Llegada la tarde se nos ordenó que no podíamos permanecer cerca de la playa, así que nos movimos a una lugar elevado que se encontraba no muy alejado, eso nos dejaba en una posición favorable para ver todo lo que ocurría en la playa y en donde, para nuestra suerte los oficiales no podían hacer mucho para que nos tuviéramos que ir de ahí.
La pequeña Leila estaba fascinada, quería ir con ellos a preguntarles que estaba pasando, tenía esa sed de conocimiento, más aún porque esas oportunidades son pocas en la vida, de igual manera yo me cuestionaba el actuar de todos en general, los científicos, los oficiales, quienes para nuestra mala suerte en cuanto poníamos un pie cerca del acordonamiento, nos indicaban que no podíamos estar ahí y no nos daba la oportunidad de dirigir alguna palabra con uno de los científicos; la pequeña Leila se molestaba y desilusionaba al ver que nadie nos daba respuestas a todas nuestras preguntas sobre lo ocurrido.
Por suerte mi esposa tenía el don de la comunicación, como trabajadora en una oficina de servicio público atendía a muchas personas, sabia como hablar y obtener alguna información muchas veces de una manera muy poco ortodoxa, no tardó mucho en abordar a un joven especialista, como de unos veintiocho años, delgado, medianamente alto, no habíamos decidido de cuanto más o menos, pero Keila decía que medía un metro ochenta y yo que su estatura era de un metro ochenta y cinco, caucásico, pelo castaño, usaba unos anteojos rectangulares que ocultaba sus ojos café, no parecía que usara una graduación tan alta, porque a veces lo habíamos visto que se los quitaba para descansar, entonces pensamos que solo los usaba para leer notas o estar frente a su laptop que siempre la llevaba debajo del brazo, se le notaba muchas veces fascinado, otras preocupado, por lo general siempre lo veíamos con una pequeña sonrisa en su joven y amable rostro, aun así fue difícil de convencer, pero ella lo había logrado, se había acercado a él en una de sus rutinas, tanto ella como yo lo habiamos estado monitoreando y nos percatamos de que de vez en cuando volvía a su remolque para tomar notas, momentos después salía a tomar muestras y regresar, también notamos que cada cierto tiempo iba a la cafetería y regresaba con una termo en su mano.
-Buenas tardes caballero- Keila saludaba de forma cordial al joven.
-Bu… buena tarde- contestaba el joven un poco nervioso.
-¡Se le ha dicho que no puede estar aquí!- antes de que el joven contestara algo más, un oficial se acercaba impidiendo que Keila consiguiera algo de información.
Keila regresaba enojada al no poder hablar con el joven, pateaba la arena, recogía un par de piedras y las arrojaba lejos.
-Maldita sea, ese oficial ya lo traigo entre ceja y ceja, pero me las pagara- maldecía.
-Tranquila, ya tendremos otra oportunidad- yo intentaba tranquilizarla, algo que no era fácil.
Ella solo me lanzaba una mirada amenazante, y yo solo la evadía cambiando el tema.
Un día cuando el joven volvía a su remolque, momentos después salía con una taza de café y una más para una compañera, misma que llego tres días después que él, más o menos de la misma edad, un poco más pequeña en cuestión de altura, ojos color miel, lo sabíamos porque nos había pasado a un lado en su llegada, su cabello rojizo la delataba en donde sea que estuviera, era la única con esa cabellera, además que resaltaba por su piel blanca, Leila quedó fascinada con ella cuando arribó al lugar, engalanaba el ambiente con su vestido blanco hasta los tobillos, zapatos negros de piso, el cabello suelto que se alborotaba por la pequeña brisa que hacía en esos momentos, llevaba consigo unos lentes de sol, para Leila fue casi mágico.
-Un ángel- pensó en aquel instante.
Cuando pasó por nuestro costado, se agachó en donde estaba Leila, se quitó los lentes y le sonrió tan gentilmente que la pequeña le había devuelto el gesto amable, después siguió su camino hasta donde se encontraba su colega y amigo, se dieron un abrazo largo, como si no se hubieran visto en mucho tiempo y se alejaron a su remolque y ya no los vimos, hasta ese día que por fin el joven regresaba de la carpa a su remolque.
Ya había pasado una semana desde la llegada del calamar, los científicos seguían sacando muestras, yendo y viniendo a su remolque y nosotros desde la pequeña pick-up solo podíamos observar desde lo lejos; lamentablemente nuestro tiempo para poder quedarnos ahí había expirado, solo eran unas pequeñas vacaciones, así que ya era tiempo de regresar a casa, no sin antes ir a echar un último vistazo del área y principalmente del calamar aunque fuera de lejos.
Nos habíamos alejado de todo en general, de las noticias, del bullicio de las ciudades, todo lo que sabíamos era justo lo que estábamos presenciando nosotros mismos, así que no nos habíamos puesto a pensar si es que las noticias habían salido en los programas de televisión o radio, era raro, ya que no habíamos visto a periodistas, fue cuando note que ese acontecimiento era aún más raro de lo que ya había percibido y del cual Keila me había abordado, no nos habíamos dado cuenta de las magnitudes de tal evento, hasta el último día.
En resumen habían pasado siete días desde que apareció el calamar en la costa, en el segundo día acordonaron la zona y llegaron los especialistas, en el tercero llego la chica pelirroja, los siguientes días fue un ir y venir de los científicos de la carpa al remolque, y nosotros seguíamos sin respuestas, solo queríamos saber del porque no dejaban que se acercara nadie.
También me preguntaba la razón por la cual no había algún reportero, dadas las circunstancias y el escándalo que hacían los oficiales por lo menos pensé que estaría ahí alguien del periódico local, pero no fue de esa manera, era muy extraño, así que por la mañana decidí ir a investigar un poco, empecé a preguntar a los lugareños si había algo en las noticias que nos pudiera informar sobre lo sucedido en su localidad, pregunté a varias personas y ninguno me supo dar alguna razón, empecé a indagar más y más, no logre nada, nadie quería hablar y me empecé a preocupar; llegada la tarde tomé un camino que daba a la salida del pueblo, mi sorpresa fue grande cuando distinguí una especie de barricada para que nadie pudiera entrar y al parecer tampoco salir, me acerque más evadiendo la vista de los oficiales a cargo escondiéndome en unos arbustos y pude ver que el padre de una pequeña familia estaba discutiendo con algunos oficiales para que los dejaran irse, me tuve que acercar más para poder escuchar lo que decían.
-Necesitamos salir, dígannos el porque nos retienen aquí, no hemos hecho nada malo- refutaba aquel hombre.
Querían regresar a sus casas, al parecer igual que nosotros, también estaban de vacaciones; un oficial se acercó al señor, sacó de entre sus ropas un bastón metálico extensible, levantó su mano y lo golpeo de lleno en el rostro haciéndolo caer al suelo, aquel anciano se tocó la frente, tenía una pequeña herida, al alejar su mano noto que un poco de sangre había manchado sus arrugadas manos.
-Déjenlo en paz, no ha hecho nada malo- su esposa y sus dos hijos gritaron para que dejaran de golpearlo, el oficial se detuvo, guardó su bastón metálico y se alejó a su posición de guardia.
No podía creer lo que estaba pasando, entraron en mi más dudas del porque ocurría aquello, no podían hacer eso, entonces pensé que algo estaba mal con aquel animal que llego a la costa, pero ¿Qué era? ¿Qué habría pasado o que le habría pasado? solo había una solución, que Keila hablara con aquel joven y sacarle algo de información, ya se habían acostumbrado a nosotros al vernos todos los días rondar la escena.