Darkness.

Capítulo 9: Noche de caza.

Mientras camino por las húmedas calles de la fría Manhattan a altas horas de la noche trato de poner mi mente en orden para lo que nos espera. En medio de una caza cualquier movimiento incierto o mala decisión puede llevarte a la muerte, algo que antes no significaba mucho, pero ahora tengo demasiadas razones para mantenerme con vida. Algunas de ellas me rodean mientras escrutan entre las sombras de la oscura calle en alerta ante cualquier ruido o movimiento extraño.
Debería estar tan pendiente como ellos, estaría bien que tratara de ayudarles en esta incansable lucha contra el mal, pero siempre aflora el temor a que la oscuridad se apodere de nuevo de mis sentidos, en especial después de la tormentosa noche que he pasado. No me atrevo a recordar su nombre, ya me acosa lo suficiente para avivar aún más su fantasma, pues eso es lo que es, un espectro. Sé que a estas alturas está muerto, no hay otra posibilidad y aunque no debería, es un pensamiento que me devora. Fantaseo con como habrá sido, si sufrió, cuáles serian sus últimas palabras. La posibilidad de que fuera él quien evito que me condenasen en Bakal continúa rondándome.
 Es tan agónico que inconscientemente me llevo la mano al pecho para tratar de aliviar esa angustia, aunque ojalá fuera tan sencillo olvidarse de ese endemoniado traidor que ni siquiera en la muerte me deja tranquila. Tuve que haberle dicho que no a Ethan, quedarme un día más con el rostro pegado a un libro en la biblioteca no es demasiado excitante, pero es seguro. Sin embargo sus besos, esa cercanía, su temor, nublo mi lógica, así que ahora he de pagar las consecuencias.
—Es genial estar de vuelta —exclama Ricky con júbilo, aunque en un tono bajo, consciente de las criaturas que se esconden por doquier y que huirían al denotar nuestra presencia.
Balanceando su gran hacha, avanza con confianza al lado de Ethan, quien tan solo responde con una escueta sonrisa. A pesar de la distancia que nos separa sé que está tenso y dudo que se deba al peligro de una amenaza inminente, pues es algo a lo que estamos acostumbrados. Quizás sea porque somos destinados y por ende, vaticino que su nerviosismo tiene que ver con mi presencia.
Como siempre, quiere protegerme, puede que incluso de mi misma y creo que considera esta caza como una prueba, la manera de comprobar hasta donde llega ese deseo que siento por mejorar. Es un tanto injusto, si entendiera de verdad lo que me sucede sabría que hay momentos en los que no puedo controlar que salga a relucir lo peor de mí. Sin embargo entiendo que después de todo lo que les he hecho, necesitan algún tipo de muestra tangible de cambio. Por eso estoy aquí y decido esforzarme como nunca antes en esta misión, debemos dejar el listón bien alto.
—¿Qué tal tu aventura en la biblioteca? Nada más llegar a la Torre Ethan desapareció —comenta Erika con un tono falsamente casual, tras asegurarse de que sus hermanos están demasiado lejos para escucharnos.
—Sí, vino a hacerme una visita —respondo incapaz de no sonreír ante el recuerdo. Tras aquel beso siguieron muchos más, suaves, pasionales. El amor de Ethan es diferente a nada que haya experimentado antes. Es dulce, fácil, aunque en ocasiones siento que falta algo, pero lo reduzco a esa destructiva voz interior que siempre trata de sabotearme cualquier momento de felicidad—. ¿Y tú que dices de Elías? —cuestiono con sincera curiosidad.
—Shhh, ¡Podrían oírnos! —exclama alarmada, como si hubiera acabado de gritar a todo pulmón un secreto inconfesable. Por suerte al examinar de nuevo a nuestros acompañantes se da cuenta de lo mucho que está exagerando—. Vale me gusta un poco, pero solo lo sabéis tú y mi madre, no quiero decírselo a los demás hasta comprobar si vamos en serio —explica más tranquila, aunque habla tan bajo que es un milagro que haya comprendido lo que dice.
—Parece un buen chico —menciono de soslayo.
—Lo es. No es un guerrero, trabaja en el invernadero y ayuda en las cocinas, espero que cuando todos vean lo bien que nos llevamos no pongan pegas.
—¿Crees que tus padres o hermanos le juzgarían por no ser como nosotros? —pregunto confusa, ya que la familia que conozco jamás haría algo así. De hecho lo sé de primera mano, pues siempre me han tratado como a una más, incluso cuando a penas nos conocíamos.
—No. Es solo que llevamos vidas muy diferentes y tengo miedo de que eso sea lo que nos separe —responde rauda. La verdad es que la existencia de un guerrero es ardua e incierta. Hay que estar donde se halla el deber y por ende bajo un peligro extremo, así que comprendo los temores de Erika.
—Bueno, no vi miedo en él cuando se enfrentó a mí en el invernadero —digo en defensa de Elías. La verdad es que a pesar de querer cuidar de Erika supo que ella sabría valerse por sí misma y nos dejó a solas. Había tanto aprecio y respeto en su mirada, que creo que sabe exactamente con que mujer está tratando, así que no se dará por vencido a la primera complicación. 
—La verdad es que nunca me he sentido así, no es mi destinado, pero cuando estoy con él es como si el resto del mundo desapareciera —confiesa perdida en sus pensamientos. Entonces contemplo al joven que continúa con su andar decidido a tan solo unos metros, supongo que el amor de mi vida. Aunque cuando proceso las palabras de Erika, es una penetrante mirada gris lo que me viene a la mente y siento tanto miedo que suelto un inconsciente jadeo —. ¿Estás bien? —pregunta consternada, abandonando su realidad de flores y corazones.
—Claro, solo hace demasiado frío, incluso para ser enero —alego quitándole hierro al asunto.
—Sabes que puedes contarme cualquier cosa, ¿Verdad? —expresa con tal cariño que se me forma un nudo en la garganta. No quiero hablar de él, contaminar el ambiente con su nombre o su recuerdo es lo último que necesito. Pero siendo realistas Brian no es el único secreto. Por un segundo valoro la posibilidad de hablarle de las pociones de Evone, confesar mis más profundos y sucios actos.
Todos sabemos que una guerra se avecina y Dominik empleara cualquier debilidad, como esas malas acciones que cometí, para hundirme. Sé que compartirlas me hará libre, sin embargo ¿Qué clase de dolor les dejaré a ellos?
—Si necesitara hablar con alguien sobre algo que me mortifica, ten por seguro que serías tú —decreto con un inmenso remordimiento, pero supongo que aún no estoy preparada para repartir con ellos el trauma que estos meses me han significado.
Por fortuna la joven parece contentarse con eso, es incapaz de presionarme y creo que por ello no tengo la necesidad de estar en guardia cuando hablamos. Sin importar lo que salga por mi boca, no me juzgara, igual que Evone. El recuerdo de las largas tardes que pasamos juntas tras la muerte de Mark me sobreviene y comprendo que debo intentar arreglar nuestra relación pronto. He esperado temerosa de que me rechace, pero el tiempo solo hará que las cosas horribles que le dije se refuercen.
Si al final me rechaza deberé de soportarlo, igual que después de nuestra pelea ella acudió al Consejo para verme partir a la Guarida en mi misión a Bakal. Su cariño pudo más que su orgullo, por lo que no importa cuantas veces salga escalda o el tiempo que lleve, le pediré perdón de la forma que se merece.
—Bien ¿Cómo soléis proceder? —pregunto después de un rato en el que escuchamos los típicos ruidos de la ciudad que nunca duerme, tan diferente a la pasiva calma que se respira en Anfor. Sin embargo no lo aborrezco, es electrizante y sin duda, ayuda a mantenerse atento.
—Bueno… —responde Ethan dispuesto a explicarme sus rutinas mientras continuamos surcando la red de desolados callejones, hasta que de repente, gracias a nuestra audición aumentada oímos el desesperado alarido de alguien a tan solo unos metros. Sin más que añadir corremos de manera que el golpeteo de nuestras pesadas botas de combate contra el helado asfalto y el sonido de las armas al ser desenvainadas resuena por las callejuelas.
Agarro mi arco con fuerza, pero obviamente no siento esa confianza que siempre experimentaba al sostener el de mama. Cuando Mark falleció me asegure de guardarlo en un lugar seguro, lejos de mi oscuridad, pues igual que con las Wisterias, no deseaba profanar algo tan valioso. En cierto modo el que no lo haya traído esta noche para cazar confirma de manera silenciosa que sigo pensando lo mismo.
Aunque estaría genial tener la garantía de que cualquier tiro que haga será certero, en especial cuando contemplo que clase de bestia estamos enfrentando. Es un ser enorme, casi tan alto como una casa. Posee cuatro piernas y brazos que se enroscan alrededor de su víctima para mantenerla cercada, sin posibilidad de huir del angosto callejón. La pobre mujer solloza con agonía consciente de que estos son sus últimos segundos de vida, no obstante el horror en su expresión se atenúa ligeramente al percatarse de nuestra presencia. De algún modo sabe que hemos venido a ayudarla, aunque no será nada fácil. Al denotar nuestro aroma angelical el demonio de alto rango se gira sin abandonar a su presa, decidido a luchar para conservar su cena.
—Erika ahora —susurra Ethan con la intención de no alertar al monstruo, pero hasta yo me sorprendo cuando la joven se dirige corriendo hacia el demonio y con un grácil movimiento se deja caer al suelo, resbalando con facilidad sobre el asfalto cubierto de nieve. Confuso, el ser contempla como Erika pasa por debajo de él y de inmediato toma a la víctima entre sus brazos para protegerla de lo que se avecina—. Jess por la derecha, Ricky por la izquierda —grita con su habitual tono de mando, pues ahora el objetivo se agita iracundo ante nuestra intromisión.
Algo en mi interior es reticente a escuchar a Ethan, incluso conociendo que es el líder y que sabe comandar una situación así. Se ha preparado para suceder a sus padres desde que era un niño y le confiaría mi vida sin dudarlo. Pero el ser comandada como una más me irrita de una forma que no esperaba, aunque hago un gran esfuerzo por recordar que mis días de caza en solitario han acabado, no puedo volver a esa espiral de autodestrucción.
Disponiendo una flecha en el arco apunto a sus ojos, a medida que Ricky con su hacha la cercera una de esas enormes patas de araña. La bestia suelta un grito escalofriante, pero se revuelve con más ahínco cuando lo dejo ciego. Ambos continuamos profiriendo sendas lesiones a su amorfa fisionomía, logrando minar su violencia en un tiempo récord y Erika por mientras trata de ocultarle a la mujer todo lo que puede de la masacre. Con un golpe seco el demonio cae y parece que al fin hemos cosechado el primer premio de la noche.
—Buen trabajo —exclama Ethan acercándose para cortarle la cabeza junto con Ricky, ya que esa es la única manera que tenemos de asegurarnos de que no podrá volver a alzarse en busca de venganza. El pelirrojo levanta su hacha de nuevo, listo para descargarla con todas sus fuerzas sobre el cuello del demonio, cuando lo veo salir despedido hasta impactar contra la pared del callejón.
Embargada por la adrenalina tardo en asimilar que el demonio aún con tan solo sus cuatro brazos conserva el instinto de seguir luchando, así que después de Ricky, propina un brutal golpe a Ethan que lo deja momentáneamente fuera de combate. Con valentía me situó ante la bestia, consciente de que esto queda entre él y yo, pues Erika se prepara con intención de huir con la mujer a la mínima oportunidad.
Espero atenta cualquier ínfimo movimiento para dispararle a donde creo que debería estar su corazón, pero quedo en shock cuando se mantiene tan quieto como una estatua y solo alza la cabeza para olisquear el aire. Igual que si hubiera captado la misma esencia de la muerte, se pone en marcha aterrorizado comenzando a escalar como puede la pared del callejón. Confusa ante su huida arremeto con mis flechas en una lucha incansable, pero ni siquiera el extremo dolor que siente y que demuestra con esos infernales quejidos, lo detienen.
Cualquiera creería que tan solo ha comprendido que es el momento de rendirse, pero tenía una gran ventaja. Los demonios de alto rango son increíblemente poderosos, se regeneran incluso más rápido que nosotros y con Ricky y Ethan fuera de la ecuación podría haberme vencido. Alarmada por lo sucedido corro tras él e ignoro de manera intencional los gritos de Ethan pidiendo que aguarde y dando instrucciones a su hermana de poner a salvo a la víctima.
Tengo miedo, es inevitable sentirlo cuando tu vida está en riesgo, pero ese monstruo experimento tanto pánico que olvido su sed de sangre o venganza para preservar su existencia ante algo que supo, no podía enfrentar. Ese algo debo ser yo, pues desde el instante en que capto mi olor un profundo instinto de supervivencia se accionó en él y la inquietud a que la causa haya sido la oscuridad en mí, me impulsa a encontrarlo.
Cuestiono que clase de ángel soy cuando mi simple presencia es capaz de alejar a un demonio tan poderoso, así que sigo caminando en busca de cualquier rastro que señale a donde ha podido ir. Cuando al fin Ricky y Ethan me alcanzan finjo que lo sucedido ha sido tan solo una mera complicación, sin embargo puedo advertir la inquietud en el rostro de mi destinado. Sabe que algo me ronda la cabeza, algo oscuro y peligroso, aunque no logra discernir que es con exactitud.
—Deberíamos revisar los alrededores para asegurar que no hay ninguno más —dice tratando de poner orden, asimilando con resignación que hemos perdido al demonio. Pero no me resulta tan sencillo abandonarle y por ende continuo escrutando las sombras de la noche en su busca—. Ricky tú ocúpate de la humana, después la dejaremos en un lugar seguro.
—De acuerdo —responde su hermano, sabiendo a la perfección lo que tiene que hacer. Su poder a veces puede ser una desgracia, pero en momentos como este resulta una bendición. El suprimir los horribles recuerdos de esa malvada criatura de la mente de la mujer le permitirá continuar con su vida como si nada hubiera acontecido.
A medida que el pelirrojo nos abandona quedo atrapada en el recuerdo del olor de la bestia, sus gritos de agonía y en especial su pavor al momento de huir. Hace no mucho, saber que despierto semejantes emociones en un ser como ese me hubiera llenado de satisfacción, sin embargo ahora solo siento pena.
—Jess ¿Me estás escuchando? —pregunta Ethan un tanto irritado, sacándome de mis pensamientos.
—No perdona, estaba algo perdida —digo avergonzada pues ni siquiera tengo idea de cuanto tiempo lleva hablando.
—Decía que lo mejor es comenzar por allí —reitera señalando a la derecha, a un aciago e intrincado laberinto de calles donde probablemente se esté escondiendo nuestra presa o en el mejor de los casos otro demonio de alto rango. Emplean los lugares desolados para establecer sus nidos, donde poder alimentarse a gusto sin que ningún otro depredador les robe el sustento.
—Creo que será mejor separarnos, así si hay alguno más no tendrá escapatoria —comento a la espera de que tome en consideración mis palabras.
—Pienso que deberíamos estar juntos, es peligroso —alega tal y como imaginaba, siempre demasiado preocupado por lo que pueda sucederme, sin denotar que es él quien debería cuidarse, incluso de mí.
—Estaré bien —sentencio caminando para adentrarme en la zona sin aguardar su respuesta. En cierto modo no sé si es porque somos destinados o el hecho de que en el fondo sigue siendo el mismo Ethan que conocí aquella noche en casa de Mark, pero adivino cuál iba a ser su resolución. Insistiría en que somos un equipo, en que debo confiar en él para manejar esta misión, sin percatarse ni por un segundo de que en realidad esas no son mis inquietudes.
Mientras avanzo por la vía cuestiono en que momento dejaré entrar a los Black, Evonne incluso Reny o el arcángel Miguel. Todos representan un motivo para seguir esforzándome, sin embargo no es tan sencillo abrir por completo mi corazón y permitir que se acomoden en él sin reservas. Llevo demasiado tiempo acostumbrada al dolor, la ira, el ansia de poder, sentimientos que tienen serias consecuencias.
Espero compartir algún día más alegrías que penas con ellos, aunque vaticinó que aún queda un largo camino hasta entonces. De repente un sonido detrás de mi despierta todas las alarmas, alguien está siguiéndome y sé que no se trata de alguno de los Black. Es algo tan discreto como el repiqueteo de un trozo de gravilla suelta sobre el asfalto, pero es suficiente para un feroz instinto como el mío.
Actuó con naturalidad, incluso aunque el deseo de interpelar al intruso es inmenso no acelero el paso y tomo ventaja girando en una esquina para ocultarme a esperar su llegada. Según lo planeado la alta figura, cubierta de pies a cabeza por una gabardina negra se aventura por el mismo camino, sin embargo lo agarro por la pernera de su ropa empujándolo con brusquedad contra la pared.
Su cabeza golpea el rojizo ladrillo, aunque es solo una manera de despertarle de su letargo, ahora estamos cara a cara. Para mi sorpresa no pelea, incluso permite que le retire la capucha que cubre su rostro, pero cuando lo hago una cierta decepción me embarga. Aun creyéndolo muerto continuo guardando la esperanza de volver a encontrarnos, pero Brian ya no debe ser más que una pila de huesos carcomidos por los siete Pecados Capitales.
El ser que ha tenido la osadía de perseguirme es un demonio puro, alguien a quien jamás he visto antes, pero su expresión resabiada prueba que él sí me conoce.
—¿Por qué me sigues? —cuestiono con un tono rudo, intentando controlar la ira que bulle en mi interior.
—Solo quería ver al ángel de luz más de cerca —responde jocoso, inconsciente que de no ser porque he venido aquí con los Black, ya habría acabado con su vida. Me contengo por ellos y debido a que quiero respuestas, no obstante, averiguó sus intenciones en el momento en que nuestras miradas se encuentran.
Desea matarme, eso no es de extrañar teniendo en cuenta que somos enemigos naturales, él un demonio y yo lo que podría considerarse un ángel. Pero esto va más allá, porque ningún demonio por muchas ínfulas de grandeza que cargue sería capaz de enfrentarse a mí y menos de manera tan patética. Es evidente que Dominik lo envía, quizás para recopilar información de mis movimientos o aprovechar un segundo de debilidad y acabar conmigo. Debió haber sido más inteligente, enviar a un buen ejército, porque es evidente que no me ha costado ni un segundo destapar a su inútil espía.
—Eso puede que te cueste la vida —amenazo, siendo consciente de que ahora Dominik no se detendrá ante nada para acabar conmigo. Aún no comprendo como pude abandonar Bakal con vida, pero queda claro que mi progenitor no tuvo peso en ese juicio, pues su mayor deseo es quitarme del camino antes de que el contenido de la profecía se haga realidad y me convierta en una verdadera amenaza para su infame reinado.
—Venga ya, eres una de los nuestros —comenta acercándose a mi rostro con el fin de susurrar cada palabra como si fuera un sucio secreto o peor aún, simulando que somos íntimos confidentes.
—¡Cállate! —exijo golpeándole de nuevo contra la pared, pero en esta ocasión no me contengo.
—Agresiva, me gusta —alega excitado, disfrutando de la densa marea de sentimientos que me provoca.
—Lo siento, no salgo con basura —digo con absoluta repugnancia.
—¿De verdad? No lo creo. O al menos eso es lo que dicen… —comenta con sorna tras una estridente carcajada —. Al parecer te fascinan los de nuestra raza, lo entiendo, ese destinado tuyo debe ser de lo más aburrido —añade exhibiendo una confianza propia de los suyos, por lo que perdono sus burlas, incluso su absurdo intento de seguirme, sin embargo se ha condenado al mentar a Ethan.
—Pudiste haberte salvado —advierto necesitando atestiguar que ha sido él solo quien ha provocado a la bestia en mi interior, esa fiera que lleva dormida durante días y que ahora despierta con más hambre que nunca. La oscuridad invade mi sistema como un veneno, corroyendo todo a su paso y tan solo con una pequeña porción de ese infecto poder hago que su figura se eleve varios metros.
Asustado, grita y patalea sin creer cuan lejos llegan mis habilidades, pero lo que no sabe es que esto es la punta del iceberg. Con solo desearlo podría detener sus pulmones, corazón, incluso arrancar cada ínfima gota de oscuridad que lo conforma hasta que se convierta en cenizas. Un sin fin de posibilidades se abre ante mí y eso que estoy permitiendo que la oscuridad tome el liderazgo por un instante.
A saber la cantidad de monstruosidades que podría lograr si dejase que me absorba por completo, pero el temor a que alguien pueda oír los alaridos del demonio me lleva a querer concretar esto lo antes posible.
—Suéltame por favor —agoniza de forma inteligible, ya que a penas le permito abrir la boca para gesticular.
—Ahora súplicas. Encantador —me burlo sin el menor rastro de piedad. Estoy jugando con fuego cada vez que empleo la oscuridad para enfrentar a un demonio, sin embargo terminan por provocarme hasta que la libero sin a penas darme cuenta. En estos instantes me fuerzo por no pensar en mi familia, ya que aunque quisiera no podría sentir remordimientos o pena, sin embargo un pensamiento más siniestro me sobreviene—. ¿Cómo murió Brian? —cuestiono mientras clamo que debería olvidarle, que estoy degradándome de la peor de las maneras al sentir lástima por alguien que me ha hecho tanto daño. Ya he cruzado una línea al emplear mi oscuridad de nuevo, pero preguntar por él es la peor de las faltas.
—No lo sé —responde ahogado, aunque está claro que no lo suficiente, pues continúa teniendo la esperanza de que no voy a matarlo y eso le da el coraje para mentirme a la cara.
—Acabas de mencionar que conoces nuestra historia, de manera que debes saber que hicieron con él —insisto cabreada, a medida que intento convencerme de que solo deseo conocer los detalles de su muerte como un mero fetiche. Para fantasear con que cada herida que le infligieron, se cobró de algún modo el dolor que yo sentí.
—Sigue vivo —revela al fin, enrojecido y sudoroso por la falta de aire.
—¡¿Qué?! —escupo atónita, incapaz de procesar adecuadamente lo que acaba de decir. Por lo que aflojo un poco mi control sobre él, ya que necesito una explicación.
—Solo sé que los siete Pecados Capitales tomaron buen provecho de él, pero se acabaron cansando y lo han enviado a una de las fosas —continúa con evidente irritación, al final si no lo mato yo, Dominik se encargará cuando sepa que ha fallado.
—¿A cuál? —insisto antes de que la lógica se imponga y me impida obtener la información que deseo.
—En la zona de East Harlem, cerca del hospital metropolitano de Nueva York. Lo hacen pelear todas las noches contra varios demonios, no creo que resista por más tiempo.
Tantas preguntas se agolpan en mi mente, como una enorme tela de araña que me aprisiona hasta que a penas puedo respirar. Sé que este demonio no tiene más información, sin embargo temo a donde me llevará el ansia de obtener respuestas. Ya en el pasado lo arriesgue todo para descubrir quien era en realidad y aún tengo dudas de si valió la pena. Quizás si jamás hubiera descubierto sobre mi oscuridad está no habría salido a flote y de igual manera, puede que lo mejor sea olvidar a Brian para siempre. 
—Jess ¿Va todo bien? —dice la voz de Ethan en un tono preocupado internándose en el callejón. De inmediato hago que el demonio cierre la boca, sin embargo los nervios a ser descubierta me atenazan. A lo lejos atisbo cuan cerca está y temo que no puedo liberar a mi presa, es una muestra de que he empleado mi oscuridad sin reservas o lo que es peor, él podría contarle que he estado preguntando por Brian.
Las manos me tiemblan como nunca antes y mi pulso se dispara hasta que creo que el corazón me va a explotar. Sin siquiera advertirle hago que el cuerpo del demonio se consuma en una lenta agonía, pues no tengo el tiempo para ser sutil o mitigar su dolor. El recuerdo de la muerte de Angelique me viene a la cabeza y a medida que encierro a la oscuridad en lo más profundo de mi alma, bien oculta de Ethan, revivo la misma sensación de vergüenza.
—Todo despejado —digo con un tono claro en el instante que el joven ojiverde gira la esquina para encontrarme en medio de un desierto callejón. 
—Entonces volvamos junto a los chicos —responde tras examinar el entorno por un instante con una expresión confusa, sin embargo estoy demasiado acostumbrada a ocultar mis errores.
—Sí —accedo con normalidad, aprovechando que se gira para normalizar la respiración y secar el sudor en mi frente. Doy un último vistazo a las cenizas del demonio, la prueba de mi deshonra, no obstante camino hasta llegar junto a Ethan, de donde nunca debí alejarme.




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