Darkness.

Capítulo 10: La unión.

Cuando al fin llegamos a Anfor, Ricky y Erika acuden con extraña urgencia a sus habitaciones para descansar, pero no invierto demasiado tiempo en descifrar cuál es el origen de dicha actitud esquiva. La verdad es que el agotamiento y lo sucedido en el callejón me tienen bastante distraída, aun así, después de perder a ese primer demonio de alto rango cazamos a otros tres. Mientras camino por la recepción de la Torre mis botas se pegan al suelo, producto de la baba viscosa que dejan esas criaturas cuando mueren.
Es como un infecto petróleo que se adhiere a cualquier cosa, así que en lo único que puedo pensar ahora mismo es en una buena ducha caliente e irme a dormir. Sin embargo Ethan avanza a mi lado con gesto cabizbajo y tengo la sensación de que está tremendamente nervioso, aunque no logro discernir el porqué.
—Creo que yo también me voy a dormir —comento tras un largo suspiro, esperando que se atreva a confesar de una vez eso que le tiene tan pensativo. Ante su silencio, me dispongo a tomar las escaleras, pero cuando subo el primer escalón agarra mi mano para detenerme.
—Tengo una sorpresa para ti —desvela al fin, mientras advierto como trata de apaciguar la inquietud que lo desborda.
—¿Qué es? —pregunto con sincera curiosidad.
—Solo ven conmigo —responde escueto y a pesar del cansancio que me invade accedo, incapaz de destruir la ilusión que refulge en esa mirada esmeralda. 
—Ethan no estoy bien vestida, tengo sangre de demonio por doquier y huelo a… —alego sin mucho ahínco.
—Nada de eso importa, solo vamos a ser tú y yo —sentencia llenándose de valor.
—De acuerdo —accedo consciente de que se trata de una sorpresa que ha preparado a conciencia y esto explica la prisa de Ricky y Erika por dejarnos solos.
Con calma me guía por la Torre hasta que salimos hacia la zona de entrenamiento, donde el frescor de la noche y la belleza de la luna roban mi atención por un instante. La suavidad del césped bajo nuestros pies y el calor de su mano, que se aferra a la mía como si no quisiera soltarla nunca. Debo agradecer esta inesperada intervención, pues me ayuda a no pensar en los recientes sucesos, aunque sé que cuando vuelva a la soledad de mi cuarto las sombras retornaran para acosarme.
La alegría que brilla en su expresión aleja esos nefastos pensamientos y mientras observo su hermoso rostro, tardo en percatarme que nos dirigimos al invernadero. No pienso arruinar esto, merece a alguien que le considere el centro de su universo y voy a esforzarme por ser esa persona. Incluso a lo lejos, atisbo un cambio en el lugar, ya que un resplandor cálido destella en el interior.
Ahora soy yo quien está nerviosa, pues tengo la sensación de que esto es algo muy importante y deseo estar a la altura. Por eso me aferro aún más a Ethan, en especial cuando abre las puertas de cristal del invernadero, desvelando el bello escenario que ha creado solo para nosotros. Hay velas por doquier, lámparas de aceite cuelgan de los árboles y una larga alfombra roja se adentra entre la maleza incitándonos a continuar.
No hay oscuridad aquí, solo hay luz y paz. Pequeños insectos y luciérnagas vuelan por todos lados con algarabía, incluso ciertas flores aprovechan que ha llegado la noche para abrirse. Una de ellas, cuyas hojas brillan con un destello azulado, me enamora de tal manera que tengo que apreciar su aroma.
—Se llaman Maravillas —explica Ethan y de inmediato las reconozco, ya que se mencionan con claridad en la profecía. Sin embargo su nombre no les hace justicia, pues son realmente especiales y su olor es dulce, ligero, casi adictivo.
—Esto es precioso —digo sobrevenida al pensar en las horas que habrá dedicado a cada pequeño detalle. La primera vez que entre al invernadero me enamoré de su belleza, pero esta noche vaticinó que quedará por siempre en mi memoria.
—Y no es todo —advierte con una sonrisa al observar el impacto que ha logrado causarme. Avanzamos hasta llegar a un rincón apartado, donde una mesa vestida para cenar nos espera. A su lado una bonita escalera de caracol blanca asciende hasta el techo y juro que algún día subiré a contemplar las estrellas, puede que incluso en compañía de Ethan.
Como el caballero que es, abre la silla para que me siente y retira las campanas que esconden deliciosos platos de pasta. No puedo dejar de observar el entorno, tratando de asimilar que ha hecho todo esto por mí.
—Quería que pasáramos un poco de tiempo a solas y como ahora es algo difícil, pensé que aquí no nos molestaría nadie —explica mientras sirve un poco de vino blanco en nuestras copas. Me gustaría lucir mejor que este aspecto de guerrera después de la batalla que porto, pero él tiene razón, lo importante es que al fin tenemos verdadera intimidad.
—Es impresionante, muchas gracias —digo con un nudo en la garganta, pues medito en que mientras él preparaba esto, yo he seguido pensando en ese demonio de ojos grises.
 —He tenido mucha ayuda —asegura quitándole importancia. Incapaz de contenerme por más tiempo tomo el tenedor y enrollo una porción de pasta, disfrutando de su textura al-dente, por no hablar de lo rica que es la sala. Cazar siempre abre el apetito y en verdad no hubiera hecho ascos ante un buen filete, una prueba de que la dieta vegetariana de los ángeles hace tiempo que no va conmigo.
Antes no era algo que me mortificara, crecí sin deseos de comer carne porque mama incluso habiendo abandonado la raza, jamás dejo atrás sus costumbres. Sin embargo de un tiempo a esta parte experimento nuevos y peligrosos apetitos.
—No deberías esforzarte tanto, tendría que ser yo quien hiciera cosas así —menciono avergonzada.
—¿Por qué lo dices? —cuestiona con gran confusión tomando su copa para catar el vino.
—Porque tú ya has hecho demasiado por mí —respondo con seriedad, atreviéndome a compartir una de mis mayores inseguridades con respecto a nuestra relación.
—Solo deseo que estemos juntos —determina después de un instante que parece eterno, en el que su mente debate como responder tras advertir lo importante que esto resulta para mí.
—Podrías encontrar a alguien infinitamente mejor —murmuro con decisión. Pues mientras una parte grita que no debo decir esas cosas, que somos destinados y nada cambiara eso, otra me exige que sea justa e intente abrirle los ojos a la realidad. Le quiero y no deseo separarnos, pero temo que a la larga se arrepienta de no haberse alejado cuando estuvo a tiempo.
—Dijiste que lo intentarías —pide casi a modo de súplica.
—Te juro que me estoy esforzando —digo sin aliento, pues no esperaba que sacara el tema a relucir de manera tan directa. Por un segundo siento rabia, habla como si concederme una oportunidad para ser feliz fuera tan fácil, como si la oscuridad y el pasado no me persiguieran cada segundo del día.
—Entonces no hablemos más de esto, disfrutemos de la cena como una pareja normal —alega tratando de romper con el ambiente tenso que han generado mis inseguridades. Esa última palabra es lo que más ansié en una época, sin embargo suena tan falsa. ¿Qué es normal? ¿Quién lo define?
Ahora trato de alcanzar algo más complejo, paz. Ni siquiera felicidad, riqueza o poder como desean otros. Paz en mi mente y alma. Un sentimiento que tengo la esperanza de hallar junto al muchacho ante mí.
—¿Qué tal vas con el entrenamiento de los más jóvenes? —pregunto después de un ligero silencio, donde continuamos disfrutando de la comida.
—Es complicado. El Guardian exige una disciplina y ejércitos muy duros, son solo unos chavales —expone intranquilo. Resulta curioso que diga algo así, pues tiene diecinueve años, pero a su edad ha peleado en más batallas que muchos veteranos del ejército.
—Haces un gran trabajo, si se avecina una guerra necesitaremos de todas las fuerzas posibles para derrotar a Dominik —sentencio determinada a disipar su culpa.
—Me gusta que hables así. Como si fueras una más —murmura algo tímido, aunque sonriente.
—¡Al fin he reaccionado! —comento jocosa, necesitando quitarle hierro al momento. Pues es cierto que me veo siendo parte de la lucha contra el mal en un futuro, pero aún quedan muchos aspectos por tratar antes de que reúna el valor para enfrentar a Dominik a muerte.
—Sé que no es fácil, pero nunca hablas de ello, ni siquiera con Erika —dice tentativo, sabiendo que está caminando por arenas movedizas y que un paso en falso podría llevarlo al desastre. Algo que corroboro sin querer, ya que al advertir que camino va a tomar, me tenso como la cuerda de un violín—. Lo que viviste en Bakal…
—Hoy he ido de caza para probaros que deseo cambiar, pero hay cosas que van a tomar más tiempo. Puede que mucho —le interrumpo con toda la entereza que reúno. Conseguí escapar de ese mundo, de las imposiciones de los soberanos y ahora intento deshacerme de mi oscuridad. Lo mejor que puedo hacer por el momento es pasar inadvertida y lo último que nos beneficia es que me presione.
—Sabes que ese no es un problema, siempre he sido paciente. Aunque cuando quieras hablar, me gustaría ser tu primera opción —pide tras exhalar un largo suspiro que oculta cierto pesar. Es evidente que esperaba que me abriera por completo y describiese con detalles los horrores del viaje a Bakal, sin embargo es algo que a penas me atrevo a recordar, ¿Cómo espera que lo narre sin más?
—De acuerdo —concedo como un gesto de buena voluntad.
—Yo no dejaré que te hagan daño Jessica —promete con fiereza. Antaño hubiera adorado escucharlo, el sentirse querida y segura es de las mejores sensaciones del mundo, no obstante mi universo no funciona así.
—Hay cosas para las que no tenemos control.
—Lo sé, pero confió en que juntos superaremos cualquier bache —alega con verdadera pasión, cada palabra saliendo desde lo más hondo de su honesta alma. Está tan confiado de lo que dice que por un momento daría lo que fuera con tal de experimentar esa fe ciega hacia algo—. Por eso he tomado una decisión y me harías la persona más feliz del mundo si… —continúa empleando un tono cargado de emoción ante el cual experimento la necesidad de interrumpirle.
—Ethan —mascullo esperando que mi instinto esté errado, pues no tengo idea de lo que voy a hacer si lo que estoy pensando se torna una realidad.
—Tienes miedo —asegura tratando de comprenderme, sin embargo la palabra resulta escasa para el aluvión de emociones que me acosa. Creo que ni cuando estuve en Bakal sentí un pánico similar, porque lo único que de verdad podría destruirme es saber que le he hecho un daño irreparable a él o alguien de mi familia—. Pero Jessica, yo te quiero y sé que tú sientes lo mismo por mí. Somos jóvenes, podemos aprender de los errores. Estoy seguro de que tendremos un hermoso futuro si nos das la oportunidad —continúa sin amilanarse ante la expresión cargada de confusión e inseguridad que debo exhibir.
—Es un gran paso —digo sin aliento, con una voz tan baja que a penas reconozco como propia. Por dentro le suplico que no lo haga, que confíe en que deseo estar con él y deje a un lado ese afán de posesión que veo en sus ojos. Él también tiene miedos y uno de ellos es perderme, de la forma que sea.
—Eres la única con la que me atrevería a darlo —jura mientras se agacha para coger algo de debajo de la mesa y reaparece con una bonita caja de terciopelo entre sus temblorosas manos. Por un momento la observo como si se tratara de la caja de Pandora, pues sé que desatará una gran tormenta en cuanto la abra—. Por eso Jessica Anderson, ¿Me harías el honor de unirte a mí por el resto de nuestras vidas? —pregunta a medida que revela dos brazaletes de oro con piedras preciosas, los cuales es evidente que han sido fabricados especialmente para nosotros. A diferencia de las bodas que celebran los humanos, la unión es algo reservado a las parejas destinadas.
Un ritual en el que bajo la bendición de la luz creadora las almas de ambos contrayentes quedan entrelazadas para siempre, incluso tras la muerte. Cada brazalete guardará la esencia del otro y llegado el día, deberemos de intercambiarlos para que se efectúe la unión.
Es algo inquebrantable, eterno. Está claro que no hay forma de salir de esto sin herirle, pero al mismo tiempo me cuestiono por qué debería hacerlo. Es mi destinado, nos amamos, nada nos impide el estar juntos. Tengo claro que le quiero, no hay nadie más en mi corazón, de manera que sin meditar con pausa las implicaciones que tendrá esta decisión, acabo respondiendo con un escueto:
—Sí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.