Darkness: el día que inicio y finalizó todo

Huida.

Mientras nuestros pensamientos rondaban nuestra cabeza, recordé que el General había mencionado a una reportera, a la cual había salvado, pero no recordaba haberla visto por ningún lado, era algo extraño, quizá a ella también se la llevarían, entonces cruzo por mi cabeza el ir a buscarla, aunque no supiera nada de cómo era, aunque de alguna manera la sabría reconocer, o ese fue mi pensamiento hasta que Keila me hizo volver a la realidad. 
-Robert, cariño ¿Qué haremos entonces?- las palabras de Keila no se escuchaban muy bien, al parecer también ella se negaba a abordar las capsulas, preferiríamos quedarnos aquí y ver la forma de lograr sobrevivir -tenemos que pensar en algo rápido, antes de que el General decida volver y llevarnos a la fuerza- la voz de Keila ya denotaba algo de nerviosismo. 
-Hablaremos con Alfred, le pediremos que nos ayude a salir de aquí y ya afuera nos las arreglamos para sobrellevar lo que llegara a pasar, sabremos sobrevivir, yo lo sé- mis palabras tenían que sonar convincentes, aunque me estuviera muriendo de miedo -lo siento Leila, sé que querías ir a marte, pero no queremos que te pongan tubos por todos lados- aunque realmente no sabíamos por qué habíamos sido elegidos nosotros, aun estábamos desorientados en ese aspecto. 
-Está bien papá, estaré en donde tenga que estar, si es aquí o allá, ya habrá una forma de ayudar a los demás- mi hija aún pensaba en los demás en estos momentos de difícil decisión, pero era su esencia lo que hablaba. 
Estaba decidido, saldríamos de ahí a como diera lugar y buscaríamos la forma de sobrevivir, aunque no supiéramos como, ya encontraríamos la forma. 
Alfred no tardó mucho en entrar de nuevo al remolque -¿Qué decidieron al final?- preguntó sin dilatación y con algo de prisa, parecía agitado al momento de entrar -mi padre viene para acá, tal vez a llevárselos o no sé, algo empezó a moverse dentro de la carpa, hay un caos afuera, así que díganme pronto cual fue su respuesta- Alfred cerró la puerta detrás de él, entro y tomó un poco de agua. 
-¿Nos ayudarías a salir de aquí, Alfred?- preguntó Keila igual de apurada como el joven. 
-Claro que sí, ya se los había dicho, no me pueden culpar por dejarlos ir, al final de cuentas mi padre se los prometió y será esa la excusa que pondré en caso de que me reprochen algo, hablé con Elizabeth y ella también está en el acuerdo de ayudarlos a salir, entonces, habrá que hacerlo pronto- respondió Alfred ya un poco calmado después de beber algo de agua. 
-Alfred, tu padre mencionó a alguien más hace unos momentos, me parece que a una reportera que salvó en Canadá antes de venir para acá ¿Sabes algo al respecto?- pregunte mientras el joven se reponía. 
-No lo sé Robert, no he visto a nadie, tal vez a ellos ya los dejo en el bunker, no tengo más conocimiento de eso- respondió el joven sorprendido. 
-¿A ellos?- pregunté desconcertado. 
-Si, a ellos, recuerda Robert, mi padre mencionó a dos personas, una de ellas es la reportera, de nombre Monserrat y a su compañero, del cual no recuerda el nombre- respondió casi al instante. 
-Cariño, no divaguemos en otros asuntos, necesitamos irnos lo más pronto posible, si esas personas están con el General, ya no es algo que nos concierne a nosotros ¿No crees?- Keila me hizo reflexionar sobre ese asunto. 
Nuestro corazón comenzó a latir apresuradamente cuando escuchamos que afuera del remolque alguien se acercaba a toda prisa, no era el momento de estar pensando en otras cosas, alguien golpeaba la puerta con brusquedad hasta que logro abrirla de un solo golpe. 
-¡Pronto, salgan de aquí!- la voz de Elizabeth retumbo en nuestras cabezas, llegó agitada, empujó la puerta del remolque con tal intensidad que giro y golpeó uno de los escritorios a un costado derribando por vibración algunas cosas del mismo -Alfred, ahí viene tu padre, no se ve muy amigable que digamos- entró al remolque y cerró con seguro, para que no pudiera entrar alguien más. 
-Cariño, ya nos íbamos, ellos han decidido no ir a marte, así que me los llevare hasta un lugar seguro para que puedan irse con tranquilidad, a pesar de que ellos saben del peligro que corren allá afuera- la tranquilizó Alfred. 
Nosotros continuábamos sin saber mucho, pero lo que si nos interesaba era salir de ese lugar lo más pronto posible, empezamos a preparar algunas cosas del mismo remolque, ya que no nos daría oportunidad de ir a nuestra camioneta para recoger más cosas, Elizabeth vigilaba por una de las ventanas los movimientos de allá afuera y también que no se acercara el General, por suerte el remolque tenía una salida por debajo y ese sería nuestro pase de salida, por lo menos de la valla de contención. 
-Alfred- habló Elizabeth con algo de angustia -ya no veo a tu padre, espera, lo volví a ver, está corriendo hacia la carpa en donde se encuentra el calamar, hay algo que no cuadra, se está poniendo una de las máscaras de gas, lo cual me recuerda que ellos también van a necesitar algunas- nos volteó a ver con algo de desprecio- así que tomen las que están en el fondo del remolque, en el cuarto, debajo de la cama encontraran una caja, dentro de ella hay varios objetos ahí encontraran unas cuantas máscaras, llévenselas, nosotros no las ocuparemos- daba instrucciones muy precisas, al parecer ella era la que controlaba la relación, nosotros nada las seguíamos al pie de la letra, sacamos también un par de lámparas y unos guantes, nos harían falta más delante -Alfred, tu padre entró a la carpa, creo que deberías de ir con él, yo me quedare aquí para despedir a nuestros amigos, no olvides la máscara y “eso” en caso de que algo pase- terminó de hablar y Alfred no dijo nada, solo obedeció y salió del remolque. 
Nosotros nos quedamos observando como Alfred salía de ahí a toda prisa, algo no estaba bien, se notaba en su cara de angustia, como había previsto, algo más pasaba y al parecer no era nada bueno.  
 




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