón, sabremos como resistir sin esa tregua —sentencia aunque sea una burda mentira.
—Nadie se atrevería a ir a Bakal, no importa cuál sea la recompensa —añade Carmen para hacerme sentir mejor. Por desgracia si no les hago conocedores de la verdad ahora, lo hará Miguel en cualquier momento, así que escojo ser franca.
—Deberíais saber que he aceptado y pasado mañana estaré preparada para recibir la runa —revelo esperando sus reacciones. Aunque este es un final que no deseo, cedo a ello por el bien de todos y quizás así alcance la paz que tanto ansío.




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