Darkness.

Capítulo 14: Jugando con fuego.

Su aspecto es indescriptible, ojeroso, sucio, sanguinolento por la multitud de cortes que cubren su pecho y brazos. Un gran hematoma mancha su pómulo izquierdo estropeando la otrora hermosura de su rostro. No obstante, esos ojos grises, tan misteriosos y repletos de secretos, continúan poniéndome la piel de gallina. En especial cuando detiene su paso para escanear la multitud, pues por un instante tengo la sensación de que sabe que estoy aquí. No, es imposible.

Iracundo el demonio le da con el taser, así que entre convulsiones Brian cae dentro de la jaula, aunque no suelta ni un solo grito en el proceso. Al levantarse, mis ojos se topan de lleno con su espalda, marcada desde los omoplatos hasta la cintura por dos desgarradoras heridas donde deberían haber estado sus alas. Aquellas extremidades negras como la noche fueron la prueba irrefutable de su verdadero origen, sin embargo, ya no parece quedar mucho del orgulloso e indestructible muchacho.

Obviamente tal castigo es obra de los siete pecados capitales, como una forma de asegurar que no pueda volver a ingresar a Bakal. Una solución cruel, pero efectiva. Al notar que estoy temblando me cruzo de brazos, irritada con la reacción de mi cuerpo. Me engaño, es un demonio, el enemigo, un miserable sin corazón.

—Será una pelea a muerte, el vencedor se enfrentará a otros cinco luchadores —explica uno de ellos, gritando a todo pulmón para ser escuchado por encima de la multitud.

—¡¿Cuál es el premio?! —proclama alguien.

—No morir… Hoy —responde trayendo consigo carcajadas maliciosas.

Sin más que decir, el sonido de una campana resuena por el lugar dando comienzo a la contienda. Me convenzo de que estoy la mar de tranquila, sin embargo, tras unos minutos comprendo que tengo la mirada fija en el mugriento suelo de cemento. Soy patética. No logro comprenderlo, pero el dolor de verlo en ese estado es demasiado fuerte, algo en mi interior se niega a ser espectadora de algo así.

De modo que alzo la vista, obligándome a focalizar todo el rato la celda. Traiciono a la raza angelical, a mí, no merece que sienta compasión de él. Con un solo vistazo comprendo que está a punto de morir, que ese demonio infecto va a arrebatarme la posibilidad de decisión sobre la vida del traidor, lo cual no estoy segura de cómo me hace sentir. Por suerte, en el último momento, Brian le asesta un gancho de derecha que despista a su contrincante el tiempo suficiente para asirle la cabeza y con un giro seco, le parte el cuello asesinándolo. Agotado se desploma a un lado del cuerpo inmóvil, entonces reacciono. Camino sigilosamente hasta el fortachón que supongo, rige el lugar, debido a su reciente comportamiento.

—Quizás, deberías dejarle descansar un round —musito escondiendo mi rostro con celo. Pero incluso sin verle, advierto la expresión desconfiada de su fea cara ante mis palabras—. No queremos que nuestro amigo dure tan poco —explico a medida que deslizo la caja en mi bolsillo en su dirección. Trato de disimular el temblor de mis extremidades, hasta que siento como el peso del objeto desaparece y asumo con gran alivio, que ha aceptado el soborno.

—Eso va a traer algunos problemas, lleva casi una semana aquí, peleando todos los días y no ha caído —comenta pensativo, no obstante por el rabillo del ojo advierto su deseo por inhalar el humo de uno de esos cigarrillos rojos. Sabía que era buena idea traerlos conmigo, aunque es triste perderlos, son lo único que me ayuda a alejar las pesadillas cuando estoy muy desesperada—. Todos lo están deseando.

—Estoy segura de que sabrás convencerles de que vale la pena esperar —incito con tono adulador.

—Solo porque son de los buenos —responde jocoso, como si fuéramos amigos, mientras le veo olisquearlos con placer. Al fin me convenzo de que vale la pena deshacerme de ellos si a cambio logro mi objetivo.

Sin más que decir, se acerca a la jaula para proclamar que se llevaran al traidor un momento, con la excusa de que probablemente esta será su última pelea y merece dar lo mejor de él antes de morir. Por supuesto, las quejas y abucheos no se hacen esperar, aunque el sujeto mantiene su promesa, sacándole de allí a toda prisa. Seguro que temeroso de que la muchedumbre se abalance y acaben con el preso ellos mismos.

Desesperado por relajar el ambiente lo escucho anunciar a los siguientes combatientes llenándoles de elogios, no obstante, su voz termina convirtiéndose en un sonido estático. Pues no pierdo de vista a los seres que acompañan a mi presa, tirando de él como si ya fuera un peso muerto a través de varios pasillos y entonces, desaparecen detrás de una pobre cortina de plástico.

Mientras me asomo, recuerdo que lo último que necesito es que esta incursión llegue a oídos del arcángel o los Black, ni siquiera como un simple rumor. Así que soy tan cuidadosa que los demonios ni siquiera sospechan mientras les veo encadenar a Brian a la pared y reírse tras rociarle varios cubos de agua helada. Quizás para detener el sangrado, por el olor que desprende o simple maldad. Hasta que la falta de reacción o queja por parte del muchacho parece aburrirles y escogen marcharse.

Ni siquiera respiro escondida detrás de la cornisa a medida que pasan por mi lado y cuando están lo suficientemente lejos continuo aguantando, hasta deslizarme dentro de la húmeda habitación. Al fin puedo relajarme, al menos durante un segundo, pues he de acometer una ejecución. La que debería de resultar más satisfactoria de mi vida, ¿Hay algo mejor que librarse de alguien que detestas tanto?




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