—Jessica lo que narras es impresionante —exclama el arcángel Miguel, su voz cargada de fascinación resuena por el consejo, incluso más arriba en los palcos. Allí se encuentran los soberanos, con esas togas blancas y doradas, su actitud recta, aunque capto un deje de expectación en sus pétreos rostros. Está claro que no esperaban este giro de los acontecimientos, menos aún, que sea yo la encargada de darles los detalles.
Entre los presentes también se hallan los Black al completo, Evone y como no, el Guardian. Tras tomarme unos segundos para asimilar lo sucedido en mi habitación le pedí a Edgar que los convocara a todos aquí, porque necesitaba comunicar algo de vital importancia. Erika minutos antes de comenzar trato de sonsacarme que pretendía con esta audiencia, no obstante aunque su preocupación siempre logra enternecerme, decidí callar.
Así la reunión dio paso con un escepticismo general e incluso resquemor por parte de los soberanos y el Guardian, hasta que aun iniciando mi testimonio por encima de los murmullos generales de disgusto termine por captar la atención de todos. Describo la situación lo mejor que puedo, captando un deje de censura en la mirada de Ethan cuando menciono mi temor a perderme en el limbo durante el trayecto con el llamador. No obstante lo único que observo tras hablarles de la secreta creación de la luz es absoluta aceptación.
—Eso no es todo, el que la luz haya decidido exponer la existencia del Purgatorio tiene un motivo y es por eso que me guío hasta allí —advierto apenada al tener que interrumpir la emoción del momento para dar paso a peores, pero importantes noticias—. Como sospechábamos la guerra que lo definirá todo se avecina —confieso con voz ahogada, incapaz de no reaccionar con emoción a pesar de actuar simplemente como una pregonera.
—¿No hay forma de evitarlo? —cuestiona el arcángel valorando la misma esperanza que yo le comenté a la mujer hasta que ella me hiciera abrir los ojos a la realidad. Que cuando peleas contra el mal absoluto, es imposible esquivar la violencia por mucho tiempo.
—Lo único que podemos hacer es prepararnos. Al parecer para impedir que esto se convierta en una masacre la luz ha hecho un pacto con Dominik para que la batalla sea en el Purgatorio —continuo reservando lo peor para el final no con la intención de levantar aún más expectación, sino porque continúa siendo un hecho que me cuesta digerir—. A cambio, jura no prestarnos ayuda.
—Esto complica la situación —susurra Ethan acongojado, aunque parece como si las palabras hubieran escapado de entre sus labios producto de la impresión y se trataran en realidad de un inocente pensamiento. Precisamente él ha dedicado mucho esfuerzo en preparar a ángeles jóvenes en el arte de la lucha y que haga ese comentario, aunque sea de forma inconsciente, me hace sentir aún más insegura con respecto a las posibilidades que tenemos de vencer a la oscuridad.
—Pero que el enfrentamiento se mantenga lejos de la Tierra y Elis evitará muchas muertes, es lo mejor —determina Alex de inmediato, sereno y pensativo como siempre ha de haber analizado la situación, hasta el más ínfimo detalle, mientras el resto se esfuerza por abarcar las consecuencias que implica la falta de auxilio por parte de nuestro creador.
No obstante estoy sorprendida de la confianza generalizada que observo. Yo nada más enterarme de dicha cuestión comencé a dudar de todo, mientras que ellos intentan mantenerse fuertes a pesar de la enorme dificultad que este hecho representa.
—Los errantes me aseguraron que lucharían de nuestro lado —anuncio con la intención de traer algo de esperanza—. Además la mujer me dio esto, dijo que nos avisara cuando llegue el momento —puntualizo dando por concluida mi labor como comunicadora a medida que saco la modesta piedra del bolsillo del pantalón. Con modestia se la tiendo al arcángel quien la examina detalladamente, hasta que empiezo a creer que a pesar de la entereza que todos muestran, desean que haya algo más.
Consciente de que se aproxima la toma de decisiones que resultaran vitales para los meses que se avecinan me refugio en un rincón, casi escondiéndome junto a uno de los enormes pilares que rodean la sala. Quisiera resguardarme en el abrazo de Ethan o tan solo encontrar confianza en la cercanía de los Black, pero me abstengo, pues no es momento para debilidades.
—Debemos endurecer los entrenamientos, ordenar que fabriquen más armamento y armaduras —valora el Guardian de inmediato, incapaz de mostrar debilidad porque para eso fue creado, con el objetivo de defender Anfor y la raza a cualquier costo.
—Además de crear estrategias valorando la composición del terreno donde tendrá lugar la batalla —añade Carmen en sincronía con su línea de pensamiento, determinada a luchar como la feroz guerrera que es.
—Si la luz ha decidido ser imparcial y darle a Dominik la misma información que a nosotros, ellos ya están haciendo lo que mencionáis —proclama uno de los soberanos en las alturas. A pesar de la distancia reconozco que es un hombre joven o al menos en comparación con el resto de ángeles que le acompañan. En realidad después del odio que siempre he sabido que me reservan está es la primera vez que los tengo delante y aunque emanan una autoridad similar a la del arcángel Miguel no lucen diferentes al resto.
Aunque supongo que ese es el objetivo, Miguel podría tomar la decisión que quisiera sin pedir permiso o ser contrariado, sin embargo elige tener a su lado un grupo de intelectuales. Ángeles sabios que representan un muestrario de nuestra sociedad para que formen parte del escalafón dedicado a la ley y la justicia en la raza.
—¿Es que pones en duda los decretos de la luz creadora hermano? —cuestiona con evidente censura una voz femenina que no logro ubicar, pues la reacción del muchacho es inmediata y feroz.
—¡Jamás! —exclama como si hubiera sido objeto de un tremendo agravio—. ¿Pero como podemos fiarnos de que ella está contándolo todo? —proclama con cizaña, plantando la semilla de la desconfianza hacia mí en la mente de los presentes.
Sin embargo no me enfado, algo de lo que hasta yo estoy sorprendida. Quizás se debe a que comprendo bien esa sensación de desesperanza, el deseo de que haya algo que pueda salvarte de caer hacia un profundo pozo aunque la realidad es que no tienes nada a lo que aferrarte. El arcángel que se ha mantenido en cierta calma hasta ahora gira de inmediato el rostro hacia el muchacho y observo en él una ira que me hace temblar.
Hasta su rostro se torna un tanto rojizo ante la cólera que arde en su corazón y experimento la imperiosa necesidad de calmarlo antes de que cometa un gran error.
—¡¿Cómo osáis…?! —vocifera incapaz de tolerar la falta de respeto del soberano hacia mí.
—Mi señor, un momento —le interrumpo un tanto intimidada, pues al no haberle visto nunca en este estado temo que descargue parte de su enfado conmigo, no obstante he de sincerarme—. Él tiene razón, hay algo más. Pero si no lo he mencionado hasta ahora es porque ni siquiera entiendo a que se refería aquella Errante —confieso con toda la entereza que logro reunir.
—¿Y bien? —argumenta con actitud contenida. El muchacho denota satisfacción al verse victorioso, mientras que el resto de los presentes lucen esperanzados, lo cual hace que me cueste hablar. En especial porque no tengo idea de si mis siguientes palabras van a traer alegría o generar una nueva problemática.
—Dijo que Insigne está viva —espeto como quien se arranca una tirita de cuajo.
El silencio reinante se desintegra tras mi confesión, pues una oleada de murmullos e incluso gritos de indignación comienzan a circular por doquier. Examino las expresiones de los Black en busca de alguna respuesta, pero por primera vez se hallan tan pasmados como el resto.
—¡Basta! —ordena el arcángel desesperado por poner algo de orden—. ¿Jessica estás segura de eso? —cuestiona con un tono ligero, el que uno emplearía al hablar con un niño. Pero no se lo tengo en cuenta, pues comprendo que solo quiere advertirme de algún modo que se trata de algo demasiado delicado.
—Por completo —sentencio con la más absoluta seguridad—. ¿Quién es Insigne? —digo incapaz de reprimir la curiosidad por más tiempo.
—Más bien ``Qué —matiza Evone, dándome el honor de escuchar su voz por primera vez en mucho tiempo y es por ello que nuestras miradas se conectan durante un instante. La mía llena de arrepentimiento, mientras que en la suya capto una gran cautela. Pero antes de que podamos adentrarnos en los recovecos de nuestra rota relación el arcángel interviene.
—Durante la guerra de los ciento veinte años cinco magos y brujas se aliaron a favor de la luz para crear un arma que fuera capaz de dar ventaja a la raza angelical —relata Miguel con un tono cargado de nostalgia. Su mirada se pierde por el lugar como si estuviera visualizando esa encarnizada época—. El resultado fue una espada que concentraba una magia ancestral tan poderosa que varios fallecieron en el proceso, mientras que otros terminaron asesinados por la oscuridad al negarse a hacer una réplica pero con magia oscura.
—Insigne posee una fuerza casi tan singular como mi magia Shangaree —comenta Evone con el objetivo de que comprenda lo especial que es dicho objeto.
—¿Y qué paso con ella? ¿Dónde está? —apuntillo empezando a albergar la misma ilusión que vi en ellos hace unos minutos, pues la espada podría ser la herramienta que necesitamos para aniquilar a Dominik pese a su inmortalidad. Aunque por el alboroto que se despertó nada más mencionarla, no creo que vaya a ser tan fácil.
—La espada me fue confiada y era tan letal que con un roce convertía al más feroz de los demonios en ceniza. Pero en los últimos años de la batalla se perdió —revela con inmenso pesar. Del mismo modo, todas mis esperanzas se esfuman de un plumazo, sin embargo la Errante no me habría dicho algo así de no ser importante.
—¿Nadie sabe donde puede estar?
—Insigne cayo de los cielos y no se ha vuelto a ver jamás —sentencia Alex con expresión impertérrita, aunque en las profundidades de esos ojos castaños, casi negros, atisbo la misma decepción que domina los corazones de todos nosotros.
—Tratamos de encontrarla por muchos años —corrobora el arcángel.
—Y si la tiene Dominik —menciono ansiosa, presintiendo que estamos obviando algo.
—La espada solo obedece a la luz o un ser creado por esta, el único beneficio que sacaría seria destruyéndola —valora Carmen con tiento, sin querer traer más complicaciones de las que ya tenemos, pero resulta imposible no señalar lo obvio. Que mi progenitor no permitirá la existencia de cualquier cosa que ponga en peligro su existencia o su oscuro reinado—. Pero no creo que sea una de sus preocupaciones, Insigne es solo un mito —matiza con ligereza, no obstante acaba de plantar sin quererlo una atractiva posibilidad.
Si algo he aprendido es que Dominik posee una inteligencia peligrosa y letal, por lo que después de filtrar hacia la Tierra y Elis miles de sus repugnantes demonios de alto rango, no iba a desvelar sus futuros planes tan fácilmente. Ha podido desatar el caos más absoluto en los mundos, destruirlos hasta que no quede nada, en especial aprovechando que la raza angelical no está pasando por su mejor momento.
Pero ahora empiezo a pensar que su quietud se debe en realidad a que lleva desde entonces buscando la espada para como bien ha señalado Carmen, destruirla y una vez hecho nada podría detenerle. Una gran urgencia crece en mi interior, debemos encontrarla antes de que sea demasiado tarde.
—Bueno, la existencia de un ángel de luz también lo era y ya ves. Si esa espada es tan poderosa, en las manos correctas podría significar nuestra única opción para matar a Dominik —alego determinada a no levantar más revuelo, pero la sangre hierve en mis venas por el deseo de desvelar de una vez mis sospechas sin tapujos.
—Dominik aún tiene el libro de las sombras en su poder, si se ha fijado en la espada ya ha de conocer sus capacidades a la perfección —añade Evone luciendo a favor de mi postura.
—Dejemos eso a un lado, si una guerra se aproxima tenemos que preparar a la raza para luchar y hallar la manera de proteger a todos los inocentes que podamos —decreta el arcángel. Retornando a su actitud de líder, sin embargo al percatarse de que estoy dispuesta a replicar se adelanta—. Lo entiendo, pero no podemos invertir nuestros recursos en alcanzar un imposible —añade dando por finalizado esté tema.
Llegó en contra de lo que clama cada ápice de mi ser escojo permanecer en silencio. Aunque presiento que la espada es importante comprendo la decisión del arcángel. Su labor es la de cuidar de la raza y es precisamente eso lo que está haciendo. Si Dominik hubiera hallado a Insigne ya lo sabríamos y del mismo modo, de llevar tanto tiempo buscándola sin éxito ¿Cómo la encontraremos nosotros?
Teniendo en cuenta que él posee el libro de las sombras para guiar de alguna forma su captura, nosotros estaríamos tratando de hallar una aguja en un pajar. No obstante que Miguel escoja obviarlo no significa que yo esté dispuesta a rendirme tan fácilmente. Rememoro lo que la mujer me dijo en el Purgatorio y aunque no me considero una heroína, lo que sí soy es una guerrera. Por ende, no pienso dejar que Dominik acabe con aquello que amo, con mi propia vida, sin dar una buena pelea.
—Comunicaremos la existencia del Purgatorio a la raza como un incentivo. Del mismo modo deberán ser consciente de que la batalla final nos acecha y por supuesto, que está valiosa información se la debemos a la valentía de Jessica Anderson —proclama prestando especial atención en los palcos sobre nuestras cabezas, en una advertencia silenciosa que le agradezco inmensamente—. No obstante los detalles sobre Insigne han de quedar entre estos muros. Es una orden —matiza trasladando esa mirada cargada de dureza hacia mí y no la aparta hasta que obtiene confirmación.
Está claro que deberé de llevar mi investigación en el más absoluto anonimato, pero estoy determinada, traeré a Insigne de vuelta a donde pertenece. Cuando la sesión llega a su fin después de horas de charla y que el arcángel Miguel decrete las nuevas pautas que regirán nuestro día a día a partir de ahora, abandonamos el consejo. De inmediato, Carmen y Alex se aproximan, mientras que los hermanos Black se hallan a unos metros manteniendo una acalorada conversación con el Guardian, probablemente en referencia a las duras jornadas de entrenamiento que se avecinan.
—Nos gustaría pasar más tiempo con vosotros, pero creo que en esta tesitura va a resultar complicado —comenta Alex después de que ambos me feliciten por mi futura unión con Ethan. La radiante felicidad que exteriorizan me hace sentir algo incómoda, aunque por suerte el tema cambia rápidamente a algo más melifluo.
—Tenéis una labor muy importante, no deberíais preocuparos por nosotros —aseguro deseando quitar ese peso de sus hombros, no obstante decirle a unos padres que no presten atención a sus hijos, es como pedirle al sol que no brille.
—Aun así te prometo que estaré por aquí al menos una semana para ayudarte con los preparativos de la unión, aunque creo que Erika ya lo tendrá todo bien atado para entonces —jura con una suave carcajada. No obstante mi vista se centra en la hermosa mujer que abandona el consejo con un aura tranquila, aunque en el fondo percibo la ansiedad que aprisiona su ser.
—Disculpadme un momento —pido consciente de que huir de este modo no es la forma de enfrentar mis inseguridades con respecto al compromiso con mi destinado. Además con lo poco que veo a Carmen y Alex ansió compartir tiempo de calidad juntos, sin embargo algo me dice que ha llegado el momento.
Los rostros de la pareja muestran confusión ante mi presurosa marcha hasta que me observan ir en busca de Evone y deciden ir con sus hijos para darnos algo de privacidad. Los soberanos que aún pululan por la recepción lucen asombrados, otros molestos al verme perseguir a la poderosa bruja, pero mi atención radica en alcanzarla.
—¿Podemos hablar? —pregunto intimidada. Temo escuchar su respuesta, pero no puedo dejar que eso me frene. Incluso si escoge plantarme cara o reprocharme algo en medio de tanta gente, lo asumiré con entereza.
—Está bien, pero no aquí. Vamos a mi cuarto —responde tras unos minutos, en los cuales trato de averiguar a través de su expresión o esa penetrante mirada que es lo que piensa de mi repentino acto de conciliación. En cambio no hayo más que una aparente seriedad rodeada de un aura tranquila.
En un tenso silencio nos encaminamos hacia sus aposentos y cuando abre la puerta para dejarme entrar, revivo la horripilante escena que protagonicé la última vez que estuve aquí. La vergüenza que he cargado desde entonces se acrecienta y experimento la necesidad de salir corriendo, pues no encuentro manera de justificar semejante comportamiento. Del mismo modo un pobre ``Lo siento parece insuficiente, pero supongo que expresarme con sinceridad y madures es lo único de lo que dispongo.
Al mismo tiempo que me situó en medio de la habitación mientras Evone enciende varias velas para brindarnos una luz cálida bajo la que poder charlar con mayor comodidad, Cira vuela hasta posarse en mi hombro. El ave se muestra encantada con mi presencia, en especial cuando acaricio su suave cuerpo constituido por coloridos pétalos de flores.
—Yo también te he echado de menos —susurro con cariño, consciente de que Evone se ha detenido a unos metros y nos contempla con dedicación. Aprovecho los mimos que le regalo a Cira para retrasar las cosas, aunque no consigo ganar mucho tiempo.
—¿Qué necesitas Jessica?
—Más bien he venido a disculparme, tú siempre has mirado por mi bien, como todos los que me rodeaban… pero entonces no quise verlo —espeto necesitando esa verdad desde lo más hondo de mi ser de una vez.
—Disculpas aceptadas —espeta con formalidad tras un eterno instante—. ¿Algo más? —apuntilla dejándome helada, hasta que comprendo a que se debe en realidad su actitud.
—Entiendo que quieras castigarme, es lo justo —digo preparándome para que me eche de su habitación e incluso de su vida, no obstante sé que estoy dispuesta a suplicar si es necesario con tal de no perderla.
—¿De verdad crees que eso es lo que pretendo? —comenta con incredulidad.
—¡No! Pero es lo que merezco. Te traté de una forma horrible la última vez que nos vimos —admito agachando la cabeza, ya que no soporto sostenerle la mirada cuando está me retrotrae a lo mala que fui de manera injustificada.
—Cree la poción para ti con la intención de que fueras aprendiendo a controlar tu oscuridad y escogí no darte más, a pesar del dolor que la abstinencia te produciría, porque estabas empleándola como si fuera una cura —rebate con cierta irritación. No obstante siento que lo que intenta decir en pocas palabras es que ella tomó sus decisiones por los motivos que creyó correctos. Por ende tiendo a pensar que su enfado no proviene de lo referente a la infame poción.
—Ha hecho falta una visita a Bakal para que me diera cuenta —digo con falso humor, triste de ver como el ambiente distendido que solíamos compartir antes se ha visto truncado con tanta amargura—. No quiero ser como Dominik y estoy dispuesta a esforzarme —afirmo con absoluta seguridad.
—Lo ocurrido con la poción no es lo que más me dolió. Fuiste a Bakal con el pensamiento de que ibas a morir y ni siquiera te despediste —confiesa tras caminar de un lado a otro por la habitación, como si fuera una salvaje tigresa enjaulada. Al fin de al cabo lo que más nos une a ambas es que somos muy parecidas.
Tiende a sernos complicado reconocer ciertas cosas que tildamos de debilidades, igual que el abrirnos de nuevo a alguien que nos ha hecho daño. Un corte sangra antes de cerrarse, un golpe duele antes de que la piel se torne violácea con un moratón, pero las heridas del alma no se ven y tienden a ser las más crueles. Por ende andamos siempre con pies de plomo, pero ante su generosidad, me obligo a dejar esa parte de mi personalidad a un lado y hablar con franqueza.
—Pensé que eso solo lo haría peor para vosotros. Si me marchaba dejándoos solo con esa horrible versión de mi misma creí que tardaríais menos en olvidarme, que no me echaríais en falta —hablo esforzándome por contener la emoción, no obstante las lágrimas no tardan en deslizarse rebeldes por mis sonrosadas mejillas.
—Niña tonta —exclama contagiándose con el sentimiento que exhibo, e incapaz de seguir contemplando de lejos la infinita desolación que reflejo, se acerca para arroparme entre sus amorosos brazos.
He compartido muchos abrazos con ella en estos meses, amistosos, de cariño, con el objetivo de infundirnos coraje en momentos difíciles, pero este es el más especial. Es un gesto de comprensión, esperanza y familiaridad, algo que he dejado aparcado demasiado tiempo. Nos mantenemos así varios minutos y a continuación, me lleva hasta un rincón donde compartimos un poco de té negro servido en unas exquisitas tazas de porcelana china.
—Gracias por perdonarme —repito por décima vez, aferrándome a la calidez que transmite mi bebida.
—El verdadero perdón radica en nunca echar en cara al otro lo sucedido —afirma con seriedad—. He oído que Ethan y tú…
—Sí, me lo pidió hace poco —respondo tímida.
—Sabes, años después de que Mark y yo nos conociéramos encontró a su destinada —comenta con discreción, pero la conozco lo suficiente como para saber que ella nunca hace un comentario al uso. Al ver mi sorpresa, escoge continuar—. Era una muchacha preciosa e inteligente. Conectaban a la perfección.
—¿Y qué pasó? —la incito, incapaz de quedarme con esta duda, aunque aguardo temerosa la moraleja final que reserva.
—Le dije que debía estar con ella, así podría tener un futuro. Pero tu tío siempre ha sido demasiado necio —relata como si él aun siguiera vivo—. Le dijo a la chica que solo la quería como una buena amiga y que estaba profundamente enamorado de otra persona.
—Si os queríais tanto, ¿Por qué nunca lo intentasteis? —cuestiono embelesada por el tono cargado de amor y adoración que emplea, pero que ahora está irremediablemente manchado por una profunda pena.
—Pensábamos que el deber estaba por encima de todo. Él se desvivía por proteger a su raza, cuidando de las guaridas. Yo tenía que comprometerme con un brujo porque es la única manera de que mi magia Shangaree pueda pasar a la siguiente generación —explica agachando la cabeza como si sintiera vergüenza de no haber sido capaz de cumplir con su deber, hasta que tras un instante comprendo que el sentimiento no se debe a eso.
—Te arrepientes —sentencio. Su pudor proviene del admitir que no lucho por Mark. El amor que se profesaron siempre estará vivo, pero a este solo le aguarda la esperanza de ser consumado en la otra vida.
—Cada día de mi vida —corrobora—. Y no quiero que tú sufras lo mismo.
—¿Por qué lo dices?
—Sé que quieres a Ethan, pero tu corazón no le pertenece por completo —dice mirándome fijamente a los ojos, como si pudiera leer mi alma a través de ellos y gracias a la poderosa magia que posee, es algo muy probable.
—Eso no es verdad —determino rotunda, sonando clara y decidida.
—¿Estás segura? —incide.
—Hay algo que ocurrió en Bakal que no consigo sacarme de la cabeza —confieso tras un instante eterno, donde el único ruido que se oye en la habitación es el de Cira acicalándose, junto con el tintinear de la cerámica. Tengo la constante sensación de que no podré continuar hacia adelante si no zanjo de una vez por todas este asunto, pero necesito discutirlo con alguien más. Le confiaría mi vida a cualquiera de los Black, pero esto es tan oscuro y sucio que tengo que solventarlo sola.
Con dificultad me abro con Evonne sobre lo sucedido en Bakal y ante su mirada estupefacta relato el inquietante final en el que Brian pide una audiencia con los siete Pecados Capitales, para que al volver, el joven demonio había desaparecido y yo estaba exonerada de mis errores.
—Odio a los demonios tanto como cualquiera y no confió en ese tal Brian. Pero si algo he aprendido en mis ciento doce años de existencia, es que los asuntos sin resolver terminan por tomar el control de nuestra mente —me aconseja con la discreción e inteligencia que la caracteriza.
—No siento nada por él —proclamo aunque no es del todo sincero, pues después de Dominik, el odio que siento hacia Brian es feroz.
—Te creo. Sin embargo es bueno recordar a veces que el corazón no se rige por la mente —añade dando un sorbo a su té, a medida que sus palabras revuelven todo en mi interior.
—Voy a ser feliz con Ethan, lo tengo claro —repito como un mantra, un rezo al que me aferro con esperanza. No obstante habrá que ver si dicho sentimiento puede sobreponerse a otra clase de deseos.
—En ese caso, sabes que quiero lo mejor para ti y estaré la primera el día de la ceremonia —asegura a medida que siento un nudo en la boca del estómago ante la idea.
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Editado: 16.07.2022