Darkness: el día que inicio y finalizó todo

Disturbio.

Estábamos en shock por lo sucedido, no podíamos creer que alguien nos quisiera muertos, no entendíamos absolutamente nada, Elizabeth se refirió a nosotros como los últimos descendientes de Asase Ya ¿A qué se refería? Tal vez no estábamos en posición de preguntar, pero necesitábamos respuestas y solo ella podría decirnos. 
-¿Estas bien cariño?- Keila se acercó a donde estaba y me abrazo. 
Leila se acercó a nosotros igual, sacando unas vendas de la mochila y desenrollando algunas para ponérmelas en los cortes que había provocado Elizabeth, se las dio a su madre y se dispuso a contemplar el cuerpo la escena escabrosa que acababa de pasar. 
-Pensé que te perdía, esto no está bien, vamos a salir de aquí ya por favor- sollozaba mientras me aplicaba algunas vendas. 
-P…p…papá, algo le está pasando a Elizabeth- Leila que estaba parada justo a un lado de nosotros señalo el cuerpo inerte de Elizabeth, que se movía como si estuviera convulsionando, tal vez por los golpes recibidos. 
Keila no era mala persona, se acercó a ella y se dispuso a ver si no se estaba ahogando con su propia sangre y acomodarla de tal manera que no le pasara nada malo, logró girarla para que vomitara la sangre acumulada en las vías respiratorias y pudiera respirar, la sentó en el suelo recargada sobre los escritorios, Elizabeth escupió la mayor parte de sangre y por fin se controló. 
-¿Puedes vigilarla un momento cariño?- Keila con voz dulce le daba una par de órdenes a Leila. 
-Claro que si mamá, yo la vigilo- dijo Leila sin vacilación, no quería que pasara un percance más, no antes de salir de ahí. 
-¿Estarás bien cariño? Tratare las heridas de esa mujer, no me gustaría ser la causante de su fallecimiento- Keila se dirigía a mi entre susurros. 
-Claro cariño, atiéndela a ella, lo mío no es tan grave, estaré bien- respondí casi inmediatamente. 
Tuvimos un tiempo de paz mientras Keila trataba las heridas de Elizabeth, nuestra pequeña le ayudaba en los que podía, yo me ocupaba de volver a revisar las mochilas de viaje para que todo estuviera bien. 
La calma duro pocos instantes, se escucharon algunos disparos afuera del remolque, había gritos de personas, mas disparos, como pudimos nos cubrimos los oídos y decidimos asomarnos por las ventanas para ver que estaba pasando, alcanzamos a ver a algunos oficiales correr hacia la carpa, traían consigo, unas armas largas, apuntando hacía la misma, vimos como salían Alfred y el General, sacudiéndose algo parecido a polvo, se veían desesperados, pero jamás se quitaron las máscaras, se detuvieron en seco, no habían visto a los oficiales, los cuales no contaban con el equipo de seguridad para evitar la inhalación de las esporas, les dijeron algo y los oficiales se regresaron a las cajas negras que estabas detrás de ellos, las abrieron y comenzaron a sacar el equipo, uno a uno se colocaban las máscaras para volver a sus puestos anteriores, con sus armas apuntaban de nuevo hacia la carpa, Alfred y el General se incorporaron, quería ir a ayudarlos, pero no sabíamos si nos iba a pasar lo mismo que había pasado con Elizabeth, ya no podíamos confiar en nadie, no hasta que nos demostrara lo contrario. 
Escuchamos como se quejaba Elizabeth, nos tomamos un tiempo para atarla y dejarla inmóvil, lamentablemente las cuerdas que habíamos tomado para llevárnoslas se quedaran ahí, aprovechamos y sacamos las máscaras y nos las pusimos, esperando el momento para salir del remolque, volvimos la vista hacia donde estaba el General, ni él ni Alfred estaba a la vista, empezamos a salir sigilosamente, esperando que nadie nos detectara en nuestra huida, corrimos hacia unos de los vehículos más cercanos, lamentablemente nuestra camioneta estaba muy lejos como para ir por ella. 
-Papá, Mamá ¿escuchan eso?- dijo Leila tapándose los oídos y con la vista perdida hacia el suelo -es él, es él- repetía insistentemente. 
-¿Quién es hija? ¿Qué está pasando?- le preguntó Keila con notable preocupación. 
Nos detuvimos detrás del remolque, en donde no era posible que alguien nos viera y nos hicieran volver, llevamos hasta ahí a Leila, algo no estaba bien, algo la llamaba pero solo ella podía escucharlo, yo solo opte por protegerlas mientras Keila hablaba con ella. 
-Leila, hija dime ¿Quién te está hablando? Nosotros no lo escuchamos, dinos por favor- la voz de Keila era ya de preocupación, estaba desesperada por saber que le pasaba a Leila. 
 -Es él mamá, no es Alfred, tiene una voz diferente, está pidiendo ayuda, sufre- Leila hizo un gesto de dolor y se seguía cubriendo los oídos, se tuvo que agachar para aminorar la carga que le causaba -debemos ir a ayudarlo, por favor, papá ¿podrías ir a ayudarlo? Ayúdalo papá, por favor-  su mirada quedo fija en mí, quede atónito ante aquella solicitud de Leila. 
-¿En dónde está hija? Hare lo que pueda para poder ayudar, pero hay que hacerlo pronto, señálame en donde esta- para mi sorpresa su dedo apunto a donde estaba la carpa, mis ojos se abrieron bastante y trague saliva, pero tenía que ir a ver quién  le hablaba a Leila, aunque no supiéramos como es  que se comunicaba -está bien hija, dime algo mas ¿Cómo lo reconozco? ¿Cómo es?- mis últimas preguntas no tuvieron respuesta de Leila, solo negó con la cabeza -está bien hija, regreso en un momento- me encaminé hacia la carpa con cuidado. 
Por todo el caos no iba a ser una tarea fácil, había muchos guardias, pero tendría que haber un estrecho en donde se pudiera entrar, para mi suerte en una de las cajas había un chaleco como el de los oficiales, me lo puse y continúe, alcance a ver a Alfred y al General salir de la carpa, De la Garza se apoyaba en el cuerpo de su hijo, algo había pasado allá adentro, fue mi oportunidad para fingir ser un oficial y aparentar ayudarlos, eran orgullosos, así que sabría que negarían mi ayuda y yo podría seguir adelante, al acercarme a ellos paso lo que había previsto, Alfred me alejó de un manotazo y evitó que lo ayudara, cuando me quede ahí quieto, los vi dirigirse al remolque, el General cojeaba del pie derecho, con dificultad entraron, no me imagino la sorpresa que se llevaran al ver a Elizabeth amordazada, seguí adelante, curiosamente los demás oficiales no detuvieron mi marcha y así pude entrar a la carpa, solo di un último vistazo para alcanza a ver a Keila que se alejaba a otra sección para que ni el General ni Alfred la escucharan. 
 
 




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