Darkness: el día que inicio y finalizó todo

La creatura

Por la mañana siguiente mi ser escuchaba el suave arrullo de las olas y el graznar de las gaviotas, nada más al abrir los ojos, los rayos del sol saliente me daban en el rostro, tan cálido y vigoroso, inmerso en mis pensamientos ignoraba todo lo demás que ocurría a mi alrededor, no fue hasta que el murmullo de la gente que me sacaron de mi trance y preste atención. 
-Robert, algo ocurre, hay algo en la playa, mira- Keila me despertaba casi en un susurro. 
Mi despertar paso de algo relajante a abrupto en un pestañear, más pronto que tarde espabile para asombrarme por toda esa gente reunida en la playa junto a algo aún desconocido para nosotros. 
-Papá ¿Qué está pasando?- la pequeña Leila también estaba sorprendida. 
-No sé, habrá que ir a investigar- le contesté no muy seguro de aquello. 
Como pude me levanté apoyándome de la caja de mi vieja camioneta, en cada agarre hacía un rechinido por la fricción de los metales, tanto que parecía que ahí mismo se caería en pedazos, por suerte pudo resistir y logre alzar la mirada por completo, aunque no alcanzaba a distinguir con exactitud el porqué del asombro de la gente. 
-Vengan a desayunar primero antes de ir a investigar- Keila tampoco estaba muy convencida de ir a ver, preferiría que se olvidara el tema e ir a otro lugar, pero Leila en cambio era muy curiosa. 
En cuanto acabamos de desayunar, Leila empezó a alejarse en dirección hacia la playa a paso lento, Keila y yo la seguimos para que no se fuera a aventurar sola; para cuando llegamos a la orilla del mar, las personas ya se habían alejado, solo un par se quedaron para tomar fotos con sus celulares y subirlas a la red, aunque notamos que había disgusto en ellas, alzaban sus móviles buscando señal. 
-¿Qué rayos está pasando? No tenemos señal, esta mañana la red estaba normal- preguntaba uno de ellos ligeramente molesto. 
-Tal vez sea el clima, puede ser- alcanzamos a escuchar la respuesta de su acompañante. 
Mientras tanto, nosotros seguíamos siguiendo a Leila que se iba acercando cada vez más a la orilla del mar y ya que las autoridades no llegaban todavía, eso nos dio la oportunidad de investigar con más a detalle. 
Era algo asombroso, un calamar muerto, tal vez, su cuerpo inmóvil en la playa nos hizo creer tal cosa, tan grande que solo el cuerpo podría caber en mi pequeña pick-up, sin contar los dos largos tentáculos y los otros ocho brazos que sobresalían de su cuerpo inerte, calculábamos que su tamaño debía oscilar entre unos siete a nueve metros de punta a punta, tan magnifico, era la primera vez que nos tocaba ver a un ejemplar de esa especie y de esas magnitudes, se habían avistado más ejemplares en las orillas de los mares en los últimos años, pero no de tal tamaño; Leila solo los había visto atreves del televisor, le fascinaba todo el mundo animal, en alguna ocasión se molestó porque alcanzó a escuchar en las noticias, que había muchas especies en peligro de extinción y nos preguntó con ojos lloroso del porque pasaba eso, y yo no supe que contestar; Leila estaba fascinada, sus enormes ojos miel no cabían de la emoción por lo que estaban viendo, al final no pudo contener su emoción y se acercó a tocar a aquel animal. 
-¿Qué pasó papa?- una pregunta que salió casi como un susurro, estaba triste por la lamentable muerte del animal. 
-No lo sé hija, no lo sé, quisiera saber el porqué, tal vez cuando vengan los científicos sabremos qué fue lo que pasó- no quedó muy conforme con la respuesta, pero de igual manera se tranquilizó y siguió observando al calamar. 
Había algo que no cuadraba con aquel animal, por lo general los especímenes que aparecían en la orilla, aparecían muertos, les faltaba uno o los dos tentáculos, solo los brazos parecían que se los arrancaran, había muestras de lucha, en ese momento recordé que los mayores depredadores, por así decirlo de los calamares, eran los cachalotes, una especie de mamíferos marinos, los cuales para cazar a su presa pueden sumergirse hasta tres kilómetros, lo cual lo convierte en el mamífero marino que se zambulle a mayor profundidad, de igual manera recordé que estábamos en zonas en donde este cetáceo rondaba, por lo cual me hizo dudar del porque este calamar en especial, se veía intacto, todo en su lugar, parecía como si aún estuviera vivo. 
-Algo no está bien- susurré, un susurro no tan débil como para que Keila no me escuchara. 
-¿Qué dijiste?- preguntó con preocupación. 
-Nada, nada, pensaba en voz alta, no quise preocuparte- dije en un tono más amigable, ella solo hizo una mueca, al fin de cuentas no sabíamos nada y solo estaba sacando conclusiones al azar, tal vez cuando llegaran los especialistas podrán decir que paso con exactitud. 
Nos empezamos a alejar de aquella escena, aun fascinados por el hallazgo y de lo impresionante que es ver a una especie como esa, aunque lamentablemente ya sin vida; momentos después comenzaron a llegar camionetas con un par de remolques casi del tamaño de una casa rodante, detrás de ellos dos patrullas las cuales con las demás se estacionaron a unos cuantos metros del espécimen varado en la playa, unos sujetos con batas blancas como doctores salían de los remolques y con la ayuda de la policía acordonaron la zona, ya nadie podía pasar más allá de aquella línea amarilla establecida, no tardo mucho para que esos mismos sujetos levantaran una carpa enorme, casi como una de circo, las personas se fueron acercando cada vez más, su curiosidad por saber que estaba sucediendo les ganaba, su emoción se terminaba cuando tajantemente los oficiales los detenían antes de llegar a la zona acordonada, los alejaban y amenazaban si no seguían las ordenes, le gente se alejaba disgustada, no comprendíamos del porqué, solo era un calamar muerto, no es como si nos hiciera mucho daño estar cerca de él. 
Al final deducimos que esos sujetos con batas blancas, eran científicos, ya que desde un inicio empezaron a tomar muestras del calamar, hablaban entre ellos, miraban sus Ipads, se notaba que aún ellos no sabían que estaba pasando. 
 
 




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