A veces entre los problemas del día a día es difícil valorar la importancia de las pequeñas cosas. Durante los meses que he pasado en esta habitación que considero mi refugio he dedicado tiempo a pensar, lamentarme, llorar, incluso reír en contadas ocasiones y usualmente de la mano de alguno de los Black, pero pocas veces le he dado importancia a observar. Ahora sentada enfrente de la ventana mientras disfruto del despuntar del amanecer trato de nutrirme de esa brillante energía que emana, pues la necesito después de haber pasado una nueva noche sin dormir.
En su día cuando las pesadillas me acosaban con mayor fijación cuestione cuanto podría aguantar sin descansar, temí volverme loca, pero por suerte Evone estuvo allí para ayudarme, aunque fuera con algo que sería considerado por la ley angelical como un delito. De verdad creí que cuanto más ignorase al resto del mundo ellos acabarían por recompensarme con la misma moneda, pero todavía oigo las protestas de Carmen y Alex tras confesarles mi decisión. Supongo que eso es el amor, algo que por mucho que no quieras recibir o dar tan solo sucede y cuando eres su esclavo no hay salida. Como unas arenas movedizas que ante cualquier movimiento en falso te atrapan hasta asfixiarte.
Por todo ello debería decirles adiós, es lo mínimo que puedo hacer por ellos y llevo horas pensando en como, cuando, que me gustaría confesarles antes de partir mañana. Sin embargo cada vez que intento salir de la habitación quedo paralizada delante de la puerta, demasiado cobarde para enfrentarlos. Temo las verdades que puedan echarme a la cara, la pena de Erika, la ira de Ricky y sobre todo a él. Me he forzado a creer que Ethan encontrara a alguien mejor, que superara este bache sin problemas y que a la larga olvidara que algún día existí. Pero seguro que el joven ojiverde tiene mucho que decir al respecto de estas atolondradas ideas.
Así que trato de no pensar demasiado en ellos o de lo contrario, esto se volverá aun más insoportable, aunque sé que sus protestas no tardaran en arrollarme de un modo u otro. La realidad es que puede que ni siquiera llegue a Bakal pues la runa podría matarme antes, lo cual sería un alivio, pero al mismo tiempo deseo ver Bakal. Sé que tanto el arcángel como Carmen y Alex saben más de ese tenebroso mundo, pero no quiero preguntarles ahora ya que dirían lo que sea con tal de retenerme. Sin embargo esta será la primera vez que me encuentre cara a cara con Dominik desde la muerte de Mark.
No sé si podre contenerme de herirlo incluso sabiendo que es inmortal y ni mil puñales acabarían con su vida. Pero sería una especie de satisfacción irme consciente de que le he producido alguna clase de dolor. Aunque en la visión que tengo en mente de ese momento es él como un dios todopoderoso juzgando mis pecados, ansioso por decretar el más sórdido y retorcido de los castigos. Es inevitable cuestionar del mismo modo si Brian estará allí, jure que la próxima vez que se cruzara en mi camino lo mataría, así que espero no tener que soportar también su presencia.
Ahora la venganza queda reducida a la esperanza de que los ángeles puedan derrotar al fin a los demonios y a pesar de lo difícil que eso resulta si somos objetivos, es lo único que queda. Con su pasividad ha estado urdiendo un plan en el que consigue que yo me entregue para morir y de ese modo todo lo que vaticino la profecía no valdrá nada, pues él será el único líder de la oscuridad. Pero lo que Dominik más desea no es solo derrotarles, si no pisotearles hasta que sean una miseria pues es lo que yo habría hecho con su asquerosa raza si dispusiera de más tiempo. Temo lo que suceda una vez que ya no este, pero tampoco he servido de mucha ayuda últimamente por lo que confió en que estarán bien.
—¡Jessica abre la puerta! —grita de repente un colérico Ethan. Aún continuo en camisón por lo que rauda me cubro con la bata y por un instante pienso en darle una excusa para evitar esta confrontación, pero es una estrategia demasiado sucia incluso para mí. Si ha tenido el valor de venir, lo menos que merece son algunas respuestas, aunque no le vayan a ser fáciles de conseguir.
—¿Por qué lo has hecho? —cuestiona a medida que irrumpe en la habitación en un estado de furia que nunca había visto en él. Luce tan ansioso y desesperado que dudo sobre si estoy haciendo lo correcto al acudir a Bakal, pero me aferro a la convicción de que en realidad no tengo otra salida.
—Es lo mejor —sentencio.
—¿Lo mejor para quien? ¿Para Dominik? —alega irritado, mesando sus hermosos cabellos rubios como si estuviera devanándose los sesos por elaborar un mensaje que me lleve a replantear las cosas.
—La tregua será buena para Elis.
—¿Es que no piensas en nadie más? —dice subiendo el tono de voz aunque está poniendo todo su empeño en controlarse—. Erika está desolada y Ricky igual. Mis padres llevan toda la noche reunidos con el consejo para intentar detenerte.
—Sin embargo tú estás aquí —comento percatándome de que debí haberlo previsto desde un inicio, que no se quedaría estoico viendo como acudo a mi fin, siendo justos yo tampoco le dejaría hacerlo. Pero aunque es tremendamente difícil de asumir, no siempre obtenemos lo que más deseamos.
—Sí, porque cuando se trata de ti tengo esperanzas —asegura decidido a sacarme de este entuerto como sea—. No puedes ir a Bakal —dice intentando sonar duro, no obstante suena como una petición insegura quizás porque en este tiempo ha podido comprobar que no es nada fácil controlarme.
—Aunque me negara, el consejo va a castigarme igual o peor —trato de explicar, a pesar de que mis motivos para acudir son mucho más profundos.
—Quizás no, el arcángel ha dicho que está dispuesto a interceder si se lo pides —confiesa con un brillo de esperanza en la mirada que está a punto de romperme el corazón, o al menos lo que queda de él.
—¿Y de qué valdría eso? —cuestiono consciente desde el primer momento que lo último que necesita la raza es una guerra interna entre el consejo y el arcángel mientras Dominik asedia Elis porque yo no asistí al juicio. Mi vida no vale más que la de toda esa pobre gente.
—Valdría porque yo te quiero, porque nos importas ¿Eso sí que no significa nada? —expresa abriéndose en canal, sin tapujos ni vergüenzas para mostrar la fuerza de sus sentimientos hacia mí, bajo el pensamiento de que esta es su última oportunidad. Pero la realidad es que nada de lo que hagan me hará recular, así que aun cuando me juego perder lo poco que queda de mi alma, escojo mostrarme tan dura como siempre. Pues duele más la pena que el odio y voy a lograr que me detesten.
—No —resuelvo despiadada, guardando todas mis emociones y cubriendo mi rostro con esa gélida mascará que para el resto del mundo parece impenetrable—. Lo mejor que podéis hacer es olvidar. Ya no queda nada de lo que era, así que no debería ser tan difícil —digo casi con un tono de burla, como si el dolor que sienten ante la posibilidad de perderme fuera insignificante.
—Esto no lo está haciendo Dominik o la oscuridad. Tú has elegido separarnos, has determinado que no somos lo suficientemente importantes para seguir peleando —acusa aun más enfadado que antes, al ver que vuelvo a esconderme detrás de mi oscuridad. Valiente para enfrentar a la muerte, pero cobarde para darle la cara a la gente que me importa.
—Puede —respondo escueta, confiando en que se marchara al percibir mi frialdad, sin embargo elimina raudo los metros que nos separan y toma mi rostro entre sus cálidas manos.
—Dime que volverás a mí —suplica frustrado a medida que acaricia mis mejillas como si estuviera guardando una imagen de mí en su memoria. Pero me deshago de su tacto, pues no quiero que lo último que recoja es esta indiferencia, si no a esa chica inocente que lo miraba con ojos brillantes de amor.
—Es mejor que te vayas —espeto incapaz de seguir observando cuando abandona el cuarto a trompicones atrapado en una ira que temo que lo consuma.
El instinto de ir tras él y dejarme guiar por sus consejos aún late en mi interior, el cariño tan inmenso que le profeso es algo que no desaparecerá ni siquiera con la muerte. Pero no puedo hacer eso, arriesgar la seguridad de tantos por mi egoísmo o el dolor de unos pocos. Entiendo su pavor, pues yo misma guardo mis reservas sobre la condena que me impondrán, pero más que eso, temo lo que pueda salir de mí rodeada de tanto mal.
La idea de ser absorbida por la inmensa oscuridad que hay en Bakal es lo que me lleva a vestirme para acudir en busca de Evone. Con un poco de suerte la poción me ayudará a enfrentar esta situación y a olvidar lo sucedido con Ethan… sí, eso es lo que necesito, olvidar. Al llegar a su misteriosa habitación observo la puerta entornada como de costumbre, pero al abrirla solo encuentro a Cira en su interior, que nada más percatarse de que soy yo agacha la cabeza en señal de respeto.
—¿Sabes donde está? —cuestiono consciente de la extrema inteligencia del animal, sin embargo mueve sus alas con nerviosismo deseosa de que la acaricie. Ella es de los pocos seres que no me temen y es curioso pues está constituida por débiles pétalos y ramas, es un animal hermoso, pero su verdadera fuerza no radica en el exterior. Quizás eso es lo que atrajo a Evone cuando la rescato en su día.
Perdida en mis pensamientos tardo en captar las voces en el pasillo que se encaminan hacia aquí, por lo que me dirijo a la puerta para recibir a Evone hasta que escucho que Carmen y Alex quienes incurren también en la discusión.
—Es cierto que lo de Mark la ha afectado, pero no podemos dejar que vaya a Bakal —se lamenta Carmen con desesperanza.
—Jessica es tan testaruda como lo era él o Julianne, si ha tomado una decisión no hay nada que hacer —sentencia Evone segura de lo que habla debido al estrecho tiempo juntas que hemos pasado estos meses.
—Evone ella te escucha, más que a nadie últimamente. Si alguien puede convencerla de su error eres tú —pide Alex con mayor entereza en su tono, pero sé que se debe solo a que desea mantenerse como un pilar fuerte para Carmen y sus hijos.
—Haré lo que pueda, pero porque si Mark estuviese vivo no soportaría que su sobrina entregase su vida de esta forma —promete ingresando al cuarto, sorprendida cuando lo primero que encuentra es precisamente a la persona de la que hablan con tanto interés. Pero no me pronuncio, solo vengo para verla y no he cometido ningún delito al escuchar una conversación que tenía lugar a escasos metros, en especial si gira alrededor de mí.
—¿Podéis dejarnos solas? —les dice a Carmen y Alex que se retiran respetuosos, aunque no advierto la mirada que me dirigen pues aparto la vista. Comprendo que estén dispuestos a invertir hasta el último segundo que disponen para detenerme, pero cada vez es más difícil asimilar que voy a entregarme cuando parece que ellos aún me aman sin importar cuantos desplantes les haga.
Vestida con una de sus coloridas túnicas que resaltan su tez oscura y su largo cabello azabache estoy segura de que Evone debe ser considerada como una diosa para muchos, sin embargo he tenido el privilegio verla desde un plano más terrenal. Su magia es temida y ansiada por todos, pero a su lado solo he conocido cariño, uno del que también debo de desprenderme.
—¿Ahora es cuando tratas de convencerme? —digo cruzando los brazos en un pobre intento de protegerme, pues sé que ella conoce a la perfección cada una de mis debilidades y pensamientos, así que mantener esta conversación no será nada fácil.
—Sé que en parte lo haces por la tregua para Elis y para evitar conflictos entre el consejo y Miguel —dice con tranquilidad, sin amedrentarse ante mi actitud chulesca—. Pero el mismo arcángel te ofrece controlar la situación si de verdad no deseas asistir al juicio —añade sin creerse que esté tirando semejante oportunidad de salvación por la borda.
—El consejo me odia y llegará un momento en que no se detengan ni siquiera ante el arcángel —alego esperando que eso la disuada de continuar indagando.
—Puede. Pero si logras salvarte de ir a Bakal, te aseguro que cualquier castigo que ellos impongan será mejor —determina con tal entereza que por un momento creo que la cosa quedara en una leve advertencia. Hasta que soltando un suspiro apesadumbrado parece haber hallado una conclusión—. Allí no vas a encontrar respuestas Jessica —advierte despertándome una enorme incomodidad, ya que tenía que haber supuesto que ella que conoce como nadie mi oscuridad, no tardaría demasiado en comprender otro de mis bajos deseos.
—Eso no lo sabes —sentencio, sin querer denigrarme dándole más explicaciones sobre la idea que lleva tantos meses rondándome.
—En Bakal solo hay muerte y desgracia. Hay mucha gente que te quiere, no vale la pena arriesgarse por tan poco —expresa iracunda.
—La supervivencia de Elis o la estabilidad de la raza angelical no es algo pobre —digo rastrera pues mientras intento parecer una heroína de cara a todos, la realidad es que he pasado miles de horas cuestionando que es lo que me diferencia de los demonios a este punto. Que me separa de convertirme en alguien como Dominik. Cuando ello me sobrevenía Evone siempre estaba a mi lado para alejar esas ideas, aunque nunca llegaron a despejarse por completo, de manera que ahora la duda retorna con mayor intensidad.
Tengo claro que acudir a Bakal implica la muerte, pero del mismo modo guardo la esperanza de descubrir en ese instante que es lo que soy en realidad. Una vez que pise ese mundo todo cambiara y supongo que una fuerza saldrá a relucir en mi interior, la luz o la oscuridad. Puede que sea una forma cruel de acabar, pero al menos podre contemplar a esos seres y el universo que tanto me ha obsesionado, el hogar de Dominik.
—¡No me vengas con esas! Has enfrentado batallas más grandes, pero accedes a ir a Bakal porque continúas creyendo que eres como ellos y no es así —decreta gritando con semejante ímpetu que Cira se pone en alerta preparada para atacar ante cualquier amenaza.
—Tú sabes mejor que nadie que soy un monstruo —confieso. Pues supuse que ninguno me apoyaría en esto cegados por sus sentimientos, pero soñaba con que al menos ella no me juzgara con tanta dureza.
—Él odiaría verte así y me lamento cada segundo del día porque creo que yo te he hecho empeorar —se tortura tomándome por sorpresa, no solo por sacar a Mark a relucir cosa que es muy poco común en ella, sino porque jamás me ha confesado cuál es su opinión respecto al enorme apoyo que me ha brindado.
—La poción era necesaria, es lo único que me ayuda a sobrevivir —aseguro deseosa de que entre en razón, pues de no ser por esos brebajes no sé que seria de mí.
—Es un veneno que ha retenido la oscuridad en tu interior para que fuera más fácil recuperarte, pero ahora veo que solo ha sembrado ideas equivocadas en tu mente —dice como si recayera en que sus sospechas se han convertido en una realidad. Todo comenzó de manera muy inocente, la oscuridad estaba consumiéndome hace un mes al punto en que acabé confesándole debía marcharme de Anfor y desaparecer antes de provocar una desgracia. Pero sugirió intentar algo, un brebaje inspirado en la misma poción que empleo Dominik en sus últimos viajes a Anfor para ocultar su oscuridad y así ejecutar sus fechorías, como el esconder el libro de las sombras en la biblioteca.
Sabíamos que era arriesgado, pero en su compañía consumí la primera dosis y tras un agónico dolor, el mal se encerró en lo más profundo de mi ser en una gloriosa tregua. El problema es que a medida que el tiempo ha transcurrido la oscuridad aflora con más asiduidad, hasta que en estos momentos desconozco cuantos viales habré consumido presa de la desesperación.
—¡No es así! Es lo que me mantiene a raya, tengo que tener una, al menos la última —proclamo confesando el verdadero motivo por el que he venido a verla, porque necesito de esa calma absoluta que me da la poción.
—No —decreta tajante.
—Sabes que la abstinencia seria horrible ¿Vas a hacerme pasar por eso justo antes de ir a Bakal? —rebato preparada para apelar a cualquier cosa con tal de salir de aquí con lo que quiero.
—No vas a manipularme. Además la poción podría interferir con la efectividad de la runa, así que tendrás que enfrentar esto con tus propias fuerzas —aclara con la seguridad de estar haciendo lo mejor para mí, sin embargo ella no tiene ni idea de que en realidad me está condenando.
—Debo tener la mente clara para mañana, solo una, por favor —suplico a medida que la rabia crece en mi interior.
Ajena a mis protestas Evone se gira dispuesta a sentarse en su mesa, pero algo me lleva a dar un paso para exigirle que me dé lo que quiero hasta que Cira suelta un estridente sonido y se abalanza sobre mí. Aturdida me cubro el rostro a medida que reculo hasta que pierdo el equilibrio y caigo al suelo en una maraña de patética necesidad. Cuando alzo la vista Evone trata de calmar al ave mientras me contempla con profunda tristeza, algo que provoca a la bestia en mí.
—¡Me las pagarás! —juro con un grito descorazonador antes de abandonar la habitación de malas maneras.
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Editado: 16.07.2022