Darkness.

Capítulo 8: Recuperando la normalidad.

Estoy tranquila, una suave calma me embarga como hacia mucho que no sentía. En este lugar los problemas parecen lejanos, dejando que la mente descanse para poder examinarlos con cuidado uno a uno. Permitiendo que el alma encuentre reposo mientras valoras las opciones. Luchar o rendirse. Amar o desterrar. Herir o tener la valentía de mostrar mis emociones aunque eso pueda significar ser machacada. Desde aquí parece fácil, tengo claro lo que quiero a quienes amo por encima de todo e incluso poseo la motivación para retenerlos a mi lado.
Sin embargo el mundo exterior es más cruel, tan despiadado que yo misma he comprobado como se devora a las almas más inocentes. Le tengo tanto miedo a ese mundo que he dejado que dicha emoción me transforme en algo de lo que no estoy orgullosa, pero pensé que las grandes batallas requieren a los mejores guerreros y ellos no tienen corazón, mucho menos alma. Ahora comprendo que tal vez hay una fuerza tan grande como el odio o la sed de venganza, el amor.
Camino por el neblinoso paraje perdida en mis pensamientos, en el recuerdo de estos aciagos días, incluso en la memoria de tiempos pasados donde mama y Mark seguían a mi lado. El manto de blanca calima que cubre el extraño mundo debería inquietarme pues carezco de un rumbo determinado, incluso podría caer en cualquier momento hacia un aciago abismo, ya que no sé donde estoy pisando, pero resulta liberador. Siento que hay más gente aquí, aunque no puedo verlos, ni ellos a mí. No hay juicios de valor, la importancia de una buena apariencia desaparece y solo vale lo que llevas dentro, en lo más profundo del corazón.
El mío carga tantos secretos que la idea de abrirlo debería causarme pánico y confusa me llevo la mano al pecho intentando encontrar esa emoción. Nada. Solo el tacto cálido de mi palma, la ligera brisa que hace ondear el níveo camisón que visto y la textura un tanto rugosa del suelo en las plantas de los pies. Nunca he sentido algo así, es como un milagroso entumecimiento. Entonces en medio del silencio sepulcral que reina, se abre paso un ligero sonido, el borboteo de alguna corriente de agua cercana. Debe ser algo pequeño, como un río o quizás un lago.
Continuo ansiosa por encontrarlo y a cada paso el ruido se refuerza, débil, pero constante. Hasta que cuando me doy cuenta parece que estoy encima de él, pues al agachar la cabeza, la niebla se ha despejado para permitirme contemplar mis pies húmedos por el riachuelo que corre sobre la fría piedra grisácea que conforma el foráneo universo. Inocente, juego con ella disfrutando de su gélida temperatura, cuando se torna espesa. La confusión inicial pasa a convertirse en espanto, pues el agua cristalina se tiñe de un tono carmesí, hasta que comprendo que lo que comienza a correr es sangre, ríos de caliente y densa sangre.
El terror, la ansiedad y las dudas regresan con más fuerza que nunca, pero lo peor es que no puedo alejarme. Estoy en medio de esa corriente de vidas perdidas, atrapada en una guerra entre dos mundos sin escapatoria, pues crece la sensación de que solo yo puedo darle fin a tantos siglos de luz u oscuridad. Hasta que todo se detiene cuando al fin despierto.
Salto de la cama como un resorte, sentándome en el filo del colchón mientras meso mis sudorosos cabellos en busca de alguna explicación para lo que acaba de suceder. Es de noche y a duras penas alcanzo la lámpara de la mesilla desesperada por alejar los monstruos que siempre se esconden en las sombras de mi cuarto, mientras reina el sonido de mi errática respiración. Me tiemblan tanto las manos que termino por cerrarlas en puños a los costados con resignación, sin embargo lo hago con tal furia que clavo las uñas en las palmas, generando pequeñas heridas.
No queda nada de la inmensa paz que sentí en ese lugar, sin embargo, este es el único sueño bueno que he tenido en meses. Si es que se trataba de una ilusión, pues hasta que no he abierto los ojos en la soledad de mi habitación todo parecía absolutamente real. Valoro la posibilidad de que haya sido una construcción de la mente, un rincón en el que poder descansar de los ataques constantes de la oscuridad, pues ese infecto mal aprovecha cualquier momento de debilidad.
Aunque dudo que la psique sea capaz de dar tal cantidad de detalles sobre algo que no existe en realidad. Sentí el suelo, la brisa, el agua entre los dedos de mis pies. En cierto modo sé que estuve allí y al mismo tiempo comprendo que es imposible. De hecho mi llamador descansa en el cajón de la mesilla atestiguando que no ha intervenido de forma alguna en semejante epifanía. A medida que me devano los sesos por aportar cierta lógica a lo que he experimentado, los sentimientos de opresión que me llevaron a despertar de tan abrupta manera se disipan y comienzo a abrir los sentidos a la intuición.
Es algo por lo que no suelo dejarme llevar, ya que en general tiendo a confundirla con el instinto, la percepción de las cosas se deforma hasta crear bajos impulsos que en ocasiones a penas puedo controlar. No obstante en este caso escojo confiar en ella, pues hay algo más grande que grita que esta vez no corro peligro en hacerlo. Se trata de un mensaje de la luz, uno que no alcanzo a comprender del todo, incluso cuando la sensación de pertenencia crece con fuerza en mi pecho suplicando que indague. Jamás he oído hablar de otras creaciones de la luz lejos de Elis, Anfor y la Tierra, pero algo me dice que ese lugar existe y está clamando por mí.
Con un ligero mareo que amenaza con convertirse en un punzante dolor de cabeza camino hacia el comedor para desayunar. Después de una noche tan movidita creo que si no como algo pronto voy a desfallecer. Mientras avanzo sigo sorprendiéndome del ajetreado ritmo de la Torre, donde los ángeles corren de allá para acá en un flujo constante, entre risas, hermandad y alguna que otra mirada furibunda en mi dirección. Comprendo que no importa lo que diga o haga, incluso si opto por intentar encajar vistiendo prendas más alegres, como lo que llevo hoy.
Con mi coleta al viento y un conjunto de pantalón y camisa de lino, estrictamente blancos, el color que impera en Anfor. No puedo controlar lo que la raza piensa de mí, si soy una traidora o estoy aliada con Dominik. Quizás ha sido una tontería cambiar mi forma de vestir a estas alturas, pero la realidad es que solo hay unos pares de ojos para los cuales deseo lucir renovada y están en la mesa más alejada de la sala discutiendo por nada menos que unos cruasanes de chocolate. Aunque reconozco que el hecho de ser consciente de algo, no implica que sea más fácil de sobrellevar.
Pues en el momento en que aparezco por la puerta, todas las miradas se clavan en mí y de hecho veo tanta repugnancia en algunas personas que al percatarse de que pretendo quedarme, simplemente optan por huir. No sin antes remarcar su disgusto con un bufido o mueca al pasar. La necesidad de ocultar la pena e impotencia que siento es inmensa, pues implica tan solo enmascarar dichas emociones con una expresión pétrea, algo a lo que recurría con sencillez a través de mi oscuridad.
Aunque resisto, mostrando la incomodidad que me embarga, la vergüenza. Era de esperar que si antes no me querían demasiado, ahora que he regresado de Bakal con vida no van a celebrar con alegres cánticos. Es en esta clase de situaciones donde es inevitable que cuestione mi valía y aún más después de lo sucedido anoche. Desconfió sobre la posibilidad de que la luz se moleste en enviarme mensajes, mucho menos en encomendar alguna misión, pero parecía tan real.
Entonces sentí que era valiosa de nuevo para la raza, que tenía una segunda oportunidad de demostrar todo lo bueno que soy capaz de hacer. A lo lejos observo como el rostro de Ethan se llena de ira y el comedor resuena con el sonido de su silla contra el suelo pues se dispone a venir a rescatarme de mi miseria. En cambio se detiene al ver que continuo por el pasillo, ignorando los susurros a los costados hasta que llego a un lugar seguro, junto a ellos.
—Buenos días —saludo con gran timidez, incapaz de prever sus reacciones ante semejante espectáculo.
—Siéntate a mi lado —dice Ethan de inmediato, hablando con un tono seguro que busca demostrar al resto de los presentes en una cachetada con guante blanco que no estoy sola—. ¿Qué quieres desayunar? —ofrece sirviéndo un vaso de jugo de naranja, a medida que examino no solo el banquete que tenemos delante, sino los detalles del comedor. Es la primera vez que me adentro en esta área de la Torre, pues generalmente prefiero comer en la soledad de mi habitación, sin embargo ni siquiera la incómoda recepción que he recibido es capaz de emborronar la belleza de la sala.
Es enorme y opulenta. Conformada por la misma piedra blanquecina que constituye la gran mayoría de la Torre, con techos abovedados de los que cuelgan brillantes lámparas de araña. Aunque a estas horas de la mañana la iluminación proviene de los grandes ventanales que permiten que la luz del exterior se distribuya generando un ambiente cálido. Las mesas son de una madera oscura, tan largas que creo que podrían caber al menos cien personas en una sola de ellas y las sillas tapizadas con un terciopelo rojo se alinean a sus extremos con precisión milimétrica.
Era de esperarse que tratándose la raza angelical de una familia tan grande y unida iban a requerir de un espacio como este. En el que poder mantener distendidas conversaciones a medida que consumen los mejores alimentos que la madre tierra, junto a los cocineros de la Torre son capaces de proveer. Frutas, panes recién horneados, bollería, jugos, café, tartas… hay tantas opciones que a penas sé qué escoger.
—No te preocupes, las aguas terminarán por calmarse —comenta Erika mientras unta un poco de mermelada de fresa en su tostada, incapaz de contener el deje de resentimiento en su tono ante la actitud de sus compatriotas.
—¿Para qué le mientes? Eres la comidilla de todos los mundos —cuestiona Ricky con una sinceridad que resulta un tanto brutal, aunque la verdad tiende a ser así. No obstante soy consciente de como se esfuerza por esquivar mi mirada y recaigo en que he tenido la oportunidad de hablar con los demás en privado a excepción de él.
—¡Ricky! —exclama ella escandalizada.
—Bueno no todo el mundo te odia, la verdad es que la gente en Elis está muy agradecida y creo que el arcángel también —menciona aparentando normalidad. Pero su expresión y esos ojos esquivos demuestran que está poniendo todo su empeño en bromear casi de manera forzada, para ocultar la incomodidad que le genera mi presencia—. Es complicado saberlo con ese gesto serio que tiene siempre —añade jocoso. Insegura replanteo si debería hacer esto aquí, mientras cientos de personas nos escrutan con censura, aunque la verdad es que nada importa más que recuperar su cercanía.
—Me alegro de volver a verte Ricky, no sabes cuanto y creo que también te debo una disculpa —me sincero tomándole por sorpresa, aunque percibo una discreta sonrisa orgullosa en el rostro de Ethan. Está claro que no he sido la única en notar el extraño comportamiento del pelirrojo, ese mecanismo de defensa que emplea para evitar preocupar a su familia, sin embargo debería haber supuesto que precisamente con ellos es imposible ocultar nada.
—Prefiero que trates de recordar que somos una familia —dice compungido, haciendo que derrame unas lágrimas ante su honradez, pero las seco rauda, antes de que nadie más pueda verlas.
—Lo intentaré —aseguro, ya que no me atrevo a prometerlo para acabar rompiendo el juramento en un momento de debilidad.
—Más te vale, no creo que puedas huir de Bakal dos veces —añade con su tono habitual, cargado de ligereza—. ¿Es demasiado pronto para bromear con eso? —cuestiona ante el incómodo gruñido que emite su hermano.
—Solo un poco —responde Ethan con un ligero cabeceo, aunque sé que está tan contento como yo de que las cosas parezcan estar mejorando. No obstante siempre habita en mí esa oscuridad que grita que no he de acostumbrarme, pues la felicidad es algo a lo que no tengo derecho.
—¿Qué planes tenéis para hoy? —pregunto pinchando una fresa de la macedonia de fruta que Ethan me ha servido, buscando desesperadamente alejar esos nefastos pensamientos.
—Tengo que ir a la Guarida, ya sabes, a indagar en la sesera de unos cuantos demonios —responde Ricky haciendo extraños movimientos con sus manos como si tuviera alguna clase de superpoder y como cabe esperar somos incapaces de contener la risa.
—Yo tengo prácticas de tiro con los novatos, no va a ser fácil —comenta Ethan sacándome de mi ensoñación.
—Quedan mil cosas que hacer en el invernadero, aunque te pareciera ayer que todo va de lujo hay demasiadas bocas famélicas que alimentar últimamente por aquí —asegura Erika girando el rostro para contemplar a su mellizo con los carrillos repletos de tarta de chocolate e instantáneamente parece cuestionar cuanto azúcar es capaz de tolerar un ángel.
—¿Qué? —exclama ingenuo, limpiando las comisuras de sus labios creyendo que ese es el problema.
—Ya… —murmuro recordando al chico del invernadero. Entonces nuestras miradas se cruzan y parece averiguar lo que estoy pensando, lo que la pone muy nerviosa. Jamás sería capaz de delatar uno de sus secretos, pero por las expresiones de sus hermanos creo que es ella quien no sabe que ellos sospechan sobre Elías. Aunque es de imaginar que tratándose de los Black todo se torne una espiral de confusión hasta que se resuelva y espero que para bien.
—Recordad las instrucciones del arcángel, tenemos que ir de caza por Manhattan esta noche —interviene Ethan segundos después, generando una aura un tanto lóbrega.
—¿Cómo están las cosas? —digo insegura, pero no puedo continuar permaneciendo ajena a la batalla que se libra ahí fuera, menos aún cuando ahora está, parece intervenir también en mis sueños.
—Si seguimos así nos va a ser imposible ocultar a los humanos la existencia de los demonios y dudo que quede algo de Elis para entonces —admite con gran dolor, dejando de lado su desayuno pues el simple pensamiento de semejante destino le ha cerrado el estómago.
—El rey Landon trata de aparentar calma, pero si el acoso de la oscuridad continua, pronto Elis se convertirá en una segunda Bakal —le comenta Erika.
—Es entendible, ellos no solo tiene a los demonios puros y a los de alto rango, también a los Borats —expone Ricky con el ceño fruncido, como si incluso él que está tan ligado a ese mundo fuera incapaz de asimilar los horrores que allí se viven día tras día.
—¿Borats? —pregunto sintiendo que el término me resulta familiar.
—Algunos seres se vieron obligados a ceder a la oscuridad. Entonces se corrompieron hasta convertirse en unas criaturas horrendas que se alimentan de la carne de sus presas y poseen un veneno atroz —expone aparcando por un instante su aflicción, para dejar salir el odio y la rabia que profesa hacia la oscuridad—. A los ángeles no nos afecta tanto, pero si muerde a alguien de otra raza y en caso de que este logre sobrevivir, será para convertirse en uno de ellos.
—Es horrible —murmuro pensando en las razas que serán incapaces de defenderse por sí mismas y por ende, se volverán las primeras en extinguirse.
—Todos están preocupados por que algo le suceda ahora a Landon, ya sabes… —alega Erika mirando a Ethan con gesto preocupado.
—Barek no dejará que nada, ni nadie lo hiera —sentencia con la más absoluta seguridad.
—Sí, ese hombre realmente da miedo, con esos ojos. El Guardián parece un gran tipo a su lado —dice Ricky tratando de aligerar el ambiente, sin embargo su comentario me retrotrae a aquel guerrero de ojos amarillos que estaba al lado del arcángel el día en que acudí al consejo decida a participar en la batalla para truncar los planes de Dominik.
—Espera, es un hombre grande, con una mirada dorada, similar a la del arcángel —menciono insegura, aunque no creo que exista alguien que se parezca a esa portentosa criatura.
—Sí ¿Dónde lo has visto? —responde Ethan con curiosidad.
—Cuando nos reunimos en el consejo antes de la batalla, estaba al lado de Miguel.
—Es verdad. Los seres de Elis no tienen permitido el paso a Anfor y mucho menos a la Tierra, pero últimamente las circunstancias obligan a que se rompan un par de leyes —sostiene con cierta resignación—. Al fin de al cabo él es el protector del rey, aunque en realidad son como hermanos. Es entendible después de todo lo que ambos han atravesado
—¿A qué te refieres…? —cuestiono confusa, no obstante estoy deseosa de aprender más de la historia y el folclore de Elis.
—Deberías ir de caza con nosotros —interviene Erika de repente, con actitud de haber estado elucubrando desde hace un rato si se trata de una petición prudente, e interrumpe con ello cualquier intención de indagar sobre ese supuesto rey Landon y Barek.
—Creo que por el momento me quedaré aquí, tengo que ir a la biblioteca, necesito recopilar información sobre una cosa —comento sin atreverme a confesar que todo se debe a ese extraño sueño y aunque observo cierta intriga en ellos ante tan crípticas palabras, no insisten.
Después de disfrutar de su compañía un rato más, Erika se macha alegando que tiene prisa para seguir con el trabajo del invernadero, sin embargo creo atisbar una cabellera rubio platino escondida tras la puerta del comedor.
—Si no quieres acompañarnos esta noche, entonces disfruta de tus libros —dice Ethan, una vez que encontramos un discreto rincón en el que poder despedirnos.
—Creo que estaré bastante entretenida.
—Quizás yo puedo ayudarte —ofrece sin querer presionarme demasiado, pero creo que sigue siéndole difícil soportar el hecho de que hay cosas que no tengo la necesidad de compartir con él.
—¿Tienes idea de si existen más mundos creados por la luz? —pregunto optando por demostrar que no es desconfianza, más bien están aconteciendo sucesos a mi alrededor que no podría llegar a explicar con palabras, pues a penas los alcanzo a comprender. Además si alguien sabe de historia de la raza angelical, es Ethan.
—No ¿Por qué lo preguntas? —cuestiona sorprendido con mis elucubraciones.
—No sé, últimamente le he dado muchas vueltas a la cabeza, supongo que es una tontería. Simple curiosidad —alego para restarle importancia, ya que aún no sé si la tiene. La idea de comentárselo a Evone se me pasa por la mente, pero lo descarto pues creo que tenemos que hablar de cosas mucho más vitales que un absurdo sueño.
—Lo entiendo. Si quieres puedo pasar por la biblioteca cuando regrese —ofrece acercándose un poco más, en una petición silenciosa.
—Sería genial —aseguro, buscando demostrar que no tengo miedo a su afecto, por el contrario lo añoro y deseo como nunca antes. Bajo ese embrujo ambos nos aproximamos, sus brazos envuelven mis caderas y poso una mano sobre su fornido pecho esperando que nuestros labios se unan después de tanto tiempo. Estamos tan cerca que siento su cálido aliento sobre mi rostro, el aroma de su piel, casi no resisto las ganas de ser yo quien lo tome del cuello y nos conceda el desahogo que ansiamos.
—¡Puedes quedártelo Jess! En realidad no lo necesitamos para ir de caza, solo grita órdenes y exige. Es un verdadero angustias —proclama Ricky saliendo de la nada e interrumpiendo de la peor manera. De inmediato nos alejamos a medida que tratamos de simular que lo sucedido no nos ha afectado, hasta que Ethan vuelve a dirigirse a mí, pero para regalarme un inocente beso en la mejilla.
—Nos vemos a la noche —promete con ternura, aunque al alejarse en busca de su hermano es evidente que lo recorre una clara irritación.
—Ten cuidado cuando estés de caza —exclamo esperando que Ricky sea bueno corriendo, pues Ethan no va a perdonar con facilidad su intromisión.
Con fastidio paso la página del enorme y ajado libro ante mí, comenzando a sentir el cansancio de tantas horas de lectura, sobre todo en el punzante dolor en la espalda. A pesar de que las sillas de la biblioteca son de lo más cómodas y Renny ha sido tan amable de traer casi cada ejemplar que he examinado. No obstane ya ha caído la noche así que no queda prácticamente nadie por aquí. Creo que lo peor es tener que reconocer al fin que tanto empeño no ha servido para nada, pues ninguno de los antiguos libros de historia, brujería e incluso artes oscuras ha podido solventar mis dudas.
Soltando un suspiro exasperado echo la cabeza atrás sobre el respaldo de la silla contemplando el hermoso techo de la sala mientras debato si debería olvidar ese lugar de una vez por todas. Encontrar las fuerzas para entrar aquí no ha sido fácil, no solo porque escenas como la acontecida en el desayuno me persiguen a todas partes, sino por el recuerdo del adorable bibliotecario que incluso en mi encerramiento tuvo la gentileza de dejarme sus mejores ejemplares. He despreciado a seres tan inofensivos como él y sin embargo solo percibí alegría cuando me vio aparecer por la puerta.
—Creo que estos podrían servirle, son ediciones más nuevas, las trajeron de Elis hace a penas unos meses. Ya sabe, antes de que las cosas se pusieran tan complicadas —comenta acercándose con su pausado andar para depositar su preciada carga con sumo cuidado ante mí.
—Gracias Renny, pero empiezo a creer que estoy buscando algo que no existe —admito sin poder ocultar la decepción que siento. Cuando le comente lo que necesitaba espere que me dedicase una mirada extrañada igual que Ethan, sin embargo, el pequeño Rominido se llenó de ilusión al tener la oportunidad de ayudar mediante su inmenso amor por la Literatura.
—Has hecho un gran trabajo restaurando todo esto —digo examinando la que en un tiempo no demasiado lejano se denominaba como ``La zona prohibida´´. Aún muchos ángeles tienen reticencia a habitar esta parte de la biblioteca, algo que en cierto sentido me beneficia, pues puedo refugiarme aquí lejos de las miradas especuladoras. Sin embargo para cualquiera sería imposible reconocer aquel lugar lúgubre y pesado que era, gracias a la impresionante labor de Reny.
Ahora las estanterías refulgen como nuevas, no hay ni una sola mota de polvo y por supuesto, los libros han sido categorizados y limpiados a conciencia. Desearía que la oscuridad que porto fuera tan fácil de borrar, pero de algún modo este lugar es solo una prueba de que hay cosas que quedan en la psique de todos. Esta siempre se conocerá como la zona prohibida aunque ya no haya maldad en ella y por ende, yo seré considerada pase lo que pase en el futuro, como el ángel oscuro.
—Solo gracias a usted —asegura con un tono cargado de agradecimiento—. Precisamente he de continuar restaurando algunos ejemplares y recolocar nuevos géneros —alega ansioso por comenzar con dichas labores.
—¡Renny! Gracias por preocuparte por mí y por ayudarme con esto —expreso antes de que se aleje.
—Oh, no es nada. Yo debería agradecerle a usted por lograr la tregua para Elis —dice quitándole importancia a la inconmensurable benevolencia que me presta.
—Eso… —comienzo sin saber aun como reaccionar ante semejantes muestras de afecto, quizás porque rodeada de tantas miradas inquisidoras no esperaba que alguien encontrase heroicas mis acciones. Lo único que mencione al volver es que ni siquiera yo misma sabia como estaba viva y de vuelta en Anfor, a día de hoy continuo sin saber que es lo que me salvo de la ejecución. Sin embargo muchos han resumido dicho suceso en una sola palabra ``traición´´, convencidos de que me alíe con Dominik para salir de Bakal.
—Discúlpeme —pide de repente, con una actitud solemne que me invita a escucharle con atención—. Provengo de una raza que se dedica a la minería, nos escondemos bajo el suelo buscando piedras preciosas y metales para que otros los conviertan en armas. No somos guerreros. Así que estoy convencido de que en estos cinco días usted ha logrado que salven a muchos los míos, por eso le debo un gran respecto —relata quitándome el aliento con su emocionante confesión.
—No quiero incomodarte, pero, ¿Cómo llegaste a Anfor? —cuestiono curiosa de aprender más de él, en especial ahora que estamos en relativa intimidad.
—Los Rominidos no salimos al exterior a no ser que peligre nuestra forma de vida. En una ocasión la colonia se vio obligada a migrar y los demonios atraparon a mi hermana —expresa con tranquilidad, aunque en su mirada advierto el inmenso sufrimiento que radica en su pasado—. Fui a rescatarla para ver como esas bestias la asesinaban. Me hirieron de tal forma que creyeron que había muerto, pero el arcángel me encontró —continúa a pesar de lo difícil que le resulta.
—Es muy triste —murmuro para mi misma, arrepentida de haberle hecho recordar.
—Permitió que me quedara en Anfor cuando supo que no tengo más familia, él vio algo en mí. Desde niño soñé con estar en un lugar como este, lleno de historias por descubrir y me gustaría que el resto de razas pudieran tener una vida digna —dice con más ánimo, sobrecogido ante la idea de que llegue el día en que pueda contemplar a Elis ser regida por la paz.
—Agradezco mucho que me hayas confiado esto —afirmo emocionada, consciente de que a pesar de no pertenecer a una misma raza y tener caracteres tan dispares, ambos sabemos bien lo que es sufrir el dolor de perder a alguien a quien amas. Aunque tengo la sensación de que pronto muchas más personas se verán obligadas a experimentarlo, pues algo se mueve en la oscuridad y me viene a la mente el río de sangre que vi en el sueño.
—No suelo hablar de ello, pero creo que ha sido una experiencia enriquecedora —valora con entereza, recuperando su porte formal.
Hablar con Renny ha resultado sobrecogedor, aunque al mismo tiempo me ha conferido una versión diferente de mis actos. Cuando creí ser una salvadora era consciente de que cada paso que daba tendría algún tipo de repercusión en la raza angelical, sin embargo Erika tenía razón, me rendí. Desde que supe que había oscuridad en mí me conforme con la idea de que solo podía hacer el mal, sin embargo, ese pequeño Rominido me ha mostrado que aún puedo traer mucho bien.
—Estás muy guapa cuando te concentras —susurra una voz que reconocería en cualquier parte sacándome de mis pensamientos. Su cálido aliento recorre mi clavícula y al recordar lo que ha estado haciendo toda la noche giro para comprobar que está bien. Hayo sus ojos esmeralda, el cabello manchado de sangre de algún demonio y como no, esa sonrisa que tiene reservada solo para su destinada.
—Eres un mentiroso —digo jocosa, sin perderle de vista mientras se acomoda en el asiento a mi lado.
—¿Cómo ha ido la investigación? —pregunta curioso arrastrando el libro que ojeaba sin demasiado éxito hace un instante.
—Nada interesante, mejor cuenta tú ¿Están bien los demás? —intervengo cerrando el ejemplar de inmediato y desviando el tema, pues no deseo hablar de mis bizarras elucubraciones respecto a lo que se avecina.
—No te preocupes, de una pieza —asegura notando mi reticencia, sin embargo lo ignora pues parece que hay algo importante que desea tratar conmigo—. Quiero advertirte.
—¿Y bien? —digo expectante, insegura por su repentino cambio de actitud.
—Creo que el consejo te dejara tranquila por un tiempo, están demasiado ocupados ahora mismo —comparte despertándome una gran preocupación con la confianza que exhibe.
—¿A qué te refieres?
—Los demonios cumplen con la tregua, pero hay demasiados heridos, mis padres están desbordados —explica con pesar—. No sabemos si tendremos suficientes guerreros para cuando pasen estos cinco días y se comenta que el arcángel está pensando en enviar a ángeles menos preparados —añade como si no supiera si debería compartir dicha información conmigo.
—Sería una masacre —sentencio incapaz de encontrarle la lógica a semejante estrategia, hasta que Ethan ante mi confusión se dispone a esclarecer la complejidad del panorama que se nos presenta.
—Necesita a los mejores para defender las fronteras que lindan con los terrenos de los demonios y los Borats.
—Es una locura —exclamo mesando mis largos cabellos con nerviosismo, pues lo peor no es ver como Elis se desmorona, si no ser incapaz de vislumbrar alguna forma, por arriesgada que sea, de impedirlo. Así que estoy probando una ínfima porción de la desesperación que ha de cargar el arcángel Miguel. Ahora entiendo por qué Ethan dice que en estos momentos soy su última preocupación.
—Por eso deberías acompañarnos a cazar a la Tierra, si logramos establecer un equilibrio allí Miguel podría enviar a más guerreros a Elis —ofrece avivando ese nudo de miedos e inseguridades que estaba al fin dormido en mi interior—. Tú tienes un instinto que nosotros no poseemos —asegura, sin ver que el foco principal de esas capacidades se debe a la oscuridad que poseo. No me resulta difícil ubicar donde hay un demonio, incluso a veces puedo percibir su fuerza, pues cuando cazaba era una fiera en busca de una presa y la sola idea de revivir esas sensaciones resulta escalofriante.
Pero observo su mirada esperanzada, percibo el temor que siente al imaginar que tendrá que ver a Elis caer, el lugar donde su madre y antepasados radicaron. Recuerdo que aseguré que haría un esfuerzo real por mantenerme firme a mis convicciones, así que no le fallaré.
—Puedo intentarlo —determino tras una larga pausa, aunque me hubiera gustado que mi voz sonara un poco más decidida.
—Estaremos contigo, todo va a salir bien —promete con una deslumbrante sonrisa, radiante de felicidad. A pesar de que el presente es infinitamente más complejo, existe la ilusión de que volveremos atrás, cuando éramos en cierto sentido un equipo. Ethan se acerca despacio y sé que va a terminar lo que no pudimos concretar esta mañana con la interrupción de Ricky.
Deseo que lo haga y por eso enredo mis dedos en su suave cabello rubio mientras nuestros labios se unen en un sensual contacto. Lo necesito más que nunca. Al aceptar su propuesta de ir de caza no solo le estoy confiando mi vida, sino la de todos. Incluso a pesar de lo mucho que he podido indagar en mi oscuridad estos aciagos meses, sé que ese es un pozo sin fondo, una maldad infinita que de ser realmente convocada podría acabar con todos, incluso puede que con Dominik.
Pero mientras siento el calor de su boca, la comodidad de sus labios, mis mejillas se encienden y el corazón me late veloz. Lo he añorado, esa manera en la que encajamos, como dos piezas de puzzle. Estamos hechos el uno para el otro y eso es algo que jamás cambiará. Ahora comprendo que aunque el odio es grande y me hace sentir poderosa existe algo mucho mejor, el amor. Quiero que esa sea la fuerza que me mueva de aquí en adelante.




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