Darkness: el día que inicio y finalizó todo

Causa y consecuencia.

Mientras el General esperaba pacientemente que Elizabeth le cambiara los vendajes, nosotros estábamos ansiosos por saber más de lo acontecido allá afuera, no por morbo ni nada parecido, más bien para saber a qué nos enfrentábamos. 
-Como verán, algo nos atacó cuando investigábamos lo ocurrido, notamos que una clase de esporas emergían de los cuerpos de los calamares, que pensábamos estaban sin vida, pero no era así y nos dimos cuenta en el último momento, aquellos animales empezaron a mover los brazos con gran desesperación, después los tentáculos, era algo extraño, nadie nos había preparado para lo que venía después, cuando salieron las esporas, ninguno de nosotros contaba con máscaras antigás, y eso me ayudo a salir de ahí- el General caminaba por todo el remolque, hasta que por fin se quedó quieto y se sentó en la silla que se encontraba al fondo. 
-Pero eso no explica tu herida ¿Qué paso después papá?- lo interrumpió Alfred. 
-A eso voy hijo, a eso voy- dijo el General ya un poco desanimado- las esporas fueron el inicio, los soldados y los científicos que estaban ahí se quedaron paralizados, cayeron casi inmediatamente después de respirar unas cuantas esporas, yo no me encontraba cerca y pude deducir lo que estaba sucediendo, por suerte tenía algunas mascaras dentro de mi remolque, lo que me recuerda ¿Tienes suficientes máscaras antigases aquí Alfred?- hizo una pausa para que Alfred contestara. 
-Me parece que sí, el día de ayer llegaron bastantes, no comprendía el porqué, pero ahora lo comprendo- contestó Alfred. 
-Pero aún no nos ha dicho como fue que se hizo esa herida General ¿Cuál fue la causa?- preguntó Elizabeth algo nerviosa. 
De la Garza comenzó a ponerse la camisa de nuevo, mientras se le veía que hacía gestos de dolor. 
-Espero que estén listos para escuchar lo que les tengo que decir a continuación- continuó el General un poco más serio -tenemos la orden de aniquilar lo que sea ese animal antes de que esparza más esporas, los otros seis se desintegraron casi al mismo tiempo, le herida es consecuencia de lo que causan las esporas. 
-¿A qué se refiere General? Nos acaba de decir que las esporas causan parálisis instantánea en los humanos- pregunté con nerviosismo. 
-En Canadá teníamos perros de guardia, las esporas también les afectaron a ellos, pero no como a los humanos, en nosotros, como ya se los había mencionado, tiene un efecto paralizante casi al instante, pero a todos los animales, los hace mucho más violentos; el perro que tenía de custodia era un pastor alemán, de tres años de edad, entrenado y el cual solo a mí me obedecía ¿se imaginan mi sorpresa cuando me ataco por la espalda? 
El General hizo una pausa para poder acomodarse el saco, nosotros solo lo podíamos ver en total silencio impactados por todo lo que, hasta ahora, nos había contado. 
Alfred se acercó a él tratando de consolarlo, se agachó y lo tomó de las manos, con una sola mirada el General sabía que su hijo lo apoyaba, después de eso continuó con su relato. 
-Ese animal se notaba algo diferente, más grande, algo en él había cambiado por la inhalación de las esporas, no sé cómo, pero hizo que su cuerpo se expandiera, lo hizo más grande y por lo cual más fuerte, quedé en shock por aquello, jamás me había atacado, pero también entendí que su lealtad había cambiado, las marcas de mi herida eran de las uñas de su pata, alcancé a reaccionar para poder sacar mi arma y acabar con su existencia, lo cual no fue fácil, me terminé todo un cargador de la pistola que traía en esos momentos, además de eso, también fue doloroso para mí, no pensé que acabaría de ese modo, fue mi guía por esos tres años, yo lo había empezado a criar- el General se llevaba las manos a la cara, era evidente que le había dolido el simple hecho de haber matado a su guardián. 
Alfred le acercó una servilleta para que el General se limpiara las lágrimas y así continuar. 
-Al final corrí a donde estaban mis otros compañeros con canes, lamentablemente todos ya habían sido asesinados, parte fue porque se habían paralizado, aunque había algo extraño, de los diez perros, solo dos estaban ahí, los otros yacían tirados en el piso, no me quede a averiguar lo que pasaba, salí y busqué a quien siguiera con vida, en mi camino me topé con un par de reporteros, Monserrat y, del chico no lo recuerdo, logré sacarlos a tiempo, por suerte los perros estaban distraídos con los cadáveres de mis compañeros caídos, les puse las máscaras y nos marchamos de ahí, por suerte había un convoy cerca, sabíamos que salir de ahí no sería tarea fácil, el camino fue estruendoso, muchos animales habían respirado aquellas esporas, un alce nos envistió en medio de la carretera, hizo que el vehículo se tambaleara un poco pero no nos hizo mucho daño y por fin nos pusimos a salvo, como comprenderán, el hecho de que no los dejáramos salir, era eso -dirigió su mirada hacia nosotros con un tenue dolor- lo siento mucho, no deberían de estar pasando por todo esto y se pondrá aún más difícil- trató de controlar el llanto pero fue imposible, se llevó las manos al rostro, soltó un suspiro largo, se limpió las lágrimas y continuó contando que estaba pasando allá afuera. 
Nosotros no sabíamos que decir, estábamos impactados, todo allá afuera se estaba cayendo a pedazos y todo lo que decía el General no parecía mentira y entre en pánico, Keila sintió lo mismo que yo y me tomó mi mano para darme fuerzas. 
-Todo estará bien ¿No es así papá?- preguntó Alfred aún más angustiado que de un inicio. 
-No creo que se resuelva todo este conflicto hijo mío y no sé si pueda sacarlos a todos de aquí- decía eso mientras se levantaba de la silla. 
-¿Cómo que no podrá sacarnos a todos de aquí?- recriminó Elizabeth. 
-Creo que debes explicarte mejor papá, podemos ir a los bunker que existen en todo el mundo, tú nos podrás llevar ahí, de eso estoy seguro- Alfred se acercaba a su padre para confrontarlo cara a cara. 
-Ya ningún lugar es seguro, lamento ser yo el que les tenga que dar las malas noticias, pero hay cosas que les han estado ocultando y creo que es hora de mencionarlas- el General se acercaba a la puerta, esperando que no hubiera nadie cerca. 
Cerró la puerta y las ventanas, desató las cortinas para que, por si alguien que estuviera allá afuera no pudiera vernos, se froto la cara y se hizo un masaje en las sienes, volvió a la cafetera a prepararse otra taza de café, regresó a su silla y espero a que todos estuviéramos prestando atención.  
 




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