Me acerque con discreción a aquellos casilleros, no sabía que me podría encontrar, gire la perilla lento y de ahí adentro salto un pequeño niño.
-Gracias, gracias, pensé que aquí me quedaría para siempre, todos se fueron y se olvidaron de mi- era un niño de apenas unos 10 años de edad, de no más de un metro de alto, algo delgado, rubio, de tez blanca, los ojos cafés le brillaban de felicidad al ser rescatado por alguien mas -¡en verdad gracias señor, no sé cómo es que me quede atrapado, vine con mis papás, pero al parecer ellos ya se fueron, estaba jugando en la arena cuando todo empezó! ¿vio a esos cangrejos enormes señor? ¡Con uno de ellos podría comer toda una familia, algún día vendré por uno de ellos y se lo llevare a mis amigos, hoy no, no soy tan fuerte señor, vi como aventón a un señor con uniforme varios metros hacia el cielo, me parecía conocido, pensé que moriría ahí, después alguien me llevó a este casillero y me dejó encerrado, vaya día he señor!- El niño por alguna razón, no sabía lo que sucedía y para nosotros estaba mucho mejor, hablaba con mucho entusiasmo, tanto que me había arrepentido de haberlo sacado de ese casillero.
-¡Hey niño! Relájate, para empezar ¿Cómo te llamas?- lo tomé de los hombros para tranquilizarlo, el solo abrió sus ojos cafés para prestar atención.
-Oh sí señor, perdón, mi nombre es, Cernunnos, es de origen celta, mis padres están fascinados con la historia de los vikingos y esas cosas, el rey Arturo lo mejor que pudo haber en la historia, el que más les fascina es Merlín ¿Cómo es que existió un mago de tal magnitud en esos tiempos y no en el de nosotros señor? Mi papá se lo pregunta a cada rato, él quiere ser como Merlín ¿Cuál es su nombre señor? - hablaba con una emoción desbordante, amaba demasiado a sus padres y no sabía si seguían con vida.
-Yo me llamo Robert, niño- me volteo a ver con desinterés, tal parece que no le gustaba que le digiera niño, estaba muy orgulloso de su nombre -Está bien, esta bien, Cernunnos ¿No hay una forma de abreviar tu nombre?- le pregunte, pero la mirada seguía siendo la misma -oh vamos, no pongas esa cara, salgamos de aquí ¿Quieres? Vamos a buscar a tus padres, por cierto, vamos a buscar una máscara para ponértela- lo tomé de la mano y continuamos hacia la salida.
-¿Para qué son las máscaras señor Robert? ¿Usted sabe dónde están mis padres? ¿Qué es ese animal de allá? ¿Le dije que mi padre es un científico reconocido de aquí señor? Mi madre por otra parte siempre nos acompaña, ella es muy linda, apoya a mi padre en todo, somos felices estando juntos señor, las vacaciones pasadas fuimos a Canadá a visitar al abuelo, no es muy amable, a veces me regaña porque me voy con mi amigo Jimmy, él vive frente a nuestra casa ¿Cómo estará el ahora?- parecía que jamás dejaría de hablar, por suerte encontramos una caja con algunas mascaras pequeñas y una de ellas le quedo, dejo de hablar por un momento.
Tarde en reaccionar a lo que había dicho el niño por la rapidez en que se tornaban las cosas me detuve y quedé en shock, me tomé un momento para analizar bien todo aquello mi cara era de asombro.
-Oye Cernunnos ¿Cómo se llama tu padre? ¿Cómo es tu madre?- pregunté con algo de inquietud, ¿Por qué no habíamos visto al niño antes? Alfred se la pasaba entrando y saliendo del remolque y cuando llego Elizabeth no lo vimos llegar con ella, ¿en dónde había estado todo este tiempo?
-Ha vaya, mi padre, el científico, se llama Alfred señor y mi madre es una dama hermosa pelirroja, parece un ángel, ¿la conoce señor? Cuando salgamos de aquí le diré que usted me ayudo a salir del casillero del laboratorio de papá- me dijo sin vacilación, ¿Cómo le iba a decir que teníamos amarrada a su madre porque intento asesinarnos? Pensé en dejarlo ahí, pero era solo un niño, ¿Cómo lo podía dejar a la deriva? Aunque había mencionado que el casillero era del laboratorio de su papá, tenía que regresar para encontrar algo que nos ayudara.
-Cernunnos, ¿sabes dónde guarda tu padre los archivos importantes?- le pregunté esperando que supiera algo al respecto.
-No lo recuerdo bien señor, solo sé que tiene una caja fuerte a un lado de las maquinas ¿quiere ir a ver? Aún me se la contraseña que usa, hace rato entro con el abuelo, empezó el caos y ya no los vi, y después paso lo que ya le conté señor- me iba contando todo eso mientras regresábamos -¡mire ahí está!- dijo con entusiasmo mientras se acercaba a la cerradura de la caja fuerte para abrirla -a ver, veamos, recuerdo que era siete izquierda, ocho derecha y ¡listo! Siempre vuelve a donde empezó, eso nunca cambia- dijo emocionado mientras abría por completo la puerta -¿esto es lo que busca señor?- se dirigía a mi mientras me enseñaba unos informes.
-Esperemos que si Cernunnos, esperemos que si- me dispuse a hojear los informes para aclarar un poco las dudas que teníamos, aunque debería de ser rápido, las esporas empezaban a dispersarse más y más -aquí no hay nada que me pueda ayudar- susurré, el niño solo me veía en mi desesperación y se fue a un rincón a sacar algo, era un maletín negro algo pequeño, pero que a comparación del niño parecía como si lo trajera un adulto, en la cerradura traía un extraño candado de combinación.
-Señor esto tal vez le ayude, no sé qué contenga este maletín, pero mi papá siempre lo cuidaba y me decía que aquí estaba nuestra salvación, nunca entendí a ese hombre ¿Dónde estará ahora? Tal vez él le pueda ayudar más que yo- agachó la mirada como disculpándose -solo que de este maletín, no tengo la contraseña señor, lo siento- seguía cabizbajo.
-No te preocupes Cernunnos, deberíamos hacer algo con tu nombre -le dije de forma picara- es algo largo y tú me sigues diciendo señor- ambos reímos disipando un poco la tensión que había- busquemos a tu papá allá afuera para que nos diga que contiene ¿te parece?- se desencogió de hombros, se sentía aliviado, sus ojos volvieron a brillas como cuando lo saqué.
-Me parece bien señor, si gusta puede seguir diciéndome niño, ya somos amigos ¿verdad?- en su cara se dibujaba una enorme sonrisa, tanto que tuvo que cerrar los ojos un momento.
-Claro que si niño, ahora, salgamos de aquí ahora si- lo tomé de la mano y seguimos el camino hacia la salida.
Seguimos adelante en nuestro camino hacia la salida sin saber que nos esperaba allá afuera, su padre había sido atacado por los animales aquí adentro y al parecer su abuelo era al que el cangrejo había lanzado varios metros y ni decir de Elizabeth, no se lo iba a tomar de buena manera.